Opinión

¡Que no nos vengan con cuentos!

Érase una vez, en la valerosa, humanitaria y muy caritativa ciudad de Melilla, una pequeña empresaria, hostelera o comerciante. Últimamente está bastante más que apurada. No termina de levantar cabeza desde que cerraron la frontera y perdió más de un tercio de su facturación. Tenía expectativas puestas en la reapertura, pero la esperanza se ha ido desvaneciendo al darse de bruces con el asimétrico régimen de viajeros que no deja pasar ni un yogur y con la aduana comercial funcionando “a tope”, con una furgoneta de prueba pasando cada tres meses, con una solemnidad y unas alharacas que ni el Apolo XI cuando llegó a la Luna. Para colmo, tiene desde hace varios meses una obra justo en la calle donde está su negocio. La calle va a quedar preciosa, eso seguro. Pero, mientras tanto, sus ingresos han caído a casi la mitad de los de los meses anteriores a que abriesen las zanjas. Con esfuerzo, paciencia, austeridad y mucha inventiva va tirando, ahorrando de donde puede e ingeniándoselas para sacar un puñado de euros para sobrevivir otro mes más. Día a día, como Rambo.

Una mañana de finales de septiembre de 2023 se levanta y hace lo primero que hacemos la mayoría de los pequeños empresarios: echar un vistazo a la cuenta del banco para comprobar si hay saldo suficiente para pagar los salarios, el alquiler del local, las facturas de la luz, de Internet… esas cosas que se amontonan al final de cada mes y que nos hacen sudar cada vez más frío a medida que va avanzando el calendario.

Al mirar los movimientos de la cuenta, se le encogen las entrañas. ¡El cargo por la cotización de la Seguridad Social de sus diez trabajadores asciende a 4.189 eurazos! El mes pasado no fue tanto, está segura. Lo comprueba. Efectivamente: El mes pasado pagó 2.973.50. O sea, que le han clavado 1.215,50 euros más. ¡Va a ser por el tema ese de las bonificaciones de las Seguridad Social!

¿Pero no lo habían arreglado ya y nos íbamos a quedar igual que estábamos, con el 50% de bonificación? Lo dijo la Delegada del Gobierno a mediados de julio, justo unos días antes de las elecciones…

Pues no, sufrida pequeña empresaria melillense. No. La cosa no se ha quedado como estaba, aunque nos lo hayan querido vender así, supongo que creyendo que somos cortitos y que vamos a comulgar con las ruedas de molino que nos echen sin rechistar.

El Real Decreto 660/2023 de 18 de julio no deroga la supresión de la bonificación del 50% que estableció el Real Decreto 1/2023 del 10 de enero. Mantiene la limitación económica de 262 euros y el ámbito de aplicación: los trabajadores indefinidos. O sea que tiene que pagar la cuota completa por los tres trabajadores temporales que tiene nuestra empresaria: dos cubriendo unas bajas y otra que contrató para intentar abrirse camino en la venta on line y a la que no se atreve a hacer indefinida hasta que vea como progresa esa línea de negocio, porque no está el patio como para correr muchos riesgos.

Lo que establece el Real Decreto 660/2023 de 18 de julio es una subvención directa por la diferencia entre los 262 euros que ahora le descuentan de la cuota y lo que sería el 50% de la bonificación.

Por supuesto, solamente de los trabajadores indefinidos. Por los temporales no recibe nada ahora y no recibirá nada después. Esa subvención, que será gestionada por el SEPE (ex INEM), la podrá solicitar dentro de los tres primeros meses del año siguiente. Y esperar a que se la concedan, porque está sujeta a disponibilidad presupuestaria (o sea, que puede ocurrir como con las de la línea 8, que no llegue para todo el mundo). Y esperar los plazos reglamentarios y, probablemente, más. Y vivir la incertidumbre de si llegará o no llegará, por aquello del silencio administrativo negativo.

Y, si llega, tributará a Hacienda el 12,5% (si es que no le quitan también esa bonificación y acaba teniendo que tributar al 25). Antes, por la bonificación, no tributaba nada ya que no era un ingreso percibido.

Y otra cosa: los trabajadores perciben en su nómina un complemento por la bonificación, que se acordó para que todo se beneficiasen de ella. Todos, indefinidos o temporales. Viene suponiendo alrededor de un 6% del salario neto. Un derecho ya consolidado. ¿Qué va a pasar ahora? Pues una movida en plan general: conflictos, malestar, tribunales… y alguien va a salir perdiendo, eso seguro.

O sea, que no estamos igual que antes. Ahora el empresario primero paga y el año siguiente, si hay para todos, ya cobrará en tres, o seis, o nueve meses… Los trabajadores con contrato temporal le van a costar el doble, directamente. Va a tener que meterse en más burocracia para algo que antes se aplicaba directamente. Y de lo que pueda recuperar, medio cuarto se va a ir en impuestos (que sí, que Hacienda somos todos y todas y todes; pero algunos somos más Hacienda que otros, como en la granja de Orwell).

Y, cuando llegue 2026, colorín colorado, este cuento se habrá acabado. Porque las subvenciones, además, vienen con fecha de caducidad.

La Asociación Zona Centro nos unimos al resto de asociaciones empresariales de Melilla para protestar rotundamente contra este atropello. Para exigir, no ya empatía, pero sí, al menos, el respeto que se nos debe. Que no nos vengan con cuentos, ni con milongas ni con ruedas de molino, ni con parches a medias. Que no pretendan aplacarnos con una subvención, después de arrebatarnos de un plumazo un derecho consolidado desde hace diecinueve años. Porque somos muy conscientes de que los derechos nos hacen más libres, mientras que las subvenciones se pueden utilizar para tratar de convertirnos en vasallos.

En un contexto en el que multitud de pequeñas empresas se encuentran asfixiadas y ya no pueden asumir más costes, las consecuencias de esta medida se traducirán en pérdidas de puestos de trabajo, cuando no en cierres. Se han cargado de un plumazo uno de los principales incentivos que tiene Melilla para el emprendimiento o para atraer empresas. Quizá no sea la puntilla definitiva, pero sí otro clavo más en el ataúd en el que están enterrando nuestra ciudad; otro torpedo en la línea de flotación del barco del tejido social y económico melillense, que bastantes vías de agua tiene ya abiertas como para añadirle una más.

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