A pesar de la industria de la guirnalda y el consumismo típico de nuestra sociedad en estas fechas, lo cierto es que la Navidad tiene un importante sentido para la comunidad cristiana de Melilla: se trata de festejar la llegada de Jesús, el hijo de Dios que se hace hombre para redimir los pecados y lanzar un inequívoco mensaje del amor como fuente primera de las relaciones entre los seres humanos, independientemente de su condición y raza.
Y cuenta la Biblia que Jesús nació en un establo del pequeño pueblo judío de Belén. De ahí las innumerables representaciones que cada año se hacen de aquella localidad inmortal. Ya sea con figuras tradicionales, con innovaciones en cualquier material, más grande o más diminuto..., lo cierto es que decenas de entidades sociales y religiosas, desde iglesias a asociaciones de vecinos o museos, pasando por las cofradías, cuentan con su propia versión del Belén navideño.
Navidad tras Navidad, tanto particulares como parroquias y asociaciones trabajan para instalar el Nacimiento. No pueden faltar los protagonistas principales de la historia del cristianismo (María, José y el Niño arropados por el buey y la mula), tampoco los Reyes Magos. Lo demás se deja a criterio de los autores: pastores, casitas, animales, el río y el puente suelen ser clásicos.
Impresionante es, en ese sentido, el Playmo Belén, en el que no falta detalle. Ubicado en el Museo Etnográfico de Melilla la Vieja, cuenta con más de tres mil piezas y necesitó un mes de trabajo para llegar a convertirse en una magnífica representación de aquel pueblo famoso para toda la posteridad.
Es muy satisfactorio comprobar que siguen preservándose en nuestra ciudad las tradicionales culturales que se heredan de padres a hijos. Es la forma de dar identidad a la sociedad melillense, por otro lado diversa en su estructura. Los cristianos reúnen en estas festividades el lado más religioso con la representación de Belén y otro más pagano, como es el árbol, onmipresente, por cierto, incluso en bares, restaurantes, tiendas e instituciones públicas, entre las que se encuentran también los acuartelamientos.
La querencia por los belenes hizo que en su momento, hace ya muchos años, el ayuntamiento decidiera organizar un concurso para premiar los trabajos más destacados, originales o innovadores, un certamen que se mantiene, que establece varias categorías entre los participantes, y cuyo fallo se dará a conocer en los próximos días.
El Belén por excelencia de Melilla es, no obstante, el que la Ciudad Autónoma monta en el Foso del Hornaquete, a la entrada al Pueblo desde la Plaza de las Culturas. Se trata de un poblado con todas sus figuras, a tamaño natural, que convierten esa representación en la más grande de todas las que se exhiben en el continente africano.
Son miles los melillenses que visitan esas instalaciones durante todo el tiempo que permanece abierta al público tras su inauguración el pasado día 8. Atrae a todo tipo de ciudadanos al margen de su confesión religiosa por el rigor con que se elabora y la belleza del pueblo que se elabora por parte del área de Festejos de la Ciudad.