NI PSOE ni Podemos han querido tomar en consideración una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que buscaba equiparar los sueldos de los policías nacionales y los guardias civiles con los salarios de los agentes de los cuerpos autonómicos. Es curioso que Pablo Iglesias elimine los topes salariales en su partido, pero no quiera entrar a valorar la propuesta de subir los ingresos en nómina de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Esa ILP llegó al Congreso de los Diputados no de la mano de un partido político sino avalada por miles de firmas de medio millón de hombres y mujeres de este país que creyeron que esa vía democrática estaba abierta. La ingenuidad les ha jugado una mala pasada.
Que Podemos no apoye la medida no sorprende a nadie. Pero que no la apoye el PSOE, ya es harina de otro costal. El argumento utilizado por el Gobierno para no entrar ni siquiera a tomar en consideración la iniciativa popular es que supone un gasto adicional de 1.900 millones de euros que no están presupuestados.
Si os fijáis, nunca es buen momento para equiparar los sueldos de policías y guardias civiles con los de la Ertzaintza y los Mossos d’Esquadra. No lo fue con el PP, no lo fue con el PSOE, no lo es ahora con la coalición PSOE-UP. Sólo nos queda poner a prueba a Cs y a Vox.
En todo caso hay que reconocer que el PP dio el primer paso aprobando un presupuesto plurianual, pero lamentablemente sus promesas se quedaron en aguas de borrajas. No pasaron de una discreta revisión salarial que en la práctica se quedó lejos, muy lejos, de la equiparación real.
Cuesta entender por qué las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado -las que se baten el cobre contra las mafias, las redes de narcotráfico, el yihadismo o en el día a día de pueblos y ciudades de este país, que es lo más difícil porque se hace con pocos recursos- no pueden cobrar lo mismo que las policías autonómicas de País Vasco y Cataluña. ¿Por qué esos gobiernos sí tienen pasta para pagar sueldazos y el Estado nunca tiene un duro para asumir su responsabilidad?
El tema podría quedarse atascado en la esfera nacional si no fuera porque afecta a una amplia franja de funcionarios de nuestra Ciudad Autónoma. Aquí es cierto que el plus de residencia compensa la falta de reconocimiento del Estado, pero también es cierto que no es lo mismo trabajar en Melilla que prestar servicio en cualquier ciudad dormitorio de la meseta española. Aquí se curra. De la efectividad de nuestros agentes depende la seguridad en la frontera sur de Europa.
Con qué cara se nos puede plantar ahora delante la delegada del Gobierno para decirnos que apoya el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Apoyar no es sonreír. Ni siquiera es aplaudir. Apoyar es defender en Madrid que envíen más efectivos a la ciudad y presionar todo lo que se pueda para que la equiparación salarial sea una realidad.
Con lo que el PSOE acosó desde la oposición al PP de Imbroda, no me explico cómo es posible que hoy los populares no les echen en cara todos y cada uno de los días las exigencias de refuerzo necesario e inmediato de la plantilla de policías nacionales y guardias civiles. Quien los ha visto y quién los ve. Era una urgencia en 2015 y hoy no hay prisas. Hay que tener mucha cara.
El problema en el PSOE local no es que les falte voluntad. Yo diría que están aquejados de desmemoria. Ayer mismo Gloria Rojas se sintió agraviada porque en un artículo escribí que ella había, de alguna manera, colaborado con el cierre de El Telegrama. Según la información que me llegó, ella asegura que El Telegrama cerró cuando ni siquiera estaba en política. ¿Cómorr?
Gloria Rojas relevó a Gregorio Escobar en diciembre de 2014 y El Telegrama cerró en mayo de 2015, coincidiendo con la campaña electoral de ese año. Recuerdo una portada que hicimos en El Faro denunciando que la líder socialista mentía cuando hablaba de convenios de publicidad. Puede que la vorágine de los días previos a las elecciones le haya borrado sus recuerdos, pero los periodistas que esos días sufríamos el acoso (sobre todo anónimo) de quienes nos llamaban “subvencionados” no olvidamos que cuando cerró El Telegrama los medios de comunicación de esta ciudad llevábamos casi un año sin cobrar facturas atrasadas. Todos íbamos asfixiados mientras otros se dedicaban a la performance y al espectáculo en la autodenominada “prensa libre”.
Hubo una investigación, el tema se judicializó y aquello, que no se sostenía por ninguna parte, cayó por su propio peso. Se desinfló, pero antes los periodistas de El Telegrama se fueron al paro y la cabecera desapareció. No pudieron aguantar. Ellos probablemente recordarán mejor que yo el papel que Gloria Rojas y toda la oposición, a excepción de CpM, jugó entonces. He tenido a bien cerciorarme hablando con algunos de los que vivieron sus ataques en carne propia. No es a mí a la que le falla la memoria. Yo ni olvido ni perdono a quienes hacen daño a la prensa. Cayó El Telegrama, pero pudimos caer todos.
El problema de este Gobierno de coalición, me comentaba ayer un amigo, es que tiene la piel muy fina y muy poco aguante para las críticas. Señorías, os advierto de que estoy acostumbrada a que pidan mi cabeza. La han pedido tantas veces, desde tantos partidos distintos, que ya me da risa que pierdan el tiempo llamando a mis jefes. Señoras y señores, diversos y diversas, a la política no se viene a mirarnos lo bien que nos queda el traje para ir a trabajar. La política tiene días buenos, días malos y días peores. A esto se viene con ganas de cambiar las cosas. Ya sé que lo que se dice en la oposición casi nunca se parece a lo que se defiende desde el Gobierno. La realidad se impone. Pero no olvidéis que existe la hemeroteca. Está ahí para refrescar la memoria.
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