¿Rastreadores? ¿Eso qué es?

China ha anunciado que tiene previsto hacer 14 millones de test de la Covid 19 en 10 días para conocer el verdadero alcance de la pandemia en la ciudad de Wuhan, donde se ha registrado un leve rebrote de los contagios en algunas zonas de la ciudad. Mientras el Gobierno chino está inmerso en su “guerra de los 10 días”, en Melilla, lejos de apostar por un estudio propio de seroprevalencia, como el que se está haciendo en otras comunidades autónomas, se ha paralizado la compra de 6.000 tests para ahorrar dinero, según ha denunciado en tono bronco el presidente del PP local, Miguel Marín.

No pretendo desmentir o desconfiar de lo que dice el expresidente de la Autoridad Portuaria, pero tengo que confesar que me cuesta creerlo. Nadie, en su sano juicio, puede pensar que el coronavirus es una tomadura de pelo como para ahorrarse cuatro duros en 6.000 tests. Y menos después de que saber, porque es información pública, que en España tenemos 228.691 casos confirmados de Covid-19 y 27.104 fallecidos por una enfermedad que han contraído 1,7 millones de personas en Europa y 4 millones en todo el mundo. Renunciar a hacer tests es una irresponsabilidad.

Que a estas alturas no sepamos nada de la red de rastreadores de contagios de la Covid 19 en nuestra ciudad, requisito fundamental en la Fase 1 de la desescalada, es una segunda prueba de lo despreocupados que nos tiene el tema. O, quizás, de lo poco que nos gusta la transparencia cuando estamos en el poder. Porque en estos momentos no sabemos si estamos dirigidos por ineptos o por adictos al misterio.

Si de verdad queremos ahorrar, Marín no entiende cómo es que nos gastamos 250.000 euros mensuales en la contratación y gestión de un nuevo centro de menores en el Fuerte de Rostrogordo. Pero eso, en mi opinión, es discutible. Yo diría que para ahorrar podríamos recortar a la mitad la ingente cantidad de cargos públicos que tiene este Gobierno del cambio. Una auténtica barbaridad en una ciudad de 13 kilómetros cuadrados, pobre a rabiar y con la economía paralizada. Pero lo que nos ahorramos en tests y en publicidad en prensa, nos lo gastamos colocando a gente de partido que llevaba 25 años aplaudiendo, en algunos casos, sin recompensa hasta hoy. Hay que tener mucha cara. Los mismos que criticaban el despilfarro del Gobierno de Imbroda están tirando la casa por la ventana con un gasto desproporcionado en nóminas absolutamente prescindibles.

Creer que Melilla está libre de Covid sin haber hecho suficientes tests es una temeridad. No sabemos cuántas personas son transmisoras del virus sin manifestar síntomas y eso nos puede condenar a volver al encierro, que ha causado efectos tremendos en muchos niños que hoy no quieren pisar la calle porque sufren el síndrome de la cabaña. Pero también en nuestros mayores, a los que, en muchos casos, el confinamiento les ha agravado problemas cognitivos previos o les ha hecho perder músculo, hasta el punto de que hoy están más débiles que antes del 14 de marzo.

Un rebrote de coronavirus puede hundir definitivamente nuestro más que deficiente sistema sanitario; nuestra economía de subsistencia y nuestras largas listas de personas en riesgo severo de exclusión pidiendo subvenciones y ayudas para malvivir. Por eso es importante que se tomen todas las medidas para evitar que demos un paso atrás.

De ahí la importancia de los rastreadores, un término que en Melilla por lo visto conoce muy poca gente y que se refiere a la movilización de personal que se dedique a rastrear el origen de cada uno de los nuevos contagios que se detecten, para saber dónde está el brote y atajar a tiempo su propagación. Aquí, por lo visto, ni está ni se le espera.

Si en algo ha pecado este Gobierno es en el oscurantismo con que se ha llevado todo el tema de comunicación relacionado con la Covid-19. En otras comunidades al menos dos veces por semana se difunden informes completos sobre la evolución del virus en las residencias de mayores, pero también entre sanitarios y población en general. Aquí no sabemos cuál es el tramo de edad más afectado o cuál es el perfil de los fallecidos; qué patologías previas comunes tenían, etc.

Vuelvo y repito, no sé si esa información no la tenemos porque la gestión está en manos de ineptos o porque lo de enviar las notas de prensa por Telegram, una red más segura que WhatsApp, va seguido de la obsesión por los teléfonos pinchados o de la necesidad de hacer un barrido de micrófonos en los despachos. El secretismo de este Gobierno es enfermizo y eso está afectando seriamente a la información que llega al ciudadano. De ahí, quizás el éxito de las fake news en Melilla. A falta de la versión oficial, a nada que se filtra un rumor, corre como la pólvora; engorda por el camino y se disfraza de realidad. Es simplemente patético.

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