Al abuelo de Ramesh Ramchand (Melilla, 1957) se le notaba la cara de felicidad al sostener entre sus brazos a su primer nieto varón, ya que entre los hindúes el hombre tiene “cierta importancia”. En su familia, donde su padre vivía con sus dos hermanos, habían nacido antes seis niñas y, después de haber tenido seis nietas, “por fin llegó el varón a la familia, que es lo que ansiaban”. “Gracias a Dios –acota-, eso ya ha cambiado y tanto varones como hembras son bien recibidos”. De hecho, actualmente tiene dos hijas y dos hermanas de quienes afirma que son "bendiciones de Dios".
Ramesh, quien vino al mundo en el Hospital de la Cruz Roja, pasó su infancia junto a sus padres en el número 3 de la calle Castelar. Estudió en el colegio La Salle desde 1963 hasta 1970, una etapa que considera “el no va más, fantástica” en su vida. Aunque a él y a su grupo de amigos no se les daba muy bien jugar al fútbol, les encantaba. También jugaban al escondite en el parque. En eso básicamente Ramesh ocupó su infancia.
Tras acabar su época en La Salle, en 1971, su padre lo envió a la India a aprender el ‘hindi’, la lengua nacional del país; el ‘sindhi’, el idioma comercial suyo; y el inglés, necesario para los negocios. Pasó de un país con un régimen franquista a la mayor democracia del mundo y, aunque fuera todavía muy joven, eso lo notó. Todas esas lenguas las aprendió en el colegio St Miras English School, en Pune, donde la forma de dirigirse a los profesores era más libre. Y conste que, para él, La Salle fue algo “fantástico”, pero también lo fue el otro centro. Ambos moldaron su forma de ser y su carácter. Algo curioso es que en La Salle lo llamaban ‘El indio’ y en la India era ‘El español’. Cosas de la vida.
Él tenía que aprender esos idiomas, que eran convenientes porque su familia era comerciante y los ‘sindhi’, que también lo eran en su mayoría, se expandieron por el mundo con la independencia de Paquistán y los problemas religiosos de aquella época. Su familia intentaba realizar las transacciones comerciales con un ‘sindhi’ y, hablando el idioma, conseguían mejores precios y condiciones de pago. Ese era el motivo de que los hijos fueran enviados a la India, porque, aunque tenían que aprender costumbres totalmente nuevas, como dice Ramesh, “los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos e hijas”.
Cuando regresó a Melilla, en noviembre de 1972, con 16 años, comenzó otra etapa en su vida. Su padre había abierto un local comercial llamado Jamna, donde está ahora Massimo Dutti, y que conservaron hasta 2017. Como hijo varón –el resto eran dos hermanas-, le tocó a él seguir los pasos de su progenitor y regentar el negocio. Eso era así: “acababas el colegio, te llevaban a la India a estudiar y volvías y te encargabas del local de tu padre”. Durante esos 43 años en esa “fantástica esquina”, ya pasó prácticamente todo en su vida.
Una cosa peculiar es que, junto con un grupo de amigos –todos los cuales estaban ya trabajando también- alquilaron en la década de los 70 una casa, que les costaba 600 pesetas –casi cuatro euros, que en aquellos tiempos era un montón de dinero- al mes que costeaban con la mitad de su sueldo semanal cada uno. Allí, como no tenían luz, se juntaban y ponían música en un radio ‘casette’ de coche de los que vendían en su tienda con una batería. Así pasaban las horas, sobre todo por la tarde, después del trabajo, o los fines de semana, con sus amigos y amigas merendando y bailando. “Fue una época preciosa, unos momentos muy dulces”, desgrana Ramesh.
También adquirió un Renault 5. Después, dado que el negocio iba bien, su padre compró un Mercedes 300, pero, como él no conducía, lo cogían su madre los fines de semana y también Ramesh. Cambiar de un R5 a un Mercedes 300 para un adolescente de 18 años era todo un logro, sin duda.
Entre el coche y la casa, así, Ramesh se lo pasó muy bien con “una diversión fantástica y, sobre todo, sana”. Fueron dos años aproximadamente de alquiler de la casa, pero después se fueron emparejando y lo que hacían era alquilarla los fines de semana a chicos que eran menores que ellos, lo que les permitía conseguir un dinerillo extra.
La madre de Ramesh nació en lo que hoy en día es Paquistán -antiguamente la India-, pero más tarde emigró al Protectorado español en Marruecos y de allí a Ceuta. Como toda esa parte de su familia residía en la ciudad caballa, ellos siempre iban ahí de vacaciones en Semana Santa, verano y Navidad, por lo que tiene “muy buena relación” con la otras ciudad autónoma. De hecho, su mujer es ceutí. Él se le declaró en el Monte Hacho y se casaron en el hotel La Muralla.
Es bien conocida la multiculturalidad de Melilla. Lo que es posible que haya gente que no sepa es que, durante diez años, Ramesh fue costalero del Cristo de la Paz, el Jueves Santo, y de la Virgen de la Soledad –el Viernes Santo-, además de participar en los actos a la patrona de Melilla, la Virgen de la Victoria, el 8 de septiembre.
Sus oraciones, aún hoy y pese a ser el presidente de la Comunidad Hindú, son el Padre Nuestro y el Ave María, que aprendió en La Salle cuando era niño, y va a misa en la iglesia del Sagrado Corazón casi todas las tardes.
Por lo demás, Ramesh no pierde de vista la importancia de la familia y de que esta permanezca unida. Para ello, nada mejor que “saber pedir perdón” cuando se cometen errores.
En la actualidad, como en una vuelta a sus orígenes, es profesor de inglés en el colegio La Salle para alumnas musulmanas de los cursos de alfabetización del proyecto Alfa.
Ramesh no puede elegir entre la Melilla de antes y la de ahora, aunque sí asegura que no cambiaría la ciudad por ninguna otra en el mundo salvo quizás por Pune, donde vivió una etapa “verdaderamente fantástica” y donde conserva una casa. “Los dos lugares son mis paraísos en el mundo”, resalta para terminar.
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Qué mala memoria. No lo he visto ni escuchado pedir perdón...y sí inventarse un montón de historias. Si sus padres, gente de bien lo vieran! Cuanta hipocresía.