Seguimos con el monotema, comentando sobre todo las últimas declaraciones de la cúpula nacional de Ciudadanos respecto a su política de pactos y absolutamente ciegos sobre los movimientos reales que serán capaces de llevar a cabo las dos candidaturas más votadas para, finalmente, lograr formar Gobierno.
Ayer, el número dos de Cs, José Manuel Villegas, puso condiciones duras a los socialistas que pretendan llegar a acuerdos con la formación de Rivera. Se les pedirá que “renieguen” de las políticas de Pedro Sánchez en lo relacionado “con sus pactos con separatistas y populistas” y que apuesten por aplicar “el 155 en Cataluña”.
Si Ciudadanos se mantiene firme a estas exigencias, la posibilidad de un acuerdo adulterado entre Cs, CpM y PSOE para nombrar Presidenta a Gloria Rojas, se pone algo más difícil de lo que podría desear personalmente el líder local de Ciudadanos, Eduardo de Castro, a quien no le presupongo preferencias sino del que más bien constato en función de su desnivelado discurso de veto a Imbroda y Aberchán, con mucha más carga crítica y lacerante siempre hacia el líder del PP y el PP en su conjunto, que contra el cepemista o la peligrosa política étnico-identitaria de CpM.
Por tanto, un posible apoyo a favor al tándem CpM-PSOE, tal cual barajé como futurible en un primer análisis de los resultados electorales, parece complicarse aún más teniendo en cuenta la marcada tendencia sanchista de la candidata y secretaria regional del PSOE, Gloria Rojas, a la que no imagino renegando del Presidente por el que siempre apostó y al que brindó todo su apoyo, con un 65% de avales de la militancia local, durante las últimas Primarias socialistas.
Con independencia del subterfugio que supondría un acuerdo Cs-CpM-PSOE mientras Aberchán no fuera apartado tanto de la Asamblea como de su propio partido (de lo contrario está claro que cualquier negociación pasaría por él, por mucho que se maquillara o que no se le incluyera en un futuro Gobierno), lo que está claro es que en este juego de pactos la decisión que pueda adoptar De Castro no está libre de obstáculos.
Por un lado, el líder local de Ciudadanos debe conjugar su rivalidad extrema hacia Imbroda y el propio Partido Popular con su condición de máximo dirigente de una formación liberal que, por sintonía ideológica, está más cerca de PP que de PSOE. Por otra, deberá sopesar el alto coste de un pacto con una opción cada vez más sesgada hacia un sector concreto de nuestra población y con derivas de discursos tan radicales como los que esgrime su nueva diputada local Yonaida Sel-Lam.
Así que por mucho que le pueda apetecer a De Castro echar al PP del Gobierno de la Ciudad, lo que está claro es que frente a sus personales apetencias hay otros parámetros que deberá tener en cuenta, siempre y cuando se mantenga en la órbita de Ciudadanos.
Y es que, por aquello de la proximidad entre unas elecciones y otras, lo que ahora está en juego no son sólo los pactos en autonomías y municipios, sino también el futuro Gobierno nacional, que igualmente sigue sin resolverse del todo.
En esa amalgama de acuerdos con Podemitas por un lado, con Ciudadanos por otros y de pretendidos vetos a Vox, como exigen los socialistas, se cruza el futuro de Melilla, que según lo que decida Ciudadanos será uno u otro.
A pesar del difícil contexto, la dirección nacional de Cs deben prestar especial atención a una ciudad que, aún pequeña, es especialmente delicada por sus particulares circunstancias y requiere más de equilibrios naturales que de componendas basadas sobre todo en el sentimiento de vendeta.
Más allá del discurso apocalíptico del frente anti-PP, con el que De Castro tanto se ha alineado, lo cierto es que Melilla necesita sobre todo estabilidad y una política definida que nos permita seguir avanzando en la mejora de nuestras ventajas fiscales, en la modernización de nuestra ciudad, en nuestra mejor conexión con el resto de España y en la búsqueda de nuevas fuentes de riquezas como las que se han venido realizando a favor de las empresas basadas en las nuevas tecnologías.
Una política que además explore nuevas posibilidades en el marco de nuestra pertenencia a la Unión Europea.
En ningún caso, necesitamos políticas como las macrocooperativas clientelares que auspició Aberchán durante su mandato como Consejero y Presidente de la Ciudad y que tan carísimas salieron a nuestras arcas locales.
Ciudadanos, como el PP y el PSOE deben mirar a Melilla con más atención y muy por encima de las batallitas particulares de nuestra endogámica política, tan llena de personalismos y, como he dicho antes, de sentimientos de vendeta.
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