Comerciantes de la zona cargan contra la falta de inversión del Gobierno de la Ciudad Autónoma y lamentan la falta y la necesidad de nuevas infraestructuras para adecentar el vecindario.
Ropa de bebé y complementos. La tienda de Abdel está arreglada y contrasta enormemente con el exterior de su local. Este comerciante melillense asegura que “el Rastro no está abandonado, está olvidado”. Abdel hace hincapié en un hecho: “Ve al locutorio de aquí al lado y mira las fotografías antiguas del barrio que tiene colgadas. Puedes coger una de hace 30 ó 40 años y verás que la zona está igual”.
Con esto, Abdel quiere dejar clara la falta de inversión e infraestructuras que sufre el Rastro. Este pequeño comerciante critica que no haya parques ni zonas verdes. También remarca el descuido a la hora de arreglar el alumbrado de la calle y los cables colgando de las fachadas, las aceras con baldosas rotas, el asfalto levantado y los pasos de cebra desgastados. “Esto es tercermundista. No pasa ni en el resto de África”, sentencia.
La tienda de especias de Fari aporta un olor muy distinto al que reina por gran parte del Rastro. Este vendedor asegura que “antes había mucho más movimiento en el barrio”, pero cree que la falta de medidas de seguridad y la mala fama que ha adquirido la zona hacen que vaya menos gente. “Hay menos clientes por miedo a que les roben, pero mucho más ruido y tráfico”.
Fari afirma que “la circulación es un caos siempre” y unida a la venta ambulante, que “entorpece el tránsito” a peatones y conductores, se genera un ambiente muy molesto. Por ello, hace notar la necesidad de controlar el tráfico para evitar que aparquen en tercera fila y de incrementar los servicios de limpieza: “Los vendedores ambulantes vienen de Marruecos, se ponen a vender, se van y dejan toda la porquería como cajas y verduras podridas en el suelo”.
La suma de estos factores hace que Fari proponga algunas soluciones que podría aplicar la Ciudad Autónoma en el barrio. Así, el comerciante considera que la Administración debería poner más seguridad y patrullas para vigilar el barrio, además de intensificar el servicio de limpieza de las calles. Fari asegura que la falta de seguridad le ha llevado a abrir otra tienda en otro barrio de la ciudad, ya que “mucha gente no se atreve a venir a esta zona”. El comerciante recuerda que paga los mismos impuestos que los demás desde siempre, sin distinción.
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