Opinión

¿Qué podemos esperar de los políticos?

En breve, los melillenses tendremos la opción de elegir a los políticos que durante cuatro años van a tener en sus manos el poder de cambiar la situación actual y resolver los problemas que ya están haciendo llagas en el tejido social y económico de Melilla. En unos casos, la posibilidad es suya y en otros, no. Pero en estos últimos, le debemos exigir que día a día estén presionando a quien corresponda, sea el Gobierno de España o sean las instituciones europeas, para conseguirlo o, como poco, intentarlo sin descanso.

Entre ellos, enumero algunos: la mejora de la conectividad con el resto de la España peninsular y el abaratamiento de los transportes de personas y mercancías; acabar con los déficits respecto a los niveles del resto de España en atención sanitaria (el nuevo Hospital necesita dotarse con más personal sanitario y no sanitario) y en educación (el inicio del anunciado campus de FP y la bajada de las ratios), el incremento de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del estado y la satisfacción de sus demandas en cuanto a retribuciones y medios materiales y para todo ello hay que poner los fondos anunciados del Plan Integral en los Presupuestos Generales del Estado y no en un folleto publicitario al que solo le han faltado típicas infografías que tanto gustan a muchos políticos, meros vendedores de humo cual Dottore Dulcamara con su elixir del amor…

Respecto a la fluidez y seguridad en la frontera que venimos demandando los melillenses desde hace años (recuerden al respecto la manifestación multitudinaria de marzo del 2018) y, aunque no depende solo del Gobierno de España, lo cierto es que no vemos ni una sola mejora más allá de la reducción del número de pasos fronterizos y el de personas que pueden utilizarlos, ni una acción decidida frente a las actuaciones nada amistosas del vecino país y que ni siquiera haya acudido a la Comisión Europea en petición de ayuda como ha quedado palpable en varias respuestas a las preguntas de europarlamentarios españoles. Nadie, salvo los acérrimos acólitos de Sánchez y sus tentáculos mediáticos, cree que la errática política exterior de este Gobierno esté dando frutos y, menos, con Marruecos en lo relativo a Melilla y Ceuta.

Pero respecto a lo que depende directamente de los políticos locales les debemos exigir que se preocupen de acabar con el paro endémico juvenil y la falta de oportunidades para encontrar un medio de vida que les aleje de la situación de riesgo de pobreza y exclusión social en la que hay tantas familias inmersas. Los famosos planes de empleo y las ayudas o subsidios -aunque necesarios a corto plazo- no son la solución. Hay que formar más y mejor a los jóvenes y hay que facilitar a las empresas que creen puestos de trabajo pues es la mejor política social que cabe.

Hay que dejarse de florituras, de jardines colgantes como los de Babilonia, de fantasmales inversiones y de más zonas peatonales o rotondas mientras no se solucionan los problemas perentorios de nuestra ciudad. Entre ellos, la urbanización y adecentamiento de los barrios periféricos; la carencia de recursos hídricos y las pérdidas en las líneas de distribución del agua a los hogares; la contaminación acústica y medioambiental; la recuperación de la vegetación y el arbolado que existía en la ciudad. Hay que aprovechar los fondos europeos para la puesta en marcha de la rehabilitación del patrimonio arquitectónico que se va deteriorando y la mejora de la eficiencia energética de los edificios públicos y privados. Muchas de estas actuaciones están en Plan Estratégico que se aprobó el año 2022 y no se han puesto en marcha. Se puede y se debe actuar de inmediato.

Por supuesto, tendrán que acabar ya con los amiguismos, con las contrataciones declaradas urgentes -cuando no lo son, ni corresponde hacerlas- evitando los trámites previstos en la Ley de Contratos del Sector Público o dividiendo en varios contratos menores lo que debería ser un contrato mayor en vez de licitarlos por lotes en libre y pública concurrencia.

