A veces creo que los políticos que integran el tripartito de Melilla se creen que somos tan tontos como para creernos sus sandeces. Lamento darles una mala noticia: no, no nos las creemos. Hay fake news que cuelan con más solvencia.
Este miércoles, la vicepresidenta de la Ciudad Autónoma, Gloria Rojas, ha dicho que “es normal” que haya discrepancias en un Gobierno de coalición. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero querida Gloria, lo que no es normal es, en primer lugar, que cuando hay desacuerdo el motivo de la discordia trascienda oficialmente a la opinión pública y, en segundo lugar, que en un gobierno de tres, los socialistas sean denominador común en todas las broncas. Estáis como el perejil, en todas las salsas.
Nadie duda que en la Junta de Andalucía hay discrepancias entre Juanma Moreno (PP) y Manuel Marín (Cs). Sin embargo, el mensaje de unidad que lanzan a la opinión pública anima a creer que una Andalucía mejor es posible y de hecho lo es. Andalucía superó a Cataluña en junio y por primera vez se convirtió en la comunidad con más autónomos de España. Hay coalición, discreción y, además, resultados.
En Melilla, el último espectáculo que nos ha dado el tripartito es la elección del presidente de Promesa, un ente público que en teoría es un “dinamizador de inversiones para fomentar la innovación, la competitividad y la creación de empresas”. Y digo en teoría, porque Promesa está sin presidente desde que Julio Liarte dimitió en marzo del año pasado. Eso significa que el Gobierno de coalición de esta ciudad ha necesitado 17 meses para finalmente no ponerse de acuerdo y dar un cantazo monumental.
Eso pasa en plena ola de creación de empleo y puede que no se note. Pero lo realmente indecente es que haya pasado en medio de la crisis social que arrastramos por la pandemia del coronavirus y de la crisis económica que sufrimos por la asfixia a la que nos someten Marruecos y la falta crónica de inversiones del Estado.
A la votación del presidente de Promesa, el PSOE ha llevado un candidato alternativo al diputado no adscrito Jesús Delgado Aboy. El aspirante socialista, que es aún una incógnita, no consiguió los votos suficientes para ganar el pulso al ex representante de Vox, que fue apoyado por Coalición por Melilla.
Para que se entienda, la pelea no es entre el presidente Eduardo de Castro, al que se le supone liberal, de centro derecha y la izquierda representada por CpM y PSOE. La discordia es entre las dos fuerzas políticas que se presentan a las elecciones como partidos progresistas.
En alguna ocasión, un miembro del Gobierno me ha comentado que lo que más le molesta del PSOE de Gloria Rojas es que pese a tener sólo cuatro diputados, actúa como si gozara de la mayoría absoluta y gobernara en solitario.
Entiendo que es difícil para Rojas admitir que ella no tiene el poder que tuvo Imbroda y que, por el camino que va, difícilmente lo alcance. También comprendo que para una socialista es imposible apoyar a un ex diputado de Vox con el que ideológicamente mantiene las distancias.
Pero también puedo adivinar los motivos por los que CpM apoya a Delgado Aboy. En mi opinión, lo hace por lo que pueda pasar. El voto de diputado no adscrito a ningún grupo en la Asamblea es imprescindible para frenar cualquier maniobra política que intente abortar la continuidad del Gobierno. Los de Aberchán se han propuesto llegar al final de la legislatura. Ese es su objetivo y han enfilado hacia ese punto a toda vela y sin distracciones. Cueste lo que cueste.
En cuanto a Delgado Aboy, no podemos compararlo con el otro candidato desconocido, pero siendo prácticos, creo que aportará al cargo su experiencia empresarial. Porque a diferencia de lo que piensan los novatos que entran en política a “aprender”, a este mundo debería entrarse con experiencia de gestión, sobre todo, en el sector privado.
En definitiva, que ya podemos hablar más de certezas que de sospechas cuando decimos que no hay sintonía entre PSOE y CpM. Esos desacuerdos puede que estén detrás del monstruo de Gobierno que han montado con consejeros a punta pala. También podría explicar los meses que ha tardado la diputada que sustituye a Aberchán en tomar posesión de su cargo.
Es todo tan ridículo que da vergüenza ajena verlos actuar. Llegaron al poder con la intención de cambiar las cosas y de hacer política útil y no han hecho ni lo uno ni lo otro. Han engordado la Administración hasta dar vergüenza en las filas propias y ajenas. Han aireado sus trapos sucios hasta hartar a la ciudadanía. Han dilapidado dos años y siguen sin darse cuenta de que ya nos están sobrando.
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