Ambas ONGs melillenses apuntan que el problema se ha enquistado en los últimos años.
La campaña iniciada por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), que tiene por objetivo atraer la atención de diferentes instituciones nacionales y europeas sobre la situación que sufren las porteadoras marroquíes que se ganan la vida pasando fardos de mercancías a través de la frontera que divide Melilla y Ceuta del país vecino, no ha pasado desapercibidas para las ONGs locales. Dos de ellas, Prodein y Pro Derechos Humanos de Melilla, se sumaron ayer a este conjunto de reclamaciones para que se mejoren las condiciones laborales de estas mujeres.
El máximo dirigente de Pro Derechos Humanos de Melilla, José Alonso, fue uno de los participantes en la reunión que tuvo lugar el pasado mes en Tetuán, donde se dieron cita numerosas asociaciones humanitarias para debatir sobre la problemática de las porteadoras. Cabe destacar que de este encuentro surgió la iniciativa que está desarrollando APDHA.
En declaraciones realizadas a El Faro, Alonso destacó que se trata de mujeres que realizan su labor “al margen de toda protección legal”, tanto por parte de España como de Marruecos. “Es algo inadmisible en un país de la Unión Europea (UE)”, criticó. Además, destacó que están faltas de protección en aspectos tan básicos como la higiene y su seguridad personal. “Ganan una miseria por un día de duro trabajo en el que a veces se juegan la vida”, lamentó.
Asimismo, subrayó que lo más preocupante es que el problema se ha enquistado en los últimos años. “Parece que da igual cuánto se denuncie lo que ocurre. Las soluciones son una cuestión de mera voluntad política, pero parece que los máximos responsables nunca se atreven a abordar el asunto con seriedad”, agregó.
Por último, realizó un llamamiento público para que se mejoren las condiciones laborales de estas mujeres, que se ven obligadas a trabajar “en un limbo jurídico donde nadie les garantiza nada”.
Con similares palabras se pronunció el máximo dirigente de Prodein, José Palazón, quien también afirmó que el principal problema en el caso de las porteadoras es que no ha habido novedades en los últimos años. “La situación es la misma que cuando Pedro de Estopiñán llegó a Melilla”, ironizó Palazón.
“Mínimas medidas”
No obstante, destacó que como “mínimas mejoras” en época de calor se instala en el puesto fronterizo del Barrio Chino, el más transitado por este colectivo, toldos para paliar los efectos de los rayos del sol. Una medida que Palazón calificó de positiva, aunque también como insuficiente.
Tanto Palazón como Alonso aplaudieron la campaña comenzada por APDHA y se mostraron esperanzados en que su esfuerzo consiga que la opinión pública gire la cabeza hacia la situación que sufren estas mujeres.
Además, recordaron que en 2009 falleció arrollada una mujer marroquí de 41 años en el paso fronterizo del Barrio Chino cuando cargaba con un pesado fardo a sus espaldas. “Pese a esta muerte, no se han tomado las medidas suficientes para evitar que ocurra una desgracia similar”, concluyó Alonso.
Fardos de hasta 80 kilogramos para ganar 8 euros
Desde primera hora de la mañana, miles de porteadoras cruzan la frontera del Barrio Chino cargando sobre sus espaldas bultos de mercancías de hasta 80 kilos con el objetivo de transportarlos a Marruecos y ganar poco más de ocho euros por trayecto.
La regla de tres está clara. Cuanto más pese el fardo, más dinero se recibirá al otro lado de la frontera.
La jornada se inicia cerca del puesto a primera hora de la mañana, a la espera de que comiencen a llegar a sus inmediaciones los primeros vehículos con mercancías. En cuanto aparece uno, decenas de personas pugnan por hacerse con algún bulto.
Es la ley del más fuerte, que obliga a los que ceden a los empujones a tener que caminar hasta cerca de la zonas de las naves para conseguir hacerse con algún bulto.
La mercancía es de lo más variada; comida, ropa, enseres para el hogar. Cualquier tipo de objeto con un mínimo de valor es susceptible de ser cargado. La única regla es que la frontera hay que traspasarla con un sólo fardo.
Una norma que tiene como principal consecuencia que las porteadoras no duden ni un momento en echarse sobre las espaldas hasta 80 kilos de mercancía para convertirse por unas horas en una auténtica bestia de carga humana.
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