Opinión

Ramón Gómez de la Serna, Cartas a las golondrinas

Estoy leyendo las cartas de Leopardi, y pienso en otras singulares cartas, las Cartas a las golondrinas de Ramón Gómez de la Serna: lo recuerdo de pronto y sobre todo porque se las mencioné a Vicenç Altaió la semana pasada el día que nos vimos. Íbamos por la calle Ancha, y ya al llegar a Correos -él iba a la Fundació Joan Brossa, yo volvía a casa-, y en nuestro hablar de libros y escritores, me preguntó si había leído a Ramón Gómez de la Serna, lo que quería decir si me gustaba y le tenía afición, lo conocía bien. Le respondí que sí, y que muchos de sus libros los había tenido que comprar conforme los iba encontrando en la Feria del Libro. Asintió. Y recordé y le mencioné este libro singular, Cartas a las golondrinas, como ejemplo de unos de estos libros personalísimos y por completo inclasificables. Porque, le digo, hay cosas más típicas de él, quiero decir que se esperan y se han hecho ya típicas, pero hay estos libros líricos y personales y que no tienen que ver con nada y son maravillosos. Y es una felicidad cuando encuentras uno. Me dice que éste no lo tenía localizado. Le digo que se lo di a leer a mi madre, porque muchas de las cosas que me gustaban se las daba a leer, y las leía luego ella -tenía la selección crítica en casa-, y me dijo que era algo completamente original. Lo recuerdo y se lo digo porque es por completo verdad. “Perque això no té cap parentiu”, le digo. Vicenç asiente. El asombro y la sorpresa y el goce de lo que no tiene que ver con nada.

Estoy leyendo las cartas de Leopardi, pienso en estas otras singulares cartas a las golondrinas de Ramón Gómez de la Serna y pienso que sería un buen libro para releer de él, y que las puedo leer tras las del poeta italiano. Voy a buscar el libro. Un punto de libro que hay en él me dice que en efecto lo encontré como recordaba en la Feria del Libro, pues en él se lee: 67ª Fira del Llibre d’ocasió antic i modern del 21 de setembre al 7 d’octubre de 2018 Passeig de Gràcia Barcelona. Veo que tras las Cartas a las golondrinas están las Cartas a mí mismo. Veo también que hay muchos fragmentos señalados y a veces algunas cartas por entero. El arranque del lirismo en su autenticidad y su pureza a veces es entero. Se da por entero, quiero decir, y no cabe fragmentarlo.

Pienso en un libro también singular de Ramón Gómez de la Serna y que leí muy joven, Nuevas páginas de mi vida. Muchos años después leí Automoribundia. Pero muchos años antes leí este libro, que en realidad creo que complementa a ésta. Pero yo lo conocí antes. Me encantó, y supe de Ramón en lo íntimo y más verdadero de su verdad. Recuerdo su ejemplar actitud moral ante el mal comportamiento que tuvo con él Benavente, la serenidad y equilibro con que lo cuenta, que es la de su honradez. Allí tantos pensamientos, observaciones, detalles, recuerdos. Pienso que me gustaría también releerlo. Recuerdo que contaba que él se compraba los medicamentos en la farmacia pero no se los tomaba, como si por comprarlos ya hubiera cumplido y ya le sirvieran, y recuerdo que me hizo gracia porque lo mismo y por igual razón hacía mi padre. Algo que parece que es tan singular, tan personal. Pero lo más personal de Ramón es lo que está más cerca del misterio y es a veces el mismo misterio y nos acerca también a lo más personal y misterioso de nosotros mismos.

Pienso en esta obra inmensa, difusa en su influencia y en el reconocimiento de ésta, importantísima. Recuerdo que en un libro curioso y que a veces en clase he empleado, Los españoles y el boom, de 1971, y he empleado porque está lleno de juicios y apreciaciones curiosas y de las que muchas de ellas más adelante ya no encontraríamos, Juan Benet dice de un célebre escritor argentino que se aprovechó de ese gran hombre, Ramón Gómez de la Serna -que vivió años en Buenos Aires. Aprovecharse siempre es feo, me dijo una vez mi madre, y con este tono negativo, con este matiz, creo que lo dice en su observación si no recuerdo mal Juan Benet. He leído este año memorias y textos críticos de poetas del 27, y he visto y leído cómo reconocen la importancia de su influencia, de la influencia de Ramón Gómez de la Serna, en los poetas de su generación. Pero creo que más de uno indica -así también si la memoria no me falla Luis Cernuda- que es una influencia que pese a ser indiscutible y de verdad importante no suele señalarse. Da fe de la suerte de esta obra inmensa y capital, única. También lo da el que tengamos que ir comprando sus libros conforme nos salen al paso en las sucesivas ediciones de la Feria del Libro, como yo he hecho. Otras voces comparten esta suerte -y así de allí preciosos y singulares libros de Bergamín, Gil-Albert o Azorín. Obra escondida y que es a la vez una presencia imponente. ¿Cómo puede ser?, tenemos ganas de preguntarnos. Pero es. Pienso en el reconocimiento de su influencia por parte de autores del 27, en textos escritos a la distancia de años, y en los que señalan que ésta era una influencia que no se solía reconocer.

Pienso en estos libros más personales y líricos y que resultan únicos que se encuentran en esta obra, en lo que es quizá la cuerda más pura de su voz, lírica y pura. Así se lo digo y está también en mis palabras a Vicenç Altaió el otro día. Quizá se desprende esto de este carácter tan singularísimo y sin parentesco con nada que da la voz de Ramón en estos libros atípicos, originalísimos. Quizá no del todo. Porque nos nutre y nos completa, nos da alas y nos da raíces. Quizá no puede resultar una influencia literaria como éstas suelen darse y proceder, precisamente por su carácter por completo insólito, pero aunque sea de una manera más personal y única, tal es la voz que en ellos se da, por supuesto nos llega y nos llega como espíritu, fuera ya quizá de literaturas. Es alimento y aire. Pan, agua. La voz con la que Ramón se da a sí mismo en estos libros más personales y líricos que por ello mismo le decía a Vicenç Altaió son maravillosos quizá no puede ser ya una influencia literaria, como éstas suelen ser, y esto me parece (el que sintamos que esto es así) que forma parte también de su naturaleza indómita y secreta, a nadie más revelada, por nadie más sabida. Me gustará ir a buscar a Ramón Gómez de la Serna en lo más lírico y personal de su voz en estas Cartas a las golondrinas, que completan unas Cartas a mí mismo -un sí mismo que es quizá también golondrina-, y volverlo a encontrar también en la vieja lectura que fueron para mí sus Nuevas páginas de mi vida y que recuerdo con sumo agrado y me acompañaron tanto. Estas palabras, por tanto, expresan un deseo -el de releer estos libros-, pero también aun antes de cumplirlo alguna convicción respecto a este gran escritor que es como un continente aparte en nuestra lengua, Ramón Gómez de la Serna.

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