“Me acuerdo perfectamente de cuando tenía cinco años y entré en la Gota de Leche, en lo que se llamaba Las Cunas. Allí me dieron una pizarra, de esas de chapa con un marco de madera y una tiza”.
–‘Dibujos de Rafael Hernández’ es una exposición basada sobre todo en retratos. ¿Cómo ha elegido a los personajes?
–Son personas conocidas o anónimas. Algunas de éstas las localicé en Internet a través de fotografías que me sugirieron algo y eso me animo a dibujarlas. También hago alguna fotografía histórica de la ciudad, con retratos de personajes conocidos como Mohamed Ahmani, el Moro Gato, que luchó con España en la campaña de 1909. Hay otros que tengo en la memoria, como el Barquillero. Y luego, personajes conocidos de la ciudad, como el presidente Imbroda, Luis Cobrero (que fue alcalde), Miguel Ángel Roldán, Sebastián Martínez (un sastre de la calle Abdelkader), Gustavo Cabanillas… También hay un retrato de mi padre, mi hija, mis nietos e hijos y nietos de amigos… E incluso un autorretrato mío.
–¿Qué técnica usa?
–Simplemente un papel, un lápiz de grafito, vulgar y corriente. Con distintas durezas, evidentemente. Y la goma de borrar. Esas son las herramientas básicas. Para difuminar, el clásico de cartón, pero he llegado a usar kleenex e incluso toallitas de algodón de las que utilizan las señoras para quitarse el maquillaje.
–¿Cuando nace su vocación por el dibujo?
–Desde muy niño me gustaba mucho dibujar. Me acuerdo perfectamente de cuando tenía cinco años y entré en la Gota de Leche, en lo que se llamaba Las Cunas. Allí me dieron una pizarra, de esas de chapa con un marco de madera y una tiza. Lo recuerdo como si fuese ayer. Luego, con once años le pedí a mi madre que me llevara a la academia de dibujo y mi sorpresa fue que me dieron una escuadra y cartabón de madera, que no era lo que buscaba. Pero después fue mi profesión. Me hice delineante. Estuve cuatro años en la Escuela de Formación Profesional del Parque de Artillería y ejercí mi profesión durante unos 20 años. Después estudié informática, me hice programador y desde entonces me dediqué a eso hasta que me jubilé.
–Y el retiro despertó de nuevo su afición al dibujo.
–La jubilación te otorga tiempo. Unos hacen barquitos de madera y a mí me dio por dibujar. Y hubo un momento en el que los amigos me dijeron que no podía tener los dibujos guardados en una carpeta, que tenía que exponerlos. Y ante la insistencia de más de uno al que le había enseñado los dibujos, me decidí a exponer.
–¿Había expuesto su obra en alguna otra ocasión?
–Sí, a principios de los 80 hice una conjunta con el arquitecto Alberto Barrios. Yo trabajaba para él en su estudio de arquitectura y él hacía unos dibujos muy interesantes. Yo usaba la técnica de la plumilla. También había hecho por aquella época algo en óleo y acuarela. Aparte, participé en uno de los concursos de dibujo y pintura que se hacían en feria y me llevé el primer premio.
–¿Las personas que dibuja posan para usted o utiliza fotografías?
–Mi salud no me permite estar mucho rato ante una persona dibujándola. Yo voy dibujando a ratos. Cuando me duele el cuerpo, lo dejo y cuando me encuentro mejor, lo retomo. Pongo la imagen en una televisión de pantalla plana y la veo por ahí. Empiezo a dibujar los ojos y luego continúo.
–Vamos, que usa las nuevas tecnologías para poder dibujar.
–Al principio ponía el modelo en la pantalla del móvil. Lo colocaba en el caballete y, si quería ver algún detalle, ampliaba la pantalla. Después, pasé a la tablet. De ahí a un portátil, luego a un monitor y después a un televisor que me regaló mi hijo.
–¿Se ha planteado pasar del dibujo a la pintura? ¿Por ejemplo, al óleo?
–Me gustaría, sobre todo, usar la acuarela.
–¿Para pintar retratos, paisajes?
–Entornos de la ciudad, paisajes. De momento, con el dibujo me he centrado en los retratos, pero si me voy al paisaje urbano, me iría más al color.
–¿Qué partes de la ciudad le gustaría pintar?
–Me encantaría Melilla La Vieja. Después, algunos detalles de los edificios modernistas, cosas más geométricas. Reflejar las luces y las sombras.
–Volviendo a sus dibujos, con su lápiz ha plasmado a personas de todas las edades. En las mayores refleja muy bien detalles como las arrugas. ¿Es más difícil dibujar a un anciano que a un joven?
–Dificultades tienen todos. Dibujar las arrugas, el pelo… El color blanco en el dibujo a lápiz de grafito no se pinta, sino que hay que salvar el papel, lo que da más dificultad. Pero también es complicado dibujar a un niño, porque una sola raya le puede envejecer el rostro. Por eso tienen que ser texturas muy suaves. Cada dibujo tiene su dificultad, no hay uno más complicado que otro. Y no sólo el rostro, hay que mostrar también las ropas, los distintos tipos de hilos, de telas…
–¿Cuánto tiempo le ha llevado dibujar las obras que expone en el Club Marítimo?
–Aproximadamente un año.
–¿Tiene nuevos proyectos?
–Ninguno en concreto, pero sí me gustaría hacer algún dibujo en gran formato, en marcos de metro y medio o metro ochenta. Eso es un reto. Esos dibujos se sabe cuándo empiezan pero no cuando acaban.
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