El Rastro recupera la normalidad

  • Tras la detención el viernes de un supuesto yihadista, el bullicio y el trajín vuelven a Cuesta la Viña

Cuesta la Viña recuperó ayer el bullicio y el trajín de melillenses habitual en esta calle que conecta el Rastro con Cabrerizas. Decenas de personas caminaban con bolsas de la compra de arriba a bajo de esta vía, que el viernes estuvo cortada durante casi catorce horas en la entrada por García Cabrelles debido a una operación de la Guardia Civil. Los agentes registraron en el número 9 de esta calle y en el local de enfrente, un negocio llamado Abaya (túnica larga hasta los pies), tras la detención de un hombre de 40 años de origen marroquí y nacionalidad danesa al que se le acusa de financiar, captar y enviar yihadistas a zonas de conflicto.

De hecho, la tienda Abaya abrió ayer sus puertas como cualquier otro día y esperaba clientes. Los responsables de este comercio rehusaron hacer comentarios sobre lo ocurrido el viernes.

También la asesoría que estaba al lado de este comercio tenía la persiana medio abierta, aunque no respondieron a la llamada de El Faro. El día de antes este local no pudo abrir sus puertas al público.

De hecho, este diario fue testigo de cómo un melillense se quedaba sin poder coger los documentos de su vehículo porque la Guardia Civil le impedía el paso y ese negocio estuvo cerrado todo el día.

No quedaba ninguna señal en la calle de que hubiera estado sitiada por los agentes y los ciudadanos curiosos que se acercaron a ver qué pasaba en su barrio. Y nadie miraba la casa que fue registrada porque tampoco había ningún precinto que indicara que el viernes un gran número de guardias civiles habían estado en el interior buscando pruebas que vincularan al detenido con una red internacional de captación de personas para marchar a la yihad. Ni siquiera quedaban restos de las piedras y botellas que supuestamente algunos individuos lanzaron a los miembros de la Benemérita al marcharse de la zona, como indicaron algunos testigos.

Los vecinos simplemente caminaban por las aceras, más por la de la derecha conforme se sube a Cabrerizas porque daba algo de sombra. Los coches volvían a aparcar y alguno que otro lo hacía en doble fila para ir a comprar al estanco, que tuvo que cerrar el viernes de forma intermitente por la acumulación de personas en su puerta.

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