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Psicólogos retratan al melillense como hospitalario, español y sin estereotipos

Ciudadanos nacidos o afincados en la ciudad se definen como sociables, amables, serviciales y habladores donde no tienen que hablar · Los foráneos los ven tranquilos y conservadores.

Sociable, amable, servicial, hablador donde no tiene que hablar y amigo de gastar dinero. Ésa es la idea que tienen sobre sí mismos los melillenses nacidos o afincados en la ciudad.
Las personas que vienen de fuera ven al melillense como una persona tranquila, hospitalaria, conservadora y un poco “inquilina”: “No cuida la ciudad porque tiene la sensación de estar de paso”.
Expertos consultados por El Faro coinciden con unos y otros. El vicedecano del Colegio de Psicólogos de Melilla, Daniel Ventura, define a los melillenses como hospitalarios, familiares, altruistas, amigos de los amigos y de las fiestas, divertidos, alegres y con ganas de disfrutar.
Para el psicólogo Juan Manuel Fernández Millán el melillense es, ante todo, hospitalario.
Ambos están de acuerdo en que es muy difícil hablar de estereotipos a la hora de referirse a un melillense con la facilidad con que se estigmatiza al catalán, al madrileño o al vasco.
“El carácter de los melillenses es muy diverso porque tenemos diversas culturas. Pero lo que los unifica a todos es la hospitalidad. Intentamos ser espléndidos con el visitante”, apuntó a El Faro Fernández Millán.
El psicólogo Daniel Ventura admite que “el carácter de los melillenses es muy complejo y difícil de definir. De los melillenses se podrían decir muchas casas, pero desde luego no creo que haya, como en otras ciudades, un estereotipo definido”. Es por la multiculturalidad. Pero he escuchado a la gente de fuera decir que aquí se vive bien y que el melillense es tranquilo, generoso y hospitalario. El problema de los estereotipos es que suelen resaltar ideas no reales o poco verdaderas y por tanto no representan la realidad de un pueblo”.

¿Más africano que andaluz?

Los psicólogos no se ponen de acuerdo a la hora de definir si el melillense es más africano que andaluz. “Hay de todo. Están los que se sienten más africanistas y los que se definen como más andaluces, pero sobre todo, somos y nos sentimos melillenses. Tenemos raíces muy arraigadas a los andaluces, pero es indudable que también al continente africano. Existe una parte de la población que se siente bereber y es precisamente esa parte la que enriquece su cultura, la mantiene y la intenta difundir. Lo más importante es que los melillenses se sienten muy españoles”, señala Daniel Ventura.
Para el psicólogo Fernández Millán, entre las diferentes culturas que conviven en la ciudad destaca la de los musulmanes que son, en su opinión, “más familiares y centrados en su religión. Ellos siguen viendo normal tener dos o tres hijos, mientras que la población católica ha dicho: Vamos a reducir el número de hijos, pensando en las posibilidades económicas de la familia”, comenta Juan Manuel Fernández Millán.
“Son los musulmanes los que han conseguido que Melilla siga siendo una de las pocas autonomías en las que sigue creciendo la población”, añade.
Daniel Ventura considera de manera muy positiva para la ciudad la multiculturalidad. “Los melillenses de todas las culturas convivimos, compartimos e intercambiamos diferentes aspectos de cada una de las culturas. Disfrutamos de la comida bereber, de su vestimenta y sus joyas. Muchas de las fiestas que celebran las diferentes culturas son compartidas por personas de culturas diferentes”.

“Melilla no es muy chica. Es muy grande para los melillenses”

Una de las desventajas de vivir en una ciudad geográficamente aislada, explica el psicólogo Juan Manuel Fernández Millán, es que la gente no tiene perspectiva con que compararse. A la pregunta de si Melilla es muy chica, un melillense consultado por El Faro contesta: “Melilla no es muy chica. Es muy grande para nosotros. Grande en bondad y en corazón, amabilidad y simpatía. Es lo mejor que hay en España”.
Ninguno de los ciudadanos entrevistados por El Faro encontró un solo adjetivo con que definir al melillense a la primera. “Hay mucha clase de melillenses”, apunta un lector de El Faro.
Lo que está claro es que no tienen nada que ver con los catalanes. “El melillense es de gastar dinero. No ha sido tacaño en la vida”, aputan a El Faro.
A la hora de elegir entre lo mejor y lo peor, lo tienen claro. “Lo mejor de Melilla es su gente. Lo peor, los ‘chorizos’ que entran en la ciudad”. Y se trata de elegir entre mujeres y hombres, ellos aseguran que los hombres tienen mejor carácter. Ellas les quitan la razón.

