Ramón Antón compareció ayer en rueda de prensa para desmentir que hubiera asistido como funcionario de Policía a la ejecución del anarquista Puig Antich. Su aclaración llega un poco tarde, teniendo en cuenta que el Pleno de la Asamblea de Melilla en el que la mayoría del PP respaldó que se le conceda la Medalla de la Policía Local se produjo el pasado 29 de agosto, es decir, hace justamente ocho días.
No obstante, siempre es preciso que se conozca la verdad y si Antón no asistió a la ejecución del anarquista, lo justo es que se desmienta.
Ahora bien, lo incomprensible es que se arremeta a ciegas contra la oposición por la lógica crítica a la inclusión como un mérito profesional de lo que, en caso de haberse sucedido, no habría sido más que el cumplimiento obligado del deber.
El dudoso mérito, más bien 'demérito', tratándose como se trató de una polémica y cuestionada ejecución, fue el origen de la crítica de la oposición en el extremo comentado.
Ramón Antón, a quien agradezco enormemente su colaboración y disponibilidad para facilitar información durante sus ocho años como consejero de Seguridad Ciudadana, debería arremeter contra quienes han falseado y cometido tan grave error a la hora de confeccionar el expediente oficial que se trasladó al Pleno de la corporación local para avalar el porqué de la Medalla que se le ha concedido.
Contra ese error tremendo y provocador, y la incompetencia de los distintos técnicos o cargos públicos que deberían haberse leído previamente el expediente antes de darlo por bueno, es contra lo que debería haber reaccionado, porque lo contrario le hace errar el tiro y con ello perder la razón.
La oposición puso objeciones varias a que se le conceda la Medalla, señalando como la principal que un cargo público que no ha hecho más que cumplir con su deber tenga que ser homenajeado por ello. No obstante, desde mi punto de vista, el razonamiento no es siempre tan simple, porque por encima del deber está la devoción y la entrega extrema que, de producirse, también merece aplaudirse y distinguirse cuando realmente se produce.
Quien niegue que la Policía Local se ha profesionalizado y avanzado enormemente durante la etapa de consejero de Ramón Antón estaría, en mi opinión, negando la evidencia.
Además, por la misma regla de tres o el mismo razonamiento que la oposición aplica para negar la Medalla a Antón, podríamos negar el reconocimiento a Ramón Gavilán, puesto que cuanto hizo fue en cumplimiento de sus cargos como técnico primero y como consejero o cargo público, después.
No pretendo establecer comparaciones, que siempre y en todos los casos resultan odiosas, pero sí señalar que no es válido el razonamiento per sé de quienes se oponen a la Medalla a Ramón Antón dando por hecho que cumplió y que por cumplir no merece ser homenajeado.
En cambio, sí entiendo las críticas por incluirse como mérito lo que en todo caso, y puestos a valorarlo en el marco de un expediente que sirva de aval a una distinción, no podría entenderse de otro modo que como un claro y controvertido demérito, si como es el caso hablamos de una Medalla de un cuerpo democrático de Policía.
La excusa del reciclaje de papeles no exime a quienes tenían la obligación de elaborar adecuadamente el expediente. Más aún cuando no se elaboran expedientes de dicho tenor todos los días, sino con carácter excepcional una vez al año.
Imagínense si en un periódico, donde a diario se juntan tantísimas letras y se trasmiten tantas ideas, mensajes e informaciones, se incurriera con esa proporción en errores tan aberrantes. Resulta inconcebible como injustificable es lo ocurrido con el aval-expediente en favor de la Medalla a Ramón Antón.
En Melilla es hora ya de rebajar el discurso eterno de la confrontación que tanto enfrentamiento ha promovido durante la pasada campaña electoral. Debemos mirar hacia el futuro y asumir las consecuencias de nuestros errores, y lo ocurrido con el expediente de Antón es un error mayúsculo que no se explica ni se entiende.
Por otra parte, quiero aprovechar el final de este artículo para felicitar a mi compañera Mariángeles Jiménez por su nombramiento como nueva directora-gerente de Televisión Melilla. Como dijo el anterior presidente del Consejo de Administración de la sociedad que sustenta a TVM, Daniel Conesa, la tele pública local necesita iniciar una nueva etapa que abandone viejas y negativas inercias. De hecho, es vox populi que Tele Melilla debe mejorarse y atender a su auténtico papel de servicio público.
Mariángeles es una periodista con una larga trayectoria profesional que ha demostrado en más de una ocasión su sobrada competencia. Mi enhorabuena y mis mejores deseos en esta su nueva etapa, porque su éxito, como siempre digo cuando hablamos de asuntos públicos, no sólo será en bien suyo sino en el de todos.
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