Es importante y necesario modernizar los procedimientos y la gestión administrativa del “monstruoso” (por grande) ente en que se ha convertido la Ciudad Autónoma que no tiene ni muchas ni más costosas competencias que las de un simple Ayuntamiento de menos de 83.000 habitantes censados. Es necesario mejorar la productividad de los miles de funcionarios del mismo. Y, por supuesto, hay que exigir a los políticos que gestionen bien los recursos -propios o ajenos- de forma que no se queden sin ejecutar una gran parte de las inversiones incluidas en los presupuestos anuales. Las excusas de la pandemia, de la guerra de Ucrania, de la disrupción en las cadenas de suministros, del encarecimiento de los precios y otras tantas ya no les van a valer a partir de ahora para justificarse.

Tampoco, aunque consta en el Plan Estratégico y habría que haberlo hecho ya, se ha planteado al Gobierno central o al Parlamento una nueva Ley de Régimen Económico y Financiero que sustituya y mejore la Ley de Bases de 1955 modificando el estatus de Territorio Franco por la declaración de Melilla como Zona Estratégica Especial; ni se ha iniciado la modificación del IPSI para armonizarlo a la estructura tributaria del IVA; ni se ha instado desde el Gobierno local que las bonificaciones fiscales que disfrutamos en los impuestos directos e indirectos o en las cuotas de la Seguridad Social se recojan en esa nueva Ley Orgánica y se incardinen con nuestro Estatuto de Autonomía “degradado” por sentencia judicial para evitar que por error o despiste de los políticos de turno se anulen o modifiquen por una nueva disposición de menor rango.

Todo esto les tocará hacerlo a los que salgan elegidos. Y, sobre todo, deberán dedicar todos los medios necesarios para atraer inversores a la ciudad que sean capaces de aprovechar las ventajas que tenemos para desarrollar nuevas actividades relacionadas con la economía del conocimiento, los servicios digitales y otras actividades de base tecnológica, además de potenciar el turismo y sin olvidar una posible industrialización de pequeñas transformaciones o montajes de productos semiterminados. Tras la última y decepcionante RAN, el presidente Sánchez -tan generoso como siempre con el dinero de todos- ha anunciado que facilitará 800 millones de euros para que empresas españolas inviertan y creen empleo en Marruecos. Pienso que una parte de ellos podrían dedicarse a que esos mismos empresarios españoles lo hagan en Melilla y es obligación de nuestros políticos locales exigírselo un día tras otro.

Hace unos años, en una encuesta a nivel nacional, se destacaba que la honradez es la principal de las condiciones exigibles a los que se dedican al servicio público. Pero no sólo debe ser honrado, también debe parecerlo y demostrar que están ahí para hacer más fácil la vida del ciudadano y no para enriquecerse. Yo creo que la honradez a los políticos -como el valor a los que hicimos la “mili”- se les debe suponer a pesar de los innumerables casos de corrupción política que demuestran que no siempre es así. Lamentablemente, siempre habrá manzanas podridas. Lo importante es sacarlas del cesto cuanto antes, algo que no siempre se hace.

También importa la transparencia, que se den a conocer las cuentas, la buena gestión y, por último, se pide que el político tenga gran capacidad de trabajo, cualidades de muchos de los que se dedican al servicio público, pero que quedan ensombrecidas frente a los que con las malas prácticas la han transformado en una profesión denostada. En esa misma encuesta, se pedía al político que anteponga los intereses del país -de nuestra ciudad, en este caso- a los de su partido político, y que en determinadas circunstancias deberá estar dispuesto a tomar medidas, aunque éstas sean impopulares y en contra de sus propios intereses partidistas o personales.

Resumiendo, los ciudadanos queremos unos políticos honrados, generosos, transparentes, valientes y, sobre todo, con capacidad y preparación para ser buen gestor. Reconozco que se lo ponemos difícil a los candidatos a gestionar nuestras vidas, nuestra hacienda y nuestro futuro. A algunos políticos, emulando el dicho sobre Manolete, habría que decirles: “Si no sabes gestionar, pa qué te metes”.

Y, dicho esto, que cada cual vote a quien crea que se merece su confianza y piense que es capaz de hacer lo que se les pide. Volviendo al mundo taurino, ¡Que Dios reparta suerte!...

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