La Fundación Norman Foster y Melilla colaboran en un programa para investigar sus posibilidades como ciudad sostenible. Para el director general de Arquitectura de la Consejería de Fomento, Román Dobaños Laguna, esta oportunidad se va a aprovechar y se hará lo posible para que algún aspecto, por pequeño que sea, mejore en la ciudad.
Como melillense siento orgullo, en mayúsculas, es lo mínimo que se puede sentir. Que un arquitecto de la relevancia de Norman Foster, a través de su fundación, se fije en nuestra ciudad, es algo que ni sucede todos los días ni podemos obviar dándole una importancia relativa. Pero más allá de cómo lo pueda ver como melillense, yo lo veo también como arquitecto, por un lado, y como director general por otro y es entonces cuando empiezo a ponerme nervioso. Y eso que partimos del hecho de que no soy una persona especialmente mitómana, pero es que Norman Foster trasciende a un nivel que rompe cualquier expectativa.
Recuerdo la primera vez que oí hablar de esta idea. Fue a través de Marco Antonio Pérez, un arquitecto de la ciudad, que me llamó y me propuso que presentáramos Melilla como candidata. Acepté, bastante escéptico al principio, tengo que reconocerlo. Pero nos han elegido y el escepticismo ha dado paso a la ilusión. Así que supongo que la respuesta es orgullo como melillense, nervios como arquitecto e ilusión como director general.
Efectivamente, como ya comentó David González, su secretario general, las características únicas en el mundo, quizás solo compartidas con nuestra hermana Ceuta, hacen de Melilla una ciudad tremendamente interesante para el estudio que hace la Fundación, que es mucho más que las palabras urbanismo o sostenible. Ellos abordan las ciudades desde un urbanismo completo. Su situación geográfica, su multiculturalidad, su clima, su sociedad, todos esos conceptos, en la forma en que aparecen en Melilla, y cómo se cruzan, la hacen única y eso hace que su urbanismo sea único. Único en los defectos, pero también en las virtudes. Quiero entender que la Fundación ha sabido ver ese potencial y ha apostado por nosotros.
Eso es algo que aún no podemos saber. Ahora mismo estamos en una fase previa, donde la Fundación está catalogando, recogiendo, asimilando y cruzando datos. A todo este trabajo se le añade la visita que a finales de mayo harán 9 miembros de la fundación (en principio serán 7 students, el Lead Research y el City Science Coordinator). Probablemente ahí empecemos a tener indicios de qué problemáticas están viendo en Melilla y por dónde pueden ir sus propuestas para solucionarlas. Y en realidad tampoco ahí lo sabremos, pues su trabajo continuará hasta el 4 de diciembre, cuando se tiene previsto que se celebre el acto final donde la Fundación entregue, a las tres ciudades elegidas este año, sus propuestas. De momento, todo lo que podemos hacer es recibirlos con los brazos abiertos, darles todas las facilidades que estén a nuestro alcance y confiar en ellos.
La Fundación no busca cambios radicales. Ellos siempre han usado la metáfora de que no quieren llegar y aterrizar en mitad de la plaza como un ovni que reparte verdades. Que nadie piense que van a realizar un nuevo Plan de Ordenación Urbana, ni una suerte de Plan Cerdá de Barcelona en Melilla, ni van a plantear una nueva Gran Vía. No. Ellos estudian, filtran datos y empiezan a ver elementos que no funcionan. Elementos muy dispares, detalles que ni nos hemos planteado. En cada ciudad hacen un trabajo completamente único que, incluso, para ojos poco expertos, podría parecer insuficiente, pero bien aplicado termina funcionando y mejorando la ciudad. Puede que planteen soluciones a espacios urbanos residuales. Quizás planteen un estudio sobre el impacto del viento. Quizás paseos con sombra y sol o espacios verdes… es infinito el espectro de trabajo en el que pueden moverse. Pero hagan lo que hagan, lo hacen con tal racionalidad de cruce de metadatos, con tal coherencia arquitectónica y con tanto cariño e interés, que difícilmente no salga algo bueno de esta experiencia. Lo hacen, además, desde una perspectiva absolutamente multidisciplinar. No vienen solo arquitectos o urbanistas. En el equipo de Melilla (Melilla Cohort, como ellos la llaman) hay desde un profesor universitario, a una directora de arte, un ingeniero civil… y, por supuesto, todos curriculums brillantes, estratosféricos. La Fundación solo admite a lo mejor de lo mejor.
Luego será trabajo nuestro llevar a cabo esas soluciones. Es algo con lo que me he comprometido personalmente. Ya desde las primeras conversaciones que tuvimos les quise dejar algo muy claro: no quería que esto acabara siendo un catálogo de buenas intenciones. Por ello les pedí que, propusieran lo que propusieran, fuera algo realista, algo que se pudiera llevar a cabo. Esta oportunidad la vamos a aprovechar y vamos a hacer que algún aspecto, por pequeño que sea, mejore en nuestra ciudad.
Es evidente que sí. No sabría decir cuántas candidatas han tenido este año, pero nos han elegido y debe ser por algo. Yo, desde luego, por la parte que me toca, voy a hacer todo lo que este en mi mano para que, no solo no se arrepientan, sino que se alegren de la elección que han hecho y esto desemboque en una colaboración firme. Creo que en esta primera toma de contacto, con la visita este febrero de su secretario general, acompañado de Irene Martín, Head of Research de la Fundación y Juan Carlos Calanchini, Lead Resercher del equipo de Melilla, han salido con muy buenas impresiones de la potencialidad que tenemos y han ido tomando buena nota de todas nuestra peculiaridades, tanto en reuniones con los agentes que tienen influencia en el urbanismo y la arquitectura como con las visitas a pie de calle por los barrios más representativos de todas las realidades que conviven en nuestra ciudad.
Totalmente. Es una simbiosis. La Fundación tiene un perfil y un interés académico. Nosotros tenemos una oportunidad para que nos estudien, de manera totalmente gratuita, sin ningún tipo de obligación ni atadura, que nos detecten problemas y nos den las soluciones para salvarlos. Es algo a lo que no se puede decir que no.
Imaginad que estamos en una habitación compartida con cincuenta actores. De repente entra Scorsese o Felini o Spielber o… da igual, uno de los grandes. Todas las miradas se centran en él. Todos quieren saludarlo. Pero ese director fija su mirada en ti. Ahora todos quieren saber quién es esa persona en la que el gran director se ha fijado. La Fundación es ese director y Melilla la persona a la que ha mirado. Cómo ya dije, orgullo, nervios e ilusión.
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