Opinión

El PP y la refundición pendiente

El secretario general del PP, Teodoro García Egea, ha dado algunas pistas de por dónde va a ir la remodelación territorial del Partido Popular. Con la que tiene montada en Castilla y León, difícilmente baje los ojos hasta Melilla, pero desde el trono en Madrid envió un aviso a navegantes en el último Comité Ejecutivo: “En los próximos meses tenemos que hacer partido, partido y partido. Contar con los mejores y abrirnos a la sociedad civil”, dijo.

No sé cómo ha sentado ese mensaje entre los 3.000 militantes y simpatizantes que dice Imbroda que tiene el PP de Melilla, pero yo lo he entendido clarito y a la primera. En esta ciudad más de uno coincidirá conmigo en que partiendo de estos ‘requisitos’ propuestos por García Egea, la candidatura del diputado Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu no corre peligro. Es de los mejores y además es un fichaje estrella del entorno de Pablo Casado.

Así que los que se veían en las quinielas para sustituirle en 2023, tienen ahora mismo una piedra en el zapato. En confianza, admiten que Otazu es un buen diputado, pero dicen que les habría gustado que hubiera ido en las listas de Madrid y no en las de Melilla porque aquí descabalgó a Mari Carmen Dueñas, que es muy querida entre los rebeldes del PP, aunque no sé si lo hacen por señalarla para que el jefe le coja manía y termine siendo descartada nuevamente.

De momento seguimos sin fecha para el Congreso del PP en nuestra ciudad y hasta ahora solo está sobre la mesa la candidatura de Juan José Imbroda para renovar la Presidencia del partido. Sabemos que están a la vuelta de la esquina los cónclaves de Málaga, Córdoba, Granada, Mallorca, Valladolid y Ávila y también sabemos que integrantes de los dos bandos supuestamente enfrentados dentro del PP local han establecido contacto con Génova. Unos para ofrecer material sobre la sangría de votos que vienen sufriendo desde 2008 y otros para ofrecerse a pararle los pies a Vox, que está en racha y parece que va a por ellos en todas partes menos en Melilla.

Los resultados electorales en Cataluña han centrado la atención de la opinión pública española en el PP como el gran perdedor de las elecciones, teniendo en cuenta que la debacle de Cs era esperada y aún así, retuvieron los 6 escaños de sus inicios.

Una encuesta posterior a los comicios del 14 de febrero arrojó que si las elecciones hubieran sido en ese momento, el PP se habría convertido en un partido sin representación parlamentaria en Cataluña.

A partir de ahí se ha vuelto a hablar de refundición del partido o fundición literal con Cs o con Vox. Vamos, que lo mismo les vale un roto que un descosido.

Estoy segura de que muchos de los que llevan años viviendo de las siglas del PP, asesorando temas sin importancia, haciendo bulto en mítines o con cargos completamente prescindibles, ven hoy su futuro con mucha preocupación.

El viaje al centro de Casado se ha convertido en una travesía por el desierto y ya hay quienes incluso lo sitúan gobernando en coalición con Pedro Sánchez para echar a Podemos de Moncloa y salvar los muebles al menos temporalmente.

Algo no va bien y todos lo sabemos. También sabemos el porqué. No hay nada que descoloque más al electorado que los volantazos en tiempos de turbulencias. Casado sigue sin dar por buena la fórmula de Feijoó pese a que éste, con su mensaje de centro, ha conseguido mantener a raya a Vox y al coronavirus en Galicia. Algo tiene el agua cuando la bendicen.

Para quienes creen que la solución pasa por la judicialización de la política, el chascarrillo diario y el tono bronco basta con llamarles a reflexionar sobre la manifestación que tuvimos frente al sitio donde estaba la estatua de Franco. No hubo multitud. No hubo tumulto ni turba como la que jaleó la retirada del monumento al empresario esclavista Antonio López y López, Marqués de Comillas, en Vía Laietana, en Barcelona.

Los de Melilla eran, con el mayor respeto, cuatro gatos. Por tanto eso debería llamar nuestra atención sobre el poco poder de convocatoria que de momento está teniendo la extrema derecha en esta ciudad.

Competir con quien no existe es cosa de locos. Un proyecto moderado, de centro, tolerante e inclusivo tiene cabida en Melilla y en toda España. Pero eso no se consigue con los mismos nombres de siempre. Hay algunos que deben entender que su tiempo ya pasó. Toca regenerar el partido porque tal y como están, no podrán echar un pulso ni siquiera a la CpM descabezada desde que el Tribunal Supremo confirmó la sentencia de Aberchán.

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