Editorial

El precedente de una crisis grave

El Presidente de todos los españoles, Pedro Sánchez, viajó a Ceuta y Melilla en una visita simbólica con la que pretendía aportar cierta tranquilidad a una sociedad que se ha visto sobresaltada por unos hechos graves. Graves en la actualidad, pero también a posteriori. Porque la herida abierta para la ciudad hermana ha sido de tal calado que tendrá posteriores consecuencias a todos los niveles en una Ceuta que se ha visto contra las cuerdas. Y se ha visto así con un simple gesto de Marruecos, con un movimiento de ficha sencillo. Lo que llegará después de estos días históricos se verá, porque de la presión se derivan consecuencias traducidas en miedo, en reticencias económicas, en una visión alejada de la seguridad que debe ofrecer una tierra española a todo el que quiera venir aquí a vivir o invertir.

Se ha hecho mucho daño a Ceuta, a su población, pero también al resto de España. Un país no puede estar sometido a la ley del miedo, a la ley del no molestar al ‘vecino’ porque, de hacerlo, te responde con gestos como este, con gestos contrarios al mínimo respeto a los derechos humanos que es lo que ha tenido Marruecos alentando a sus propios nacionales a arrojarse al mar, a familias enteras con sus bebés, con niños muy pequeños... Ha podido ocurrir una auténtica tragedia sin que el reino alauita haya sentido el mínimo respeto y cuidado de sus propias gentes a las que ha utilizado como particulares elementos de presión.

Esto es lo que tenemos y esto es lo que no puede consentir ni un Gobierno ni, por encima, Europa. Sobre el papel se habla de Frontera Sur de Europa, en la práctica Ceuta es la gran olvidada, la abandonada obligada a mantener a duras penas unas trincheras que se ven violentadas a criterio de otro país. Y esto es lo que no se puede pasar por alto y esto es lo que se tiene que solventar para que este pueblo, esta sociedad española como cualquier otra, no vuelva a sentir miedo, inquietud o dé fuerza a esos pensamientos/temores que anidan y se mantienen de generación en generación.

El Gobierno de España ha reaccionado tarde. Desde la madrugada del lunes, cuando empezaban a entrar grupos de personas, se tenía que haber actuado de inmediato. Pero se ha permitido no solo que pasen 24 horas, sino que en ese periodo haya entrado muchísima gente, y que entre esa gente haya mujeres, bebés y niños muy pequeños. La reacción ha llegado tarde, hasta el punto de que se ha permitido que Marruecos desatienda su deber de guardián de frontera y empuje a miles de sus compatriotas hasta tenerlos deambulando por la ciudad, en plena pandemia y sin cumplimiento de medidas mínimas de salud y seguridad.

Una ciudad como Ceuta no se puede permitir esto: indignante ha sido y es que se tuvieran que cerrar comercios, que muchas familias no llevaran a sus hijos a clase porque nada estaba preparado para atender a miles de personas que deambulaban por todos los barrios, lo que terminó alentando comportamientos radicales insanos además de alimentar las valoraciones pueriles y nada convenientes de partidos políticos oportunistas.

La acción reacción tuvo que haberse producido de inmediato, sin llegar a situaciones extremas de ver a fuerzas de seguridad desbordadas, incapaces de reaccionar ante la bajada de brazos del país vecino.

Sí, Sánchez ha venido a Ceuta y Melilla para significar que se tomarán medidas, para visualizar que es el presidente de todos los españoles y que la integridad territorial está garantizada. Pero no se puede llegar a este extremo, no se puede permitir que un país extranjero someta a la ley de la asfixia a una Ceuta española que tiene los mismos derechos que el resto de comunidades autónomas y a cuya población no se le puede chotear de esta manera, no se le puede coaccionar ni arrinconar, ni mucho menos bloquear como ha hecho Marruecos.

Estamos ante una crisis sin precedentes. Y llegan consecuencias extremas. Esto no puede volver a suceder jamás. Por el bien de Ceuta y de España.

A Marruecos hay que exigirle responsabilidades por lo que ha hecho. Y lo debe hacer Europa, la que paga y encomienda un papel que no es un capricho, es un deber.

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