Estoy de acuerdo con que los precios de los alquileres en Melilla llevan años desbocados, pero me opongo rotundamente a introducir ruidos en la economía con una limitación de lo que un casero o una empresa (ya sea pyme o fondo buitre) puede pedir por los pisos en alquiler.
De más está que os recuerde que es una bandera de Podemos. ¿Saben qué tienen en común los comunistas de todos los rincones del mundo? Que nada más llegar al poder intentan cambiar las reglas del juego. Dígame usted el nombre de un solo país alineado a las teorías del marxismo que haya conseguido convertir su economía en un éxito. Dígame un solo país comunista donde no haya habido escasez, colas y miseria. Pasó en la antigua Unión Soviética; pasó en Europa del Este, ha pasado en Nicaragua, está pasando en Venezuela y pasa en Cuba. Dígame un solo país donde los comunistas hayan llevado prosperidad y bienestar a su gente. Se lo digo yo: no lo hay. No existe. Son peor que Atila, por donde pasan no sólo no vuelve a crecer la hierba, tampoco vuelven a crecer los tomates ni los mangos.
No me vaya a mencionar China ni Vietnam porque en esos dos países hay neoliberalismo del duro. Ambos se han pasado a lo que los comunistas consideran el lado oscuro, porque evidentemente del lado de la claridad hay hambre, pobreza y muchas multas. Sanciones por todo; limitaciones a todo; no se puede por todos lados; prohibiciones hasta cansarse.
Mire, no lo he inventado yo, eso ya está estudiado. La economía se autorregula solita. Usted aumente el parque de viviendas en Melilla; construya cinco, seis, veinte, treinta rascacielos en los límites con Marruecos. Haga una muralla de edificios de entre 20 y 128 plantas (como la Torre de Shanghái) cerca de la valla y no sólo creará empleo; también aumentará las posibilidades de acceso a la vivienda, dará a los vecinos unas vistas espléndidas y terminará bajando los precios de las casas en alquiler y en propiedad en toda Melilla.
Los precios no se reducen con limitaciones y multas, sino aumentando la oferta. Le pongo un ejemplo de Cuba. Los supermercados y plazas de abasto de mi país están vacíos porque el Gobierno del Partido Comunista tuvo la feliz idea de ponerle un tope a los precios y de imponer multas excesivas a quien vende cebollas o plátanos por encima de lo marcado en la Gaceta Oficial. Una locura. Hay un festival de precios dictados desde el Ministerio de Precios y Finanzas. Imagínense que usted no pudiera vender en su negocio los zumos al precio que a usted le es rentable porque el Gobierno no se lo permite y le dice lo que tiene que cobrar por ellos.
¿Qué ha pasado? Que los campesinos han dejado de producir y es imposible encontrar tomates, patatas o frijoles. Desaparecieron. Se esfumaron. Se los llevó el comunismo.
En Cuba no hay sequía; la tierra es fértil y los cubanos son gente trabajadora. Pero aquello está al borde del colapso y eso es mérito, única y absolutamente, de los comunistas que dirigen el país.
Le pongo el ejemplo de Venezuela. A día de hoy hay colas terribles para repostar en las gasolineras del país con más reservas de petrolíferas del mundo. ¿Saben por qué? Porque donde gobierna un comunista crecen las calamidades.
Yo sé que muchos jóvenes de Melilla tienen que quedarse en la casa de sus padres y no pueden independizarse porque en esta ciudad por menos de 500 euros no consigues nada decente para vivir de alquiler. Y cuando lo consigues, tienes que presentar tantos avales, nóminas, etc, que se te quitan las ganas de alquilar un cuchitril a precio de oro.
Eso no significa que los caseros y las inmobiliarias de esta ciudad sean unos bandidos. Significa que hay poca oferta y, por tanto, el precio sube. Es ley de mercado. ¿Por qué no le damos la vuelta?
Se puede, claro que se puede. No deberíamos tocar el centro de la ciudad porque tenemos unos edificios modernistas preciosos y sería de locos modificar lo que ya de por sí es perfecto. Tenemos poco terreno urbanizable, pero lo hay y si no lo hay, señores, se busca. Si hay que modificar el Plan General de Ordenación Urbana, se modifica. ¿Dónde está el problema?
No estoy hablando de tocar las zonas protegidas. Eso es tan intocable como el modernismo. Estoy hablando de levantar bloques de viviendas. Es como el muro que quería Vox, pero lleno de vida. ¿Por qué no lo hacemos en nuestros límites con Marruecos? El primer edificio nos lo van a vender caro, pero en adelante, necesariamente bajarán los precios y más de uno querrá vivir en una torre con vistas al Gurugú y al país vecino.
Pero para hacer eso, hay que apostar por Melilla, por crear empleo en esta tierra; por desarrollar la construcción y por desatascar el mercado inmobiliario de nuestra ciudad, que se quedó anclado en los años ochenta del siglo pasado. Hay que ser valiente o de lo contrario Marruecos empezará a construir viviendas de lujo, muy baratas, del otro lado y terminaremos viviendo en el país vecino. Eso traerá más miseria. No lo olviden.
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