Algo que parece tan simple como lo es el hecho de estudiar peluquería es un sueño lejano para Hassan, un joven de 17 años que se acerca a la mayoría de edad viviendo en las calles de Melilla. Este chico, procedente de la localidad marroquí de Fez, llegó a la ciudad autónoma hace un año, burlando la seguridad del paso fronterizo de Beni Enzar a pesar de que finalmente tres agentes de la Policía Nacional lo descubrieron y lo llevaron al centro de menores de la Purísima.
Allí pasó sus primeros seis meses, donde asegura que no tuvo ningún problema con otros chicos y estableció buenas relaciones con los educadores. Sin embargo, tras medio año interno se percató que no iba a conseguir los papeles de residencia de ninguna manera. “No me daban información”, dice, y para verse con 18 años y sin documentación prefirió irse a la calle y tratar de hacer ‘risky’ y colarse de polizón en los barcos hacia Málaga para poner rumbo a Dinamarca.
En busca de su primo
Hassan explica que malvivía en Fez. Preguntado por sus condiciones de vida y acerca de su familia, baja la voz cabizbajo y se limita a decir que no tiene y que quiere irse a Dinamarca, donde vive un primo lejano que le puede ayudar.
Este joven marroquí sabe que está a miles de kilómetros de Copenhague, pero está dispuesto a recorrer “a pie” si hace falta España, Francia y Alemania para llegar hasta allí. Por otro lado, no le importaría trabajar “cortando pelo”, como él dice, en alguna peluquería en Málaga para ganar dinero y poder hacer más sencillo el viaje. Sin embargo, lamenta que no haya tenido la facilidad de formarse para ello y que en el centro de menores no se fomenten este tipo de cursos. “No quiero perder el tiempo”, lamenta.
Por eso, día y noche espera su oportunidad para colarse en un barco y poner rumbo hacia un futuro “incierto”, aunque asegura que sería igual de incierto si hubiera permanecido en Fez o si siguiera escondiéndose en la escollera u otras zonas de Melilla.
De momento, seguirá limpiando coches en las calles de la ciudad para ganarse algunas monedas y comprar “lo que pueda” para comer. Por ello, agradece la ayuda de algunas personas que se acercan a darle comida en el puerto.
Hassan explica sentado en la puerta del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) que conoce a otros chicos que, como él viven, en la calle o pasan mucho tiempo a caballo entre La Purísima y al raso. Él se acerca al CETI para hablar con otros inmigrantes y conseguir ayuda para viajar a Dinamarca y reconoce que hay otros jóvenes, algunos menores de edad y otros adultos, que, “lamentablemente” han entrado en el mundo de las drogas para sobrellevar la situación. Hassan afirma rotundamente que él no esnifa pegamento y dice que “sólo” fuma hachís “para olvidar los problemas”.
Este adolescente empezó a fumar con 14 años y cree que hay quien se aprovecha de su situación y de la de otros chicos como él para hacer negocio. Según cuenta, hay otros niños que vienen con la misma intención de hacer ‘risky’ y viajar a la península, pero una vez entran en la dinámica de las drogas, parece que olvidan su objetivo inicial y entran en un bucle del que difícilmente pueden salir. Así, dice que estos chicos se quedan atrapados entre su realidad y su idea, sin hacer mucho más por salir adelante hasta que alguien les da un empujón o la policía les devuelve al otro lado de la frontera.
Por otro lado, no se siente muy cómodo cuando “la gente de Melilla” le mira mal por vestir con ropa sucia, rota, vieja y desgastada. “No hay otra cosa”, explica y asegura que hace esfuerzos por mantener un mínimo de higiene, aunque haya quien le increpe por usar fuentes públicas. La conversación con Hassan transcurre en una mezcla de castellano, inglés, francés, árabe, gestos y dibujos en una libreta. El joven insiste en que quiere dejar esta ciudad atrás y proseguir su viaje.
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