Opinión

¿Qué pasa con Melilla si llega el gran apagón?

A finales de septiembre los telediarios de todo el mundo recogieron las imágenes de largas colas en las gasolineras de Reino Unido. En ese momento se habló de escasez de camioneros, del Brexit y de los efectos de la pandemia del coronavirus.

En esencia, ante la escasez de suministros, los británicos empezaron a acaparar combustible y pasó como con el papel higiénico en los primeros días de la pandemia en medio mundo. Parecía que más importante que comer, era mantener la retaguardia impoluta.

A finales de octubre, Austria lanzó una campaña animando a sus ciudadanos a prepararse para una emergencia que ellos calculan que les obligará a vivir sin agua ni luz.

Las autoridades austriacas recomiendan a través de publicidad insertada en los medios de comunicación hacer acopio de combustible, velas, baterías, alimentos en conserva y agua potable para al menos dos semanas, por si llega el gran apagón que afectará a internet, la telefonía, los semáforos, los cajeros automáticos  y que probablemente derivará en saqueos.

En Alemania, Protección Civil del Estado de Renania del Norte y Westfalia organizó un simulacro a primeros de octubre sobre cómo actuar en caso de un gran apagón.

La última alerta llega de China, que viene sufriendo una ola de apagones en los últimos tiempos y ha pedido  a sus ciudadanos que hagan acopio de comida y productos de primera necesidad por si hay alguna urgencia.

En España nos dicen que eso aquí no va a pasar. Que es imposible porque aunque Argelia cortó el gasoducto del Magreb, nos mandará el gas que necesitamos en metaneros y, en fin, que no hay de qué preocuparse.

Oiga, cuando una ha nacido en Cuba, siempre se preocupa pese a que los cubanos estamos preparados para lo peor.

En los años 90 cuando cayó el muro de Berlín y se desintegró la URSS, Cuba se quedó sin combustible y sin comida. Teníamos apagones de 12 y 14 y hasta 24 horas. Vivíamos básicamente sin electricidad, como en la era de las cavernas. La vida en esa época era lo que el historiador alemán Karl Schlögel llama una estado psicológico de emergencia permanente.

Sin luz, no hay agua y sin agua llega el caos porque no sólo te enfrentas a la sed y al hambre sino también a tus propios olores y a tus excrementos.

Recuerdo que en una de las visitas que hice a Cuba, fui con un amigo español y el pobre, se creía que estaba en España. Cuando en Cuba se va a la luz, el aseo no se utiliza. Pero él, europeo de pies a cabeza tuvo un apretón en horario nocturno, en pleno apagón.

Ni se me pasó por la cabeza dejarle evacuar en casa. Lo bajé a un monte cercano y lo solté a que se desahogara. De regreso a España, poco después nos distanciamos. Nunca me perdonó que lo sometiera a la humillación de hacer de vientre en un sitio atestado de ranas.

Intenté explicarle que peor habría sido tener que aguantar la mirada inquisidora de mi madre después de dejarle el regalito en el váter hasta nuevo aviso. Yo opté por la solución menos mala. Lo juro.

A esa etapa oscura de la economía cubana, Fidel Castro le otorgó el nombre eufemístico de Período Especial en tiempos de paz.

Aún está por estudiar a fondo el trauma que ese Período Especial dejó en toda una generación de cubanos que de la noche a la mañana pasamos a ser pobres integrales: tenías dinero, pero no había nada que comprar.

Volviendo a nuestra era, no puedo evitar preguntarme si en Melilla estamos preparados para un gran apagón. Con la frontera cerrada, qué pasaría si de pronto por causa mayor nos cortan los suministros, pongamos por ejemplo, una semana.

¿Podemos sobrevivir? Estamos de acuerdo en que planteamos una hipótesis apocalíptica, pero algo me dice que en Marruecos también han pensado en esta posibilidad. Si eso llegara a ocurrir haríamos realidad su sueño de asfixiarnos. En ese caso, de forma literal.

Por eso es tan importante para nosotros que España llegue de una vez por todas a un acuerdo con Marruecos. Hay que hablarse claro y decirse lo que se tiene que decir. Si Marruecos se hizo ilusiones con Melilla en los ochenta hay que aclararle que esos eran otros tiempos, otros actores políticos y que ahora no nos planteamos la renuncia.

Si Marruecos quiere hablar de Sahara hay que sentarse a hablar del tema, conscientes de que ellos ya avisaron que tras conseguir la autonomía sobre territorio saharaui apostarán con fuerza por Melilla y Ceuta.

Dilatar las negociaciones al ritmo que impone Marruecos no es bueno para la estabilidad de Melilla. Sabemos que sobre la mesa están los planes de habilitar dos líneas marítimas del Puerto de nuestra ciudad a Beni Enzar y otra a Argelia.

Es hora de empezar a poner las cartas sobre la mesa. Ellos hablan de abrir la frontera en enero y esa fecha está al doblar de la esquina, pero en un contexto de pánico mundial y ante el runrún de un gran apagón, quizás habría que acelerar las conversaciones.

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