Opinión

¿Qué dice el islam sobre la higiene, el buen aspecto y la salud? (I)

El musulmán debe en todo momento de su vida aspirar a la perfección, así como perseguir la sublimidad material y espiritual, puesto que su categoría ante Dios dependerá de la fase que haya alcanzado en su progreso. El Mensajero de Dios precisó que la persona que vela por la higiene de su cuerpo, por el esplendor de su rostro y por su buen aspecto será resucitado tal cual, es decir, con el rostro resplandeciente, y con el cuerpo totalmente limpio.

El islam ha dado suma importancia a la salud, belleza y pulcritud del cuerpo, figurando entre sus principales metas. Por eso, una persona tendrá una reconocida consideración por el islam y por los demás únicamente si vela por su higiene personal y por mantener su cuerpo en buen estado físico, así como si sus modales a la hora de comer, beber y tratar con los demás están libres de tosquedad y torpeza. Es más, un cuerpo sano y limpio, además de proporcionar bienestar personal, contribuye considerablemente a la purificación del alma, así como al afrontamiento de los retos de la vida. Y es que en los tiempos que corren, un cuerpo sano, fuerte y pétreo resulta más que necesario. Como puede deducirse, el islam tiene una gran consideración por el cuerpo, haciendo de su completa pureza un requisito indispensable para realizar cualquier rezo.

Otro aspecto en el que la higiene resulta crucial es la comida. Concretamente, el islam aconseja hacer la ablución antes de comer –aunque bastaría con lavarse las manos-, además de obligar al musulmán a librarse de los desechos y olores que ello entrañe, lo cual es más saludable y beneficioso para él. Se relata que el Mensajero de Dios dijo: “la bendición en la comida se logra haciendo la ablución antes y después de la misma. (Transmitido por Abu Dawud)”. Igualmente nos encontramos con la importancia que el islam le da a la higiene bucal. Dice el Mensajero de Dios: “Mondaos los dientes, pues es una purificación (limpieza), y la purificación se asocia con la fe, y la fe lleva al creyente al Paraíso. (Transmitido por el Imam At-Tabarani)”.

En otra tradición profética nos encontramos que Abu Ayyub relata que el Mensajero de Dios se presentó ante los Compañeros y dijo: “¡Bienaventurados los mutajalilun de mi Comunidad!. Pregunto Abu Ayyub: ¿Qué son los mutajalilun, Mensajero de Dios? Contesto: los que hacen tajlil en la ablución y al término de la comida. En cuanto al tajlil en la ablución, consiste en enjuagarse la boca, aspirar y expulsar agua por la nariz y lavarse entre los dedos, y el tajlil en la comida consiste en mudarse los dientes, pues no hay nada que provoque la repulsa de los dos ángeles como el detectar restos de comida en la boca de alguien en pleno rezo. (Transmitido por el Imam Ahmad)”.

La importancia dada por el islam a la limpieza de la boca y los dientes es incomparable, y no tiene precedentes ni en las recomendaciones higiénicas antiguas ni en las actuales. Dice el Mensajero de Dios: “usad el siwak (cepillo de dientes), pues purifica la boca y complace a Dios. Cada vez que me visitaba el arcángel Gabriel, me recomendaba con insistencia usar el siwak (cepillo de dientes), hasta el punto de que temía que se me impusiera a mí y a mi comunidad. (Transmitido por el Imam Ibn Maya)”. Otra versión de este mismo dicho profético reza: “Se me ha mandado usar el siwak hasta el punto de que creía que iba a revelarse un precepto o un versículo del Corán al respecto”. Si nos fijamos en las numerosas enfermedades bucodentales debidas a carencias en la higiene bucodental, nos percataremos del porqué de la insistencia del islam en el cuidado y limpieza de los dientes con dentífricos y otros geles dentales para dejarlos impecables. Nuevamente, el Mensajero de Dios insiste en ello afirmando: “se me ha mandado el siwak (cepillo de dientes) hasta el punto de que temía que mis dientes cayeran de tanta limpieza con el siwak. (Transmitido por el Imam Al-Bazzar)”.

Por otra parte, y en relación con los alimentos, cabe decir que aquellos que emiten un olor penetrante y pueden derivar en insalubridad, como por ejemplo la carne o el pescado, no deben ser objeto de descuido, puesto que el musulmán debe limpiarse de los mismos a fin de velar por su salud y dignidad, así como por civismo. En este sentido, dice el Profeta Muhammad: “quién pase la noche con las manos hediondas y sufre un daño, que no se reproche sino a sí mismo”. Ello está en consonancia con las investigaciones actuales, que han demostrado que las manos y bocas sucias son el caldo de cultivo de los microbios, aconsejando tomar las debidas precauciones al respecto. Asimismo, y por respeto al individuo y a la sociedad en general, el islam prohíbe a quienes hayan ingerido ajo, cebolla o rábano (crudo, sin cocinar) reunirse con la gente, puesto que estas verduras sin cocinar despiden un olor fétido que irrita al interlocutor, suscitando su repulsión. En este sentido, el islam exime del rezo en congregación en la mezquita a quienes hayan consumido estas legumbres (crudas, sin cocinar), así como a quienes, por enfermedad o no, tengan mal aliento, garantizando así tanto los derechos de las personas sanas como los de las enfermas.