“Les encanta tener muchos invitados a todas horas en casa”

Una de las cosas que más llama la atención a los que vienen de fuera es lo que les gusta a los melillenses invitar a familiares y amigos a compartir alrededor de mesa y mantel en su casa. “Les gusta tener muchos invitados a todas horas en casa”, apunta un melillense de adopción.
A otra encuestada lo que más le llama la atención es que en medio de la avenida dos coches obstruyan los dos carriles y los conductores paren para saludarse.
Para otros, los melillenses son conservadores y su vida está perfectamente atada a la tradición.
También destaca la tranquilidad con que un melillense es capaz de pararse en un semáforo en verde a comprar un cupón de la ONCE o con la que los camareros sirven en los bares.
Es significativo, además, a ojos de los que vienen de fuera, la suciedad que hay en la que puede ser la ciudad que más operarios de limpieza tiene de toda España. “En Melilla no paran de limpiar y la ciudad siempre está sucia”, comentan.

Aislados, clasistas y con perspectivas cerradas

Estamos aislados y nos sentimos en una isla. Eso hace que los melillenses tengan el sambenito de demostrar que su ciudad es la mejor. Como en Canarias o Baleares, en Melilla se sufre la insularidad. Ahora es más fácil salir a la península, pero hasta los años noventa sólo salían los que tenían un nivel económico medio alto. Eso ha hecho que el melillense aún tenga perspectivas muy cerradas y no encuentre un término medio. Piensa que lo suyo es mucho mejor o mucho peor de lo que en realidad es porque no tiene con quién compararse”, señala el psicólogo Juan Manuel Fernández Millán.
De ahí viene, en parte, el pesimismo que caracteriza en general a los españoles. “Cuando no comparas, crees que lo tuyo es mejor o crees que no sirves para nada o que lo estás haciendo muy mal”, insiste Fernández Millán.
Ahora las cosas han cambiado, añade el psicólogo. “La gente de Melilla ve más mundo desde que empezó a viajar a la península, al extranjero, a salir a Marruecos. Eso ha hecho que el melillense le pierda el miedo al exterior y compruebe que el mundo es más que el mar por un lado y el Gurugú por el otro”.

Creen que hay pocas mujeres

“Hasta el año noventa en Melilla había una población flotante de soldados que hacía que la proporción fuera (exagerando) de diez hombres y una mujer. Esa perspectiva se ha quedado arraigada y el hombre sigue teniendo la sensación de que hay pocas mujeres”, señala Fernández Millán.
No es sólo una sensación. Los datos le dan la razón al psicólogo. En Melilla hay más hombres que mujeres registrados en el padrón. Y este dato sorprende porque en la mayoría de las regiones españolas ocurre lo contrario. La ciudad autónoma cerró 2011 con 40.256 hombres y 38.220 mujeres censadas. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) había empadronados 2.036 hombres más que mujeres.
En el marco de las relaciones de pareja se ha superado la época de “las castas” formadas alrededor de la Hípica, el Club Marítimo, el Casino Militar y el Colegio La Salle.
“Eso está superado y ahora hay una relación normal entre la gente de barrio y la del centro. Ahora se tienen más en cuenta las diferencias culturales que las económicas a la hora de formar pareja. No obstante, subyace la sensación de que la gente tiene un nivel económico superior mientras más cerca vive del mar”, añade el psicólogo.
Para el vicedecano del Colegio de Psicólogos, estas diferencias no son tan llamativas y “la población melillense sirve de espejo donde otras comunidades podrían mirar para aprender una forma más constructiva de convivencia”.

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