Editorial

Redes sociales

Utilizar las redes sociales conlleva en no pocas ocasiones riesgos de dar algún patinazo de menor o mayor gravedad. Esto es lo que le ha ocurrido al director provincial de Educación, José Manuel Calzado, quien retuiteó un mensaje de otro tuitero tan sumamente inconsciente (por hablar con un mínimo de educación) que acompañó su tuit con el ‘hashtag’ #StopIslam.

El usuario de Twitter al que Calzado retuiteó había colgado un vídeo del atentado en las Ramblas de Barcelona que había presentado de esta forma: “Es dramático, durísimo y atroz. Pero es la cara del terror islámico que el infantilismo y el buenismo progre no quieren ver”. Justo después, añadía el desafortunado ‘hashtag’.

El retuit del director de Educación recibió rápidamente respuesta por parte del PSOE y de asociaciones como Intercultura, que ayer reclamaron el cese de su cargo por haber difundido un mensaje “islamófobo”.

El Faro contactó con Calzado para conocer su versión. Según indicó, el retuit fue un “error”, pues aseveró que ni leyó el texto ni vio quién era la persona que firmaba el mensaje ni el reprobable ‘hashtag’ #StopIslam. De esta forma, lamentó su equivocación y pidió disculpas a todos aquellos que hayan podido sentirse ofendidos por su interacción en Twitter.

No hay por qué dudar de la palabra de Calzado, quien ha podido equivocarse y a buen seguro a partir de ahora prestará más atención cuando use Twitter. De hecho, el objetivo de este editorial no es juzgar este episodio, sino otros que ocurren en redes sociales.

Ayer, El Faro publicaba un artículo en el que citaba el testimonio de Mimuntz Mohamed Hammu, presidenta de la Comunidad Islámica Al-Ihsan. La dirigente de esta entidad religiosa advertía de que, después de los atentados terroristas en Barcelona y Cambrils, había observado en Twitter y Facebook numerosos mensajes de “odio” al Islam.

Esta afirmación es muy cierta, pues las redes sociales siempre están llenas de irresponsables que vomitan su rencor hacia el diferente, sea por cuestiones políticas, sociales o religiosas. Sus autores se ocultan en muchas ocasiones tras un seudónimo para evitar ser descubiertos, lo que añade la agravante de la cobardía a su conducta vituperable.

Frente a los mensajes de odio, sean del signo que sean, no basta con aplicar la ley y perseguir a sus autores. Es fundamental que, desde edad muy temprana, se eduque en el respeto al diferente. Sólo así se construirá una sociedad mejor.

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