Por segunda semana consecutiva, durante la sesión de control al Gobierno por parte de la oposición (sí, sí, han leído bien, de control al Gobierno por parte de la oposición, aunque este Gobierno la ha convertido en lo contrario, es él el que se atribuye la misión de controlar a la oposición), el presidente del Gobierno ha tenido a bien distinguir a alguno de los miembros del Gobierno que le precedió en las responsabilidades gubernamentales con el apelativo de “mangantes”. No se sabe muy bien a quién se refiere, aunque probablemente no sea a ninguno de ellos, sino que sea un mero recurso retórico, con el que, sin que él pueda evitarlo, queda de manifiesto para todos los españoles la vileza de su carácter.
No parece ser consciente el Presidente del Gobierno de lo infructuoso de sus esfuerzos para alejar del imaginario colectivo de la inmensa mayoría de los españoles, incluidos muchísimos de los que le votaron, la imagen de abyección y falta de decoro que produce el sacrificio de la dignidad de todos los españoles en el altar de su egolatría y de su falta de escrúpulos.
Cuenta para esta tarea con la inestimable colaboración de algunos de sus Ministros, que repiten sin desmayo las consignas que reciben, para hacer permanecer en la memoria de los españoles las conversaciones del Comisario Villarejo con ex-dirigentes del Partido Popular. Asuntos cancelados judicialmente, pero que parecen de la máxima actualidad para el Gobierno de España y los medios de comunicación que le respaldan en esta tarea de recuperación de escuchas telefónicas, cuya divulgación hoy, no parece repugnar a la sensibilidad de gobernantes aparentemente incapaces de hacer frente a los problemas del presente y del previsible futuro.
Parece un insulto a la inteligencia de los españoles y en este caso especialmente de los andaluces, adornar cada proceso electoral, en este caso el andaluz, con una suerte de recreación de actuaciones, que, si bien fueron sometidas a análisis judicial en el pasado, han sido reiteradamente descartadas como constitutivas de conductas que pudieran verse sometidas al menor reproche legal. Al presidente del Gobierno que sufrimos parece darle igual.
Se da el caso peregrino, además, en estos momentos, de que el apoyo para hacer frente a sus responsabilidades que nos afectan a todos, en lo que se refiere a la solidaridad a mostrar hacia Ucrania, junto con el resto de nuestros socios de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica, lo recibe fundamentalmente del partido hacia el que dirige sus intentos de afrenta y ofensa ya que los suyos, en diferentes frentes, le exigen lo que no está en condiciones de ofrecer (o sí) a cambio de continuar prestándole su apoyo. Y es que los intereses de todos ellos no coinciden. Los de él son, exclusivamente, los de mantenerse en el Gobierno y los de ellos son los de arañar, por ese regalo que le ofrecen, el mayor número de privilegios sectarios posibles, independientemente de que los mismos sean nocivos para los intereses generales de los españoles.
Y es en este ámbito en el que el presidente del Gobierno se encuentra inmerso en el mayor nivel de contradicción al que puede hacer frente. Mientras la oposición, a la que él maltrata y ofende, le ofrece su respaldo para defender la dignidad de los funcionarios públicos, en especial los de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o los del Centro Nacional de Inteligencia, él tiene que poner en tela de juicio su eficacia, asegurando que él también es objeto de escuchas telefónicas y estos funcionarios no son capaces de garantizar su seguridad, es decir, de cumplir con su obligación. No repara para ello en hacer públicas presuntas vulnerabilidades de nuestro sistema de seguridad nacional o supuestas incompetencias de los funcionarios responsables de garantizarla. Y eso a menos de seis semanas de que España acoja la celebración de una cumbre de la Organización con mayores responsabilidades en la actualidad de garantizar nuestra seguridad y nuestra defensa colectivas. Es un alivio saber que los responsables de esa organización saben que la polémica abierta por nuestro Gobierno no obedece a motivos reales de inseguridad sino de irresponsabilidad de nuestros gobernantes para utilizar actuaciones de nuestros servicios de seguridad como munición política para sus fines partidistas.
Mientras todo esto ocurre, el principal partido de la oposición, el Partido Popular, desatendiendo todas las añagazas con las que este Gobierno pretende distraer la atención de los españoles, que bastante tienen con lo que tienen, se afana en buscar y proponer soluciones viables y realistas a los problemas reales de los españoles, que, a día de hoy, se manifiestan, fundamentalmente, en la bolsa de la compra, esto es, en llegar a final de mes, poder pagar su alimentación, su factura energética, su transporte y su modo básico de vida. Pero esto, lamentablemente, no es lo que ocupa ni lo que preocupa a nuestro Gobierno. Su preocupación está centrada en las encuestas y en el hundimiento de su credibilidad, que no parece remontar. Ello arroja una imagen de desasosiego y de desesperación difícilmente ocultables.
Es absolutamente perentorio y de urgente necesidad para el interés general, que el Gobierno de España se libere de sus obsesiones electoralistas y demoscópicas y en lugar de dedicarse a hacer oposición a la oposición, que es lo que mejor se le da, pero que no sirve absolutamente para nada, preste atención exclusiva a lo que preocupa y ocupa a todos los españoles que no es otra cosa más que los problemas reales.
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