Los padres de Emin y Pisly vuelven hoy a manifestarse a las puertas de la Ciudad Autónoma para recordarle a todos los políticos de Melilla que pueden hacer mucho más para que se haga justicia y los asesinos de los dos jóvenes paguen por su crimen.
Esta petición va dirigida especialmente a la Delegación del Gobierno, a la Embajada de España en Rabat y el Consulado español en Nador. Se echa en falta un compromiso serio de todos en aras de esclarecer lo que ocurrió el 27 de octubre de 2013, en aguas marroquíes cercanas a Punta Negri.
La manifestación de hoy es especial no sólo porque tras dejar atrás lo que parece ser lo peor de la pandemia, las familias de los dos jóvenes asesinados vuelven a convocar una protesta presencial sino porque se cumplen ya 7 años y 7 meses de la muerte de los dos melillenses y aún no hay un solo detenido por ello. Quien a estas alturas crea que ese crimen va a quedar impune, se equivoca.
Este aniversario es especial, además, porque llega justo una semana después de la marcha sobre Ceuta y del inicio de la desleal presión migratoria sobre la valla de Melilla, con entradas de marroquíes que huyen de su país, como si estuvieran huyendo de la guerra. Es lo que tiene el hambre y la pobreza, obligan a emigrar.
Siempre hemos defendido desde esta columna de opinión, que la muerte de Emin y Pisly a manos de la Marina Real marroquí marcó el principio de la escalada de tensión entre Marruecos y España. Es el mismo conflicto que ha terminado por estallar 8 años después, con la entrada del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en nuestro país, para atenderse de coronavirus en un hospital de Logroño.
Puede parecer una exageración ubicar el inicio de la falta de confianza mutua entre España y Marruecos en 2013, cuando supuestamente existía una colaboración real en la valla, para devolver migrantes en caliente sin que estuvieran legalizados los rechazos en frontera ni se apelara al Tratado hispano-marroquí de 1992, que tardó diez años en entrar en vigor y sólo se ha usado en contadas ocasiones.
En 2013, Rabat mostró a España el poco respeto que le merece nuestro país, cuando se negó a investigar seriamente lo ocurrido en Punta Negri. No hace falta elucubrar con lo que se hizo o lo que se dejó de hacer. La realidad es que 7 años y 7 meses después, las familias de Emin y Pisly siguen en pie de guerra, buscando a los asesinos de sus hijos y reclamando justicia.
Los que vivimos de cerca aquel 2013 en Melilla, recordamos perfectamente todas las promesas hechas por quienes hoy ocupan cargos relevantes en la política de esta ciudad. Cuando prometieron justicia, estaban en la oposición. El tiempo nos ha demostrado que al llegar al poder han creído que concertando una cita en Madrid cumplían su palabra.
Pero no lo han hecho. Tampoco lo hizo el PP en su momento, ni el ex ministro Margallo. Todos probablemente rezan en silencio para que los padres de Emin y Pisly desistan, tiren la toalla y se den por vencidos.
Nos mataron a Emin y Pisly, pero ése no es nuestro único problema. Todos sabemos que si no se hace justicia pueden seguir matando jóvenes de esta ciudad sin que podamos hacer nada para impedirlo. Nada nos va a devolver a esos dos muchachos, pero podemos evitar que lo que le ha pasado a sus familias le pase también a otras.
El problema es que hay muchas familias de esta ciudad que nunca han vuelto a saber de hijos que salieron a la mar y no han vuelto. ¿Corrieron la misma suerte que Emin y Pisly? ¿Cuántos melillenses nos han matado extrajudicialmente en aguas marroquíes?
No lo sabemos. Por eso aquí, como en la guerra, está prohibido olvidar.
En estos momentos en los que Marruecos ha roto relaciones con nuestro país, tenemos que tener claro que no podemos cerrar en falso este conflicto, como si esto fuera sólo una crisis provocada por la acogida de Brahim Ghali y su entrada a España en un avión del Gobierno argelino, supuestamente con una identidad falsa.
No es ni puede ser la solución para un conflicto como el que tenemos ante nosotros. Hay que empezar por reclamar justicia. Donde hay un asesinato, hay necesariamente un crimen. Y no es de recibo que en pleno siglo XXI tengamos dos jóvenes muertos y sus asesinos tomando té con pastas en Marruecos, como si nunca hubieran destrozado dos familias de Melilla.
Quienes dispararon, tienen que pagar por lo que hicieron. Por eso es tan importante que los melillenses se sumen al reclamo de los padres de Emin y Pisly. Hay que buscar la manera de mostrar apoyo, para que los socialistas y sus personas afines que hoy están en la Delegación del Gobierno, el Ministerio de Exteriores, la Embajada de España en Rabat y el Consulado de Nador sientan vergüenza (si la tienen) por mantenerse cruzados de brazos, con temor a que la crisis con Marruecos vaya a más.
Hemos tocado techo y ahora sólo hay dos caminos: recomponer la relación desde el respeto y la lealtad mutuas o romper relaciones definitivamente. Es absurdo optar por la segunda opción en un mundo globalizado y desde una ciudad fronteriza, pero esa decisión no es nuestra. Ellos tienen la última palabra. Un primer paso podría ser entregar a los asesinos de Emin y Pisly.
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