El islam ordena al musulmán que cuide su aspecto y que tenga una buena presencia, considerando esta cuestión como uno de los modales del rezo. Dice Dios en el Corán: “¡Hijos de Adán! ¡Atended a vuestros atavíos siempre que oréis! ¡Comed y bebed, pero no cometáis exceso, que Dios no ama a los inmoderados! (7:31)”. De hecho, el Mensajero de Dios orientaba a los musulmanes sobre el cuidado y el aseo personales, ordenándoles que los siguieran para tener un aspecto agradable. Por ejemplo, dijo el Mensajero de Dios: “quien tenga el pelo largo que lo cuide”. Asimismo, relata el Compañero Abu Qatada que dijo al Profeta: “tengo una melena larga, ¿acaso la debo atusar? Le contestó: ¡Sí, y cuídala! Desde entonces Abu Qatada se ponía aceite perfumado en la cabellera dos veces al día, pues peinarse el cabello y perfumarlo es una buena práctica”. Narra Ata Ibn Yasar que vino un hombre ante el Profeta con el cabello y la barba enmarañados. Entonces, el Profeta le insinuó que arreglara su cabello. Lo hizo y se presentó de nuevo ante el Profeta, que dijo entonces: ¿No es esto mejor a que me venga alguien de vosotros con el pelo enmarañado, como si fuera un demonio?

Asimismo, relata Yabir Ibn Abdullah que el Mensajero de Dios vio a un hombre que iba desgreñado y entonces dijo: ¿Acaso no encuentra este hombre nada con que arreglarse el pelo? También vio a otro que llevaba ropa sucia y dijo: ¿Acaso no encuentra este hombre nada con que lavar la ropa?

Ciertamente la elegancia puede alcanzarse sin exageraciones y la belleza, sin artificiosidad, siendo así que el islam aboga por cuidar la forma tras cuidar el contenido y anima a sus seguidores a alcanzar el rango más alto y a tener un buen aspecto. Dice el Mensajero de Dios: “El Paraíso estará vedado a quien abrigue en su corazón el peso de un átomo de soberbia (orgullo). Dijo un hombre: En verdad, al hombre le gusta tener buena ropa y buen calzado. Dijo el Profeta: ciertamente, Dios es bello y ama la belleza”. Según otra versión de este mismo hadiz, vino un hombre bello ante el Profeta y le dijo: ¡Ciertamente yo amo la belleza, y, como ves, he sido agraciado con algo de ella! ¡Incluso no me gusta que me superen en los cordones del calzado! ¿Acaso se considera eso soberbia? Contesto el Profeta: No, pues la soberbia es, más bien, despreciar la verdad y desdeñar a los demás”.

Relata Yabir Ibn Abdullah: “El Mensajero de Dios vio un amigo nuestro que cuidaba nuestro ganado y lo llevaba a pastar, y vestía dos mantos raídos. Ante ello pregunto el Profeta: ¿acaso no tiene otra ropa aparte de ésta?. Dijo Yabir: Pues sí, tiene dos prendas guardadas que se las regalé yo. Entonces dijo el Profeta: “Llámale y dile que se las ponga; y entonces el hombre se las puso. Cuando el hombre se disponía a marchar, el Mensajero de Dios dijo: ¿Qué le pasa? ¿acaso no está mejor así?. Pero el hombre le oyó y dijo: ¡Por la causa de Dios, Mensajero de Dios! Replico el Profeta: ¡Por la causa de Dios!”. En esta tradición profética vemos que este hombre ha sido capaz de percibir el mensaje subyacente a este sabio consejo que le ha impartido el Profeta, sacando provecho del mismo. Parece ser que este hombre era de aquellos a los que la inquietudes de la vida les impiden cuidarse, ahora bien, por mucho que la persona se vea agobiada por la acumulación de tareas y responsabilidades no debe perder de vista la obligación de cuidar su vestimenta, debiendo ser adecuada y estar limpia.

Cabe apuntar, sin embargo, que algunos devotos consideran que la negligencia en la vestimenta y la suciedad de la misma constituyen un acto de devoción pudiendo llegar a vestir ropa ajada y raída para mostrar su austeridad en esta vida y su anhelo a la vida postrera. Esto revela, desde luego, una ignorancia supina de la religión y un invento descarado de preceptos ajenos a la misma. A propósito de esta cuestión, relata el Compañero Abdullah Ibn Abbas: “Cuando me fui a Harura (una aldea al sur de Irak), me reuní con Ali Ibn Abi Talib, y me dijo: ve a ver a tal gente. Entonces, vestí lo mejor de las prendas del Yemen y me fui hacia ellos. Al verme, dijeron: Ibn Abbas ¿Qué es este ropaje?. Contesté: ¿Qué me reprocháis? En verdad, vi al Mensajero de Dios vestir mejores prendas”. Asimismo cuenta el Compañero Al-Bara ibn Azib: “El Mensajero de Dios era un hombre de estatura mediana y usaba un manto rojo: nunca he visto nada más hermoso que él”. Que la paz y las bendiciones de Dios sean con el Profeta Muhammad y con sus hermanos los Profetas que estuvieron antes que él tales como Noé, Abraham, Isaac, Ismael, David, Salomón, Moisés y el Mesías Jesús hijo de María y con todos los Profetas y Enviados.

En el próximo artículo, Dios mediante, hablaremos de la importancia que da el islam a la limpieza del hogar, de las calles y la importancia de velar por la salud y apartarse de todo lo nocivo.

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