Los residentes de la plaza de toros piden poder salir a la calle una hora al día al menos o como mínimo para poder hacer sus recados, como sacar dinero del banco. Así se lo trasmitieron al consejero de Economía y Políticas Sociales, Mohamed Mohamed Mohand, quien chaló con ellos en una visita que hizo al lugar. Allí hay albergada una gran variedad de perfiles con situaciones personales que se pierden en los números.
Entre ellos, hay ciudadanos originarios de las provincias cercanas a la ciudad que, por motivos laborales o familiares, se quedaron encerrados tras el cierre de fronteras terrestres entre Marruecos y España. Han pasado dos meses desde que se tomó la decisión y miles de ciudadanos del país se quedaron atrapados, no solo aquí, sino también por todo el mundo. En Melilla, hay una población de unos 1.200 y uno de ellos Aziz, se encuentra en la plaza de toros.
Contó que vino para visitar a su madre y que no pudo quedarse con ella tras el cierre fronterizo porque entraba y salía mucho de casa para hacer recados, por lo que voluntariamente decidió albergarse en las instalaciones municipales para evitar contagiar a su madre y tener problemas con las autoridades. Relató que allí está bien cuidado, pero que quiere volver a su casa porque no sabe nada de su mujer ni de sus hijos. Ellos no saben que está en la plaza de toros y evita hacer video llamadas para que no se preocupen por él.
Aziz se lo explicó en lo que es la entrada actual a la plaza de toros. A un lado hay una sala para curas y según contaron los voluntarios de la Cruz Roja, todos los días atienden a alguien, ya sea por enfermedades crónicas o por heridas que se hace jugando a fútbol. También pegado se encuentra un almacén, donde hay zapatos y ropa donada y esta reparte cuando alguien la pide. Para que nadie se lleve más de la cuenta, se utiliza un sistema informático para saber quién se ha llevado qué. Esto se sabe gracias a una tarjeta de identificación que tienen todos los residentes y que les sirve para todo tipo de gestiones durante la pandemia.
Después, para entrar más adentro, hay que pasar por un registro justo antes de un pequeño pasillo, donde están los baños y las oficinas de los vigilantes, que llega directo al ruedo.
En las salas del edificio circular, que antes estaban destinadas a la actividad taurina, se han habilitado los comedores, una mezquita, las camas donde duermen y en la arena muchos están jugando al fútbol antes de anochecer. También se ha levantado una carpa, donde hay numerosos jóvenes pasando el tiempo con juegos de mesa y justo al lado hay una especie de sala donde se proyectan películas. Al ser una carpa blanca, se proyecta directamente en la pared del fondo.
En el ruedo solo hay varones, que se acercan para preguntar cuánd van a poder cruzar la frontera o volver al CETI. Hay un grupo que enseña su tarjeta roja, verde y otros documentos para pedir ayudar; manifiestan que quieren volver al CETI e incluso a sus países de origen.
También se encuentran allí los subsaharianos que saltaron la vaya a principios de abril y que no han sido llevados aún al CETI.
Mohamed Mohand dijo que, a pesar de la adversidad de la situación, han intentado que las instalaciones sean lo más confortables posible y que por un momento puedan olvidar lo difícil que se está haciendo la situación.
Expresó que si el confinamiento ha sido duro para los melillenses y los españoles, para estas personas que están lejos de sus familiares, hijos, seres queridos y hogare “simanginese para estas familias”. “Son gente que ha dejado su vida aparcada a unos kilómetros y que por cuestión del destino se han quedado encerrados en Melilla durante 70 días”, expresó. También recordó que sigue defendiendo que la mejor solución para estas personas es un pasillo humanitario, sobre el que Marruecos no da respuesta.
Mohand contó que al principio solo había hombres en la plaza, pero que poco a poco fueron llegando mujeres, sobre todo aquellas que trabajaban en casas de melillenses y fueron despedidas durante la pandemia. Una de ellas, al contar su historia, rompió en lágrimas. Tiene toda su familia justo al otro lado y su madre está enferma. También hay una española que tiene sus hijas de cuatro y dos años, esta es todavía lactante, y no sabe “si están vivas o muertas”, aseguró. Solo quiere ir a Marruecos para poder estar con ellas y comprobar que se encuentran bien. Aseguró que en la plaza había muchos que ha perdido familiares durante la cuarentena.
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