Melilla sigue en plena celebración del Ramadán. Cuando luce el sol en el horizonte más de 40.000 habitantes no prueban bocado, no fuman y no mantienen relaciones sexuales.
Pero las noches de la ciudad se transforman. Las tardes de Ramadán se traducen en un bullicio de gente que mezclan religión, gastronomía, cultura y misticismo.
Durante el día las aceras se van llenando de sacos repletos de frutos secos y los mostradores que exponen montañas de higos, dátiles y chebakias (dulce típico marroquí). Mimon es carnicero y cuenta a este periódico que los productos más solicitados en estas fechas son los pinchitos, los filetes de pollo y las hamburguesas "Cosas finas", dice. También el pescado entra a diario en la cesta de la compra de muchos consumidores. "La gente compra boquerones, rape, chopo, corbina", dice Mohamed, tendero en el Mercado Central.
La mejor materia prima
En los establecimientos se ve a mujeres bregando por la mejor materia prima. Son ellas, sobre todo, las que llevan la responsabilidad de preparar todo lo necesario para un mes de abstinencia, pero también de grandes banquetes nocturnos en familia. "Cada día decoro la mesa y uso las mejores vajillas", explica Aicha. Se reúne a diario con su marido, sus dos hijos y su única nieta para la ruptura del ayuno. Reconoce que en ocasiones los humores se agrían con la falta de alimento, agua y vicios como el tabaco, aunque su problema es "el azúcar". Es diabética y aunque su religión le permite obviar el ayuno, ella prefiere seguir la tradición y dejar la ingesta para la noche. "Mi médico me ha dicho que no lo haga, pero yo cumplo. Reconozco que tengo ganas de que acabe. No por los largos ayunos porque yo como muy poco, sino porque me trastoca el sueño", explica a El Faro. "Mi nieta me suele despertar a las cuatro de la madrugada para la última ingesta y si fuese por mí seguiría durmiendo", afirma.
Tejani, un tendero del Mercado Central cuenta a este periódico que precisamente el último bocado de la noche, el denominado "sahor" es el que más disfruta y el que le "da la vida". "Es el momento para comer y así reponer energías para el resto de la jornada".
Días y noches de Ramadán
Durante la celebración del Ramadán en ocasiones los horarios laborales se reducen a la mínima expresión. Los que pueden, pasan la mayor parte del día durmiendo para engañar al estómago. Otros, como Hossian cumplen con su horario laboral. Regenta una tienda de alimentos en el barrio del Rastro y asegura que durante este mes duerme una media de cuatro horas. "A las 8 de la mañana estoy en pie porque hay que trabajar", señala. "Mi abuelo se queda todo el día en casa con el aire acondicionado puesto", explica Fátima a El Faro, mientras espera su turno en uno de los puestos del Mercado Central.
Los días languidecen, pero cada noche al caer el sol las casas se convierten en una fiesta porque el Ramadán no es sólo un mes de devoción religiosa, sino también una ocasión festiva para compartir en familia. "Aprovechamos este mes para estar todos juntos porque después de estas semanas los jóvenes van más por su cuenta", dice Dris, al frente de una tienda en el barrio del Rastro. Mohamed, un vecino de la zona cuenta que a diario degusta "harira", una sopa que le sirve como primer alimento, tras estar todo el día sin comer.
También dice que reza y lee el Corán en familia para celebrar esta fecha, marcada en el calendario, como la más importante de su credo.
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