Empieza una nueva legislatura legislatura con Juan José Imbroda como presidente. Ayer, volvió a recibir el collar y bastón, los atributos que representan el cargo que viene ostentando desde hace 15 años.
Se los entregó el ministro del Interior, que viajó a Melilla para la ocasión en representación del Gobierno central. La quinta entrega de ‘Presidente Imbroda’ empieza justamente al contario de como acabó la anterior. Las acusaciones, reproches y críticas subidas de tono que se prolongaron hasta el mismo recuento de votos de las últimas elecciones, han dado lugar ahora a manos tendidas, diálogo constante, promesas de cristalina transparencia en la contratación... Todo ello conforma una sintonía que ‘suena bien’ en los oídos del más importante partido de la oposición (CpM) y mucho mejor en los de única diputada de PPL. Difícilmente podía empezar mejor ‘Presidente Imbroda V’, cuyo protagonista principal ha visto cómo el Tribunal Supremo anunciaba la víspera de su investidura que los delitos que se le imputaba, en caso de ser ciertos, habrían prescrito. El papel de antagonista, que hasta sólo unas semanas estaba encarnado por el diputado Julio Liarte, se lo reparten ahora la socialista Gloria Rojas y ‘ciudadano’ Eduardo de Castro. La proximidad de las elecciones generales les impide, en el caso de que quisieran, el más mínimo acercamiento o entendimiento con líder de los populares. El ‘tiempo de hablar’ se ha terminado y no podría haber dado mejores frutos, principalmente porque los interlocutores tenían la imperiosa necesidad de entenderse. Así se lo ordenaron los electores retirando la mayoría absoluta al PP y planteando a la oposición la posibilidad de un pacto sólo posible matemáticamente. Ahora, en cambio, llega el momento de pasar de las palabras a los hechos. Hace falta que quienes designe el presidente Imbroda (¿Con la supervisión de Velázquez?) para formar el nuevo gobierno se pongan manos a la obra y traten de reanimar una ciudad que lleva meses aletargada en medio de una soporífera ola de calor. La transparencia y el diálogo que el presidente ofreció ayer en su discurso de investidura no son suficientes por sí solos para reactivar nuestra economía. Gran parte de esta función recaerá en la Consejería de Empleo que anunció ayer Imbroda, siempre que se pongan al frente de esta área a una persona capacitada y se deposite en ella algo más que confianza. No vale con los buenos propósitos. Sólo hay que mirar a la Consejería para los Distritos IV y V, que ha pasado a mejor vida sin pena ni gloria después de cuatro años, dos consejeros adjuntos e innumerables estudios que no han llegado a materializarse en nada. El paro es un problema con suficiente entidad en Melilla como para dedicar a este asunto una consejería de manera exclusiva, pero será una decepción si no pasa de la fase de estudios y análisis en la que ha permanecido atascado el que era responsable de dar un impulso a las zonas más deprimidas de Melilla, que coinciden precisamente con la que suman más parados. Mala cosa sería si, por ejemplo, el nuevo consejero de Economía se limitara a tomar el relevo de Javier González.
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