Una semana después del doble homicidio en la ensenada de las Galápagos, junto a la cuesta de la Alcazaba, aún se desconoce si la Administración local, la central y las Fuerzas de Seguridad han decidido tomar alguna medida para tratar de evitar que vuelva a repetirse un suceso de esas características.
El debate político en nuestra ciudad tras la muerte de una mujer y su amigo a manos, presuntamente, del ex marido de la primera, no ha dado mucho de sí. No ha ido más allá de habitual rifirrafe entre el Gobierno y la oposición; el primero sacudiéndose cualquier indicio de culpa y los otros limitándose a señalar con el dedo.
Una semana después, los ciudadanos seguimos sin saber qué falló o qué se podía haber hecho y no se hizo para evitar el trágico final de Hannan Outmane y su amigo Mohamed Ohadik. Mientras se confirma si Salah El Kajjoui, el ex marido de la mujer, es el responsable de ambas muertes, la principal preocupación de los responsables de combatir la violencia de género en el Gobierno melillense y en la Delegación del Gobierno debería ser repasar cada detalle del expediente de esta joven para encontrar posibles errores o descuidos. Y en cualquier caso, si todo los protocolos se han aplicado de modo correcto, habrá que ver qué es necesario mejorar para que no vuelva a producirse un trágico desenlace como el que tuvo lugar hace una semana.
De momento, nadie ha entonado el ‘mea culpa’. Hasta ahora, si alguien ha abierto la boca ha sido para decir ‘tua culpa’, una aportación sin ningún valor para quienes tienen algún interés en poner fin a la violencia de genero. Tampoco aportan nada las recreaciones con pretensiones artísticas de quienes buscan la inspiración literaria en este tipo de sucesos tan dados a la demagogia fácil, a la autoflagelación ejemplarizante y al sentimentalismo de pasar el rato. Si muertes como la de Hannan Outmane y Mohamed Ohadik obligan a alguien a coger papel y bolígrafo, debería ser para exigir soluciones a los cargos políticos con responsabilidades en la lucha contra la violencia de género. No hay tiempo que perder en soliloquios, sobre todo si quien es tentado por las musas de la creatividad tiene como primera ocupación emplear toda su inspiración en evitar que vuelvan a producirse episodios similares al ocurrido hace una semana en la cuesta de la Alcazaba.
De momento, desde la Unidad de Coordinación contra la Violencia sobre la Mujer de la Delegación del Gobierno y desde la Viceconsejería de la Mujer sólo llega un sepulcral silencio. Desconocemos si se está repasando el protocolo para evitar nuevas muertes como la de Outmane y Ohadik, no sabemos si falló algo ni tenemos noticias de que haya algún interés en mejorar los procedimientos.
Una semana después del trágico suceso, con un puente de tres días por medio, no es probable encontrar en nuestra ciudad un responsable político dispuesto a asegurar que si se dan las mismas circunstancias que en el caso de Hannan Outmane, el final no sería el mismo. Lamentablemente, las muertes de esta joven y su amigo sólo han servido de excusa para abrir un nuevo debate estéril entre gobierno y oposición, además de inspirar algún escrito de dudosa utilidad si la principal responsabilidad de quien lo redacta es velar por la seguridad de las mujeres víctimas de los malos tratos.
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