Cada uno cuenta la feria, según le va. Mientras el ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, anunció este miércoles lo que Gloria Rojas y Sabrina Moh han confirmado que será la reapertura de la aduana de Melilla a lo largo del mes de enero de 2023, Marruecos difunde la noticia con ciertos matices.
Rabat relaciona el detalle de trabajar para que el tráfico de mercancías con las fronteras terrestres españolas (Melilla y Ceuta) tenga lugar de manera "regular y ordenada" a lo largo del mes de enero con lo que ya existe hasta el momento: un aumento del 30% en lo que va de año en las exportaciones desde nuestro país, alcanzando la cifra de 6.000 millones de euros, que consolida a España como el primer socio comercial de Marruecos.
La Agencia MAP pone en boca de Albares el interés, esperemos que no sea únicamente español, por "ir más allá" y asegura que en estos momentos los dos países "están trabajando" para lograr un paso de mercancías terrestre en enero próximo.
Si están trabajando es porque ese trabajo no está hecho. En el mejor de los casos, están en ello. Siendo generosos, se puede entender el retraso en la habilitación de un puesto aduanero en Ceuta porque allí nunca ha habido aduana, ¿pero por qué hay que esperar a enero para que abra el de Melilla?
Marruecos cerró de manera unilateral nuestra aduana de Beni Enzar el 1 de agosto de 2018. Las dependencias existen porque funcionaron durante más de medio siglo con normalidad y llevamos cuatro años escuchando a las autoridades del PSOE decir que se está trabajando y se están reuniendo con los ojos puestos en restablecer el tráfico de mercancías.
El PP, por cierto, no tiene que ver en este tema porque el 1 de junio de 2018 prosperó la moción de censura de Pedro Sánchez. Rajoy ya no estaba en el Gobierno central cuando se cerró la aduana.
Nunca nos han dicho qué impide recuperar la aduana comercial de Melilla. No lo sabemos, pero todo apunta a que es una decisión política.
Aún así, podemos felicitarnos por el anuncio de la reapertura de la aduana de Melilla "a lo largo del mes de enero". Pero no deja de ser un anuncio. En realidad, solo estaremos 100% satisfechos el día que nuestros camiones vuelvan a entrar en Marruecos por Beni Enzar como lo hacían hasta 2018. No olvidemos que desde entonces, los empresarios de Melilla tienen que embarcar su mercancía hacia Nador desde el puerto de Almería o cualquier otro de la península. A eso nos referimos cuando hablamos de estrangulamiento.
Hay temas a los que no se refirió el ministro Albares en su intervención en Nueva York junto a su "amigo" Nasser Bourita y frente a un cuadro del rey Mohamed VI. Son asuntos que de resolverse, cambiarían mucho la situación del comercio en Melilla. Es el caso del derecho a introducir mercancías en Marruecos en régimen de viajeros que el país vecino no respeta a los melillenses.
Lejos de interceder al respecto, en el Ministerio de Comercio y Turismo admitieron desconocer que esta situación se estaba produciendo en Melilla. Cuesta trabajo entender cómo es posible que siendo un ministerio del PSOE y estando como están esas competencias en nuestra ciudad en manos de gestoras socialistas, la Delegación del Gobierno no haya trasladado el problema a Madrid.
Una vez que ha hablado Albares junto a su amigo Nasser Bourita, el ministro de mano dura marroquí, ¿qué impide a día de hoy que podamos comprar un par de zapatos en Melilla y podamos llevarlo envuelto en papel de regalo a Marruecos? ¿Por qué si somos socios estratégicos no se nos respeta ese derecho que sí tienen otros españoles que llegan en avión, por ejemplo, al aeropuerto de Rabat?
Este es solo un ejemplo de lo errado que está el ministro Albares cuando dice que hemos logrado "progresos significativos" en la "reactivación" de la relación bilateral con Marruecos. No, señor. Hemos dado pasos, pero los significativos están aún por darse.
Eso no significa que en plena precampaña electoral, Sabrina Moh y Gloria Rojas no puedan sacar pecho del anuncio del ministro Albares. Ninguna de las dos perdió tiempo en aplaudir la reapertura de la aduana de Melilla, agradeciendo a Pedro Sánchez y al Gobierno de España no solo las gestiones sino, además, que cumplan con la palabra dada a los melillenses.
Porque no nos cabe la menor duda de que esas gestiones se han hecho y han sido difíciles de manejar. Lo de permitir la entrada en España de Brahim Ghali, procedente de Argelia y de incógnito, fue una torpeza fruto del desconocimiento de la política internacional de nuestro país y de ignorar la importancia de los pilares que sustentan las relaciones bilaterales entre España y Marruecos. Como es sabido, lo hemos pagado caro.
Es más, yo diría que esa mala decisión nos ha obligado a dar esos pasos significativos de los que habló Albares. Por eso el presidente Pedro Sánchez ha tenido que avalar la autonomía marroquí en el Sáhara y, por eso, estamos a día de hoy con las aguas territoriales de Melilla más cuestionadas que nunