Bashir es argelino y viene de una región cercana a Libia, donde dice que operan grupos terroristas. Lleva ocho meses en el CETI. “A los argelinos tardan en darnos la salida hasta dos años”.
Bashir viste una camiseta del Leicester City, uno de los equipos que juegan en la Premier League, la famosa liga inglesa de fútbol. Cuando se da la vuelta, muestra el nombre que luce en el dorsal. “Es de Riyad Mahrez”, cuenta. Un futbolista argelino. Como él.
Este joven de 26 años se expresa en un inglés mucho más que aceptable. Estudiaba este idioma en su país hasta que un día decidió que no podía continuar en la situación de peligro constante en la que asegura que vivía. Desde hace ocho meses, se encuentra en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), deseando conseguir algún día el permiso de salida hacia la península.
“Soy de una zona del este de Argelia, cerca de la frontera con Túnez y Libia”, cuenta. “Eso es el desierto del Sáhara y allí sólo hay palmeras y arena”.
Según afirma, ese lugar es “muy peligroso”. Tan cerca de la frontera libia, asegura que es un territorio sin ley en el que campan a sus anchas terroristas que pasan de un lado a otro a su antojo.
“Territorio sin ley”
“En Libia, tras la revolución, no hay gobierno, no hay ejército, es una situación muy mala. La gente de mi ciudad, de mi país, empezó a comprar armas”, algo que asegura que “es muy fácil de conseguir”.
“No sé si esa gente pertenece al Daesh (Estado Islámico), pero comparten la misma ideología”, continúa Bashir. “No es fácil vivir allí. Te obligan a rezar y pueden ordenarte que trabajes para ellos. Y si les dices que no, te matan o te secuestran. A ti o a alguno de tus familiares o amigos”.
“Nadie oirá los disparos”
Si los grupos terroristas que merodean por la zona le hubieran pegado un tiro a Bashir o a cualquiera de sus allegados, nadie se habría enterado. “Argelia es el país más grande de África, explica, y añade que el lugar donde él vivía está “a cien kilómetros” de la comisaría de policía más cercana. Es decir, totalmente desprotegido. “Te pueden matar, pero nadie oirá los disparos”, lamenta.
Bashir había comenzado los estudios de Derecho. “Hice cuatro años y también estaba estudiando inglés antes de huir de Argelia”, sostiene este joven. Por aquel entonces, se pagaba sus gastos trabajando como guardia de seguridad.
Para llegar a Melilla, se desplazó de su tierra hasta Argel, la capital del país. De ahí tomó un avión que le llevó hasta Casablanca. Poco a poco fue aproximándose a Melilla. Primero, en tren hasta Nador. Después, en noviembre del año pasado, logró llegar a nuestra ciudad. Según afirma, “con un pasaporte marroquí falso”.
“Protección y una vida digna”
“Vine en busca protección y de una vida digna”, dice Bashir para justificar su huida de Argelia y su intento de llegar a la península. Sin embargo, la espera en el CETI se le está haciendo muy larga.
“Los sirios llegan aquí y en dos semanas o en 20 días ya tienen el permiso de salida”, asevera. “Los del África negra lo consiguen en uno o dos meses”, añade. “Pero los argelinos y los marroquíes podemos estar uno o dos años esperando”, sostiene.
Según asegura, cuando preguntan en el CETI el motivo de que se retrase su viaje a la península, les dicen que su situación no es la misma que la de los sirios.
“Nos dicen que en Argelia hay paz, que no hay guerra. Que no es como Siria, que no tenemos derecho a decir que somos refugiados”, cuenta Bashir. Pero tanto él como otros compatriotas que viven una situación similar están convencidos de que sí lo son, puesto que huyen de zonas en las que se encuentran en constante peligro.
“A veces hablan de Argelia como si fuera Alemania o Suecia”, recuerda este joven con una mueca que muestra tanto tristeza como indignación. “Sólo queremos justicia, como se la dan a los sirios”, sentencia.
Pese a su considerable nivel de inglés, Bashir no tiene la intención de llegar a Inglaterra. Prefiere quedarse en España, aunque desconozca el idioma.
“No me preocupa no saber español. Estoy empezando a aprenderlo”, señala. Aunque reconoce que lo tiene complicado. “Aquí (en el CETI) es difícil, porque la mayor parte de la gente habla árabe”.
Aunque en el centro hay una escuela, Bashir asegura que no quiere estudiar allí. “Prefiero aprenderlo hablando con la gente, así es más fácil para mí”.
Cuando huyó de Argelia, empezó “una aventura”. “Podía salir bien o mal. Si no hubiera podido entrar en Melilla, me habría quedado en Marruecos”. Cualquier cosa menos quedarse en el lugar donde malvivía.
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