El partido nacionalista marroquí Istiqlal, que gobierna en coalición en Marruecos junto a los centristas liberales (RNI) y los progresistas liberales del PAM, ha vuelto a poner en entredicho las relaciones hispano-marroquíes con unas declaraciones incendiarias que hablan de "recuperar" Melilla y Ceuta.
Me temo que en este caso el verbo recuperar es completamente extemporáneo. No se puede recuperar un territorio que nunca ha sido marroquí y que tiene soberanía española desde 1497, más o menos desde la misma época en que Cristóbal Colón llegó a América (1492).
Creer que a Marruecos le asiste la legitimidad para hablar de "recuperar" Melilla y Ceuta con el aval de la vecindad territorial es casi lo mismo que pretender a estas alturas resucitar el Imperio Austrohúngaro.
El lenguaje es un arma potente especialmente si se carga de ideología. Y en eso los melillenses tenemos que hilar fino, porque a veces pecamos de ingenuos, incluso de manera inconsciente. A mí personalmente me chirría que haya quien use indistintamente los sustantivos península y España para hablar de nuestro país. Para empezar no son lo mismo. Península es un sustantivo común y España es un nombre propio. Canarias y Baleares son españolas y no están en la península. Cuando viajo a Murcia, voy a la península, pero es imposible que vaya a "España" porque yo vivo en Melilla y Melilla es España, pese a que a algunos les duela celebrarlo.
El hecho de que el presidente del Senado marroquí haya invitado a los marroquíes residentes en nuestro país a entrar en política, a integrarse en nuestros partidos políticos con el ánimo de acercar posturas en torno al debate sobre la soberanía española en el norte de África, es, en mi opinión, un síntoma de que los planes que tenían hasta ahora no dan los resultados esperados y quieren ir más allá. Nos cerraron la frontera y la tuvieron que abrir porque aquí seguimos. No les queda otra que buscar vías alternativas de asfixia.
Hay algo con lo que no contaban los antiespañoles. Dieron por hecho que la primera generación de marroquíes que emigraron y echaron raíces en España iba a ser promarroquí a tope. Y eso no ha sido así porque aquí en España son educados, con todas nuestras carencias y virtudes, en valores democráticos. Tienen, en ocasiones, más educación que sus padres y no entienden lo que pasa en Marruecos. Aquí no se ha formado la bolsa 'outsider' de Francia. Por eso aquí no hubo enfrentamientos durante el Mundial de fútbol. Hubo rivalidad, pero no altercados.
En Melilla, por ejemplo, avanzamos cada vez más y más rápido, hacia el sincretismo cultural. Cada vez hay más mestizaje. Así, por ejemplo, en equipos de fútbol prebenjamín es común leer en las camisetas de niños de origen amazigh sus nombres escritos con diminutivos en español: Maherito, Kemelito... Eso es transculturación y se da de manera natural en Melilla. Eso, además, ya no lo para nadie.
Pongo otro ejemplo. Hace poco le escuché a un niño musulmán, de familia musulmana de Melilla, preguntarle a una chica cristiana que llevaba una chilaba por comodidad para estar en su casa, que por qué se vestía de marroquí. ¿Curioso, verdad?
Pero esto que se da de manera natural en nuestra ciudad no nos puede llevar a bajar la guardia. Marruecos no oculta sus aspiraciones. Y nosotros, por tanto, no debemos ocultar el orgullo de ser españoles.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, estuvo muy acertada al ser preguntada por las declaraciones del nacionalista marroquí que dijo que somos territorios colonizados que hay que recuperar, o las del presidente del Senado marroquí que animó a sus compatriotas residentes en España a entrar en política. Ella sencillamente respondió que no iba a entrar a responder a esas declaraciones porque Melilla es tan española como Palencia o Zamora. No hay debate y no debe haberlo.
Creo que ya es hora de apagar una polémica que da titulares, pero que no busca otra cosa que espantar las inversiones en nuestra ciudad, bajar el precio de la vivienda, llevar a la gente a un punto de histeria colectiva que le anime a vender cuanto antes sus propiedades y a descapitalizar Melilla. Insisten en asfixiarnos económicamente. Ahora por otra vía: la del miedo al futuro.
¿Qué gran inversor en su sano juicio apostaría por meter su dinero en una ciudad que está en entredicho constantemente? Por eso creo que no debemos alimentar esa polémica que sólo busca socavar el estado de ánimo colectivo y convertir Melilla en un erial, agarrado como una garrapata al dinero y el empleo del Estado. No podemos seguir siendo un pozo sin fondo. Tenemos que crear, fomentar y consolidar un tejido empresarial sólido que se saque por sí mismo las castañas del fuego.
Nuestra posición en el Mediterráneo es estratégica. Tenemos futuro aquí donde siempre hemos estado y, si queremos que nuestros hijos tengan una Melilla mejor, debemos esforzarnos en dejarles en herencia esa Melilla mejor a la que aspiramos todos.
Una Melilla en la que no se hable de compra de votos de la misma manera que no se habla de eso en Madrid, Valencia o Andalucía. Y si hay que vigilar la sede de Correos mañana, tarde y noche, se vigila y de hecho, desde este lunes hay un furgón policial a las puertas de Correos y ahí seguirá hasta el día de las elecciones. Quien quiera mambo, que lo intente.
El hecho de que la sospecha de trapicheos con el voto por correo circule desde hace días por las redes sociales habla claramente del deterioro de la calidad democrática en nuestra ciudad.
No queremos prácticas tercermundistas en Melilla. No somos Marruecos ni queremos serlo. Creemos que lo mejor aún está lejos, pero llegará. Porque llegará el día en que esta ciudad recupere su esplendor. Y ese esplendor tiene que llegar sin necesidad de cambiar el voto por un vale de comida. Sin necesidad de que nadie nos diga a quién votar. Y mucho menos que nos paguen por ejercer un derecho intransferible.
Si queremos una Melilla mejor, hay que protegerla de ésos a los que la democracia les suena a mandarín. Porque de eso se habla cuando se habla de "recuperar" Melilla: de arrebatarnos la democracia y el Estado de Bienestar.
Quien crea que Marruecos quiere estos 12 kilómetros cuadrados para convertirlo en un lujoso barrio de Rabat, se equivoca. Los que no pueden ofrecer democracia, solo pueden aspirar a dejarnos como Beni Chiker.
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