Opinión

El puerto de Melilla. Una predicción cumplida, lamentablemente

En 1902 se creó la institución encargada de las obras y gestión del futuro Puerto de Melilla, la Junta de Obras del Puerto de Melilla y Chafarinas, a partir de 1910 denominada Junta de Fomento. Podemos decir, que estas fechas, son las que marcan el inicio del Puerto de Melilla en la configuración física que tiene en estos momentos, y aunque haya cambiado su estatus jurídico a Autoridad Portuaria, sigue siendo un organismo público dependiente del Gobierno de turno.

Desde mucho antes, sin embargo, los distintos embarcaderos y pequeños muelles fueron la puerta de entrada y el pulmón que daba vida a la Ciudad de Melilla en sus más de quinientos años de historia. Historia, que nos guste o no, ha estado ligada para lo bueno o lo malo -de todo ha habido- con las tierras vecinas y sus habitantes y ha servido de cordón umbilical con el resto de nuestros compatriotas y paisanos europeos.

La historia de nuestra empresa familiar desde 1915 siempre ha estado unida al Puerto. Desde chicos hemos oído decir en casa que “papá está en el muelle trabajando” y todos los hermanos hemos ido los sábados o los domingos a pasar el rato y jugar en el “muelle”. Y aquí seguimos -y seguiremos- vinculados al Puerto y sus muelles por muchos años más a pesar de todo.

Hace la friolera de 33 años me publicaron unas declaraciones en la revista “Port News Paper” en la que manifestaba que “el Puerto, es para Melilla, el pulmón de su actividad económica”. Y añadía: “el Puerto de Melilla será lo que sea de la Ciudad en que abre sus muelles. Si el futuro de la Ciudad se enfoca al turismo, será un puerto turístico adornado con un más que probable puerto deportivo, Si el futuro de Melilla se desarrolla como centro de distribución y regulador de mercancías dada nuestra situación geográfica y pertenencia a la CEE, pues tendremos un puerto operativo en ese sentido. Y, si no se desarrollan ninguna de estas alternativas, el Puerto de Melilla irá palideciendo paulatinamente hasta convertirse en un mero embarcadero”. Más adelante reflexionaba diciendo que “esta dependencia “natural” del vecino Reino ha proporcionado un florecimiento del comercio y un buen nivel de vida a su población”. Y acababa preguntándome: “¿qué pasará cuando la frontera de Marruecos se impermeabilice de forma efectiva? ¿Qué reciclaje experimentará el comercio tal y como está concebido actualmente? El desarrollo de Melilla debería enfocarse salvando esta dependencia.”

Esta no era una profecía -propia de un augur o un vidente- sino una predicción fruto de la reflexión -de un entonces, joven empresario- que como todas las empresas familiares tenía puesto el foco en el largo plazo. Supimos adelantarnos a lo que, por desgracia, ha ocurrido y ya -en 1997- ampliamos nuestras actividades a otros sectores económicos y más lejos de nuestra querido “muelle”. Me considero, por tanto, un pionero en eso de “mirar al norte” y que ahora está tan de moda, pero sin abandonar nuestras raíces. Hicimos todo lo contrario que los políticos, que no ven más allá de sus narices -las próximas elecciones- y cómo hacer para seguir calentando los asientos -que les hemos prestado- para que trabajen por nuestro futuro.

Iba a dar cifras, pero creo que ya son conocidas de todos y no merece la pena. La imagen actual de nuestros muelles -vacíos de contenedores, de mercancías, de camiones entrando y saliendo- no puede ser más desoladora y con pocas perspectivas de que ello cambie. El Reino de Marruecos, siguiendo su hoja de ruta para asfixiarnos, social y económicamente, impuso unilateralmente -en agosto de 2018- la prohibición de realizar importaciones a través de la aduana terrestre -cuya creación ellos mismos habían solicitado a España en 1957- sin que el Gobierno actual en manos del PSOE y sus socios (comunistas, filo-etarras y separatistas) hayan hecho la mínima protesta o acción diplomática ante tamaña agresión a nuestra soberanía, a los distintos Tratados bilaterales e internacionales y a los intereses económicos del Puerto, de las arcas municipales y de muchas empresas y trabajadores. Se han perdido más de 2.500 jornales portuarios desde 2018, varios millones de euros en los ingresos de la APM, otros tantos o más en los de la CAM y sin contar las pérdidas de ingresos y puestos de trabajo de las empresas relacionadas con el puerto y el comercio.

Lamentablemente, los políticos de un color u otro, han desperdiciado más de 30 años en construir un futuro para nuestra Ciudad. Y es que- ni tan siquiera, ahora- son capaces de ponerse de acuerdo en sacar para adelante un Plan Estratégico que nos permita vislumbrar la luz al final del túnel. Lo último de encargar a Tragsatec otro nuevo Plan Estratégico para Melilla -que aún sigue publicando ofertas de trabajo para ello- puede ser otra excusa más para seguir sin hacer nada o dilatarlo en el tiempo. Aunque tampoco es que en la Ciudad nos estemos dando mucha prisa por aprobar el que se ha trabajado durante un año y presentado en octubre pasado.

Unos, empecinados en una ampliación del puerto proyectada para una absurda “terminal de contenedores” y la excusa de trasladar allí las instalaciones molestas o insalubres. Los otros, vendiéndonos -cual “Dottore Dulcamara”- el “elixir” de los mejores contratos marítimos de la historia y las “OSP” aéreas permitiendo que los precios de los billetes sean prohibitivos para los melillenses incluso con la bonificación del 75% y -no digo nada- para los miles de turistas que nos han prometido vendrían del norte. ¿A qué están esperando nuestros políticos para plantarse en la Moncloa y poner la petición de soluciones -que las hay- encima de la mesa? Por cierto, ¿dónde está puesta la “primera piedra” del pantalán de cruceros con dinero disponible desde el año pasado? Ni el actual presidente tiene capacidad para liderar nada ni los consejeros miembros del partido del Gobierno de Sánchez son capaces de poner en aprietos a sus jefes de Madrid. Al resto, ni los reciben ni los escuchan en Madrid. Apañados estamos…

Este es el triste panorama: la economía por los suelos, una ciudad mal comunicada, con escaso y caro parque de viviendas, sin vida por las calles y en los comercios, llena de extranjeros -adultos y menores no acompañados- que han entrado irregularmente y que -al parecer- es un “negocio” para algunos, con suciedad y perros asilvestrados con rabia sueltos en las calles, colegios con las ratios por clase y tasas de abandono escolar más altas de España y con muchos -demasiados, diría yo- jóvenes parados sin oficio alguno y ningún tipo de formación adecuada a las necesidades de las empresas tecnológicas o de cualquier otra actividad y que solo están esperando tener la suerte de conseguir las ayudas de los distintos Planes de empleo que son “pan para hoy …y nada más” o marcharse de nuestra Ciudad en busca en un futuro. Este triste panorama es el presente de la Ciudad. El del puerto no es más que su reflejo…

El Puerto de Melilla no debería estar sometido a las mismas reglas de autosuficiencia financiera que el resto de los puertos de interés general del Estado. No se le puede exigir -sin que se le compense por ello- que bonifique al 50% de las tarifas sobre los escasos tráficos de pasajeros y mercancías cuando a los puertos del otro lado del “charco” que cubren las líneas con Melilla no se aplican. No puede seguir soportando el coste de las inversiones y los gastos derivados de mantener la seguridad de sus instalaciones y de las personas que las usamos. Tanto el Puerto de Melilla como el de Ceuta deben ser considerados “puertos estratégicos” dada nuestra “insularidad” y tener asegurada su viabilidad sin depender de los tráficos -cada vez menores- ni del reparto del Fondo de Compensación que aportan el resto de los puertos. Esta necesidad se la he transmitido a tres de los cuatro últimos presidentes del Organismo público Puertos del Estado cuando he podido reunirme con ellos. Hace tan solo unos días, lo hice con el actual presidente y es consciente de ello.

Los Reyes Magos vienen de año en año -lo sé de buena tinta- pero los Fondos Europeos extraordinarios para la Recuperación no volverán y no podemos dejar pasar esta oportunidad única. Mientras, nuestro Puerto -nuestros queridos “muelles”- seguirán languideciendo por muchas iniciativas que puedan presentar sus actuales gestores o nos inventemos los empresarios para dar cierta vida al mismo. Una pena y una realidad que ya predije hace la friolera de 33 años, lamentablemente.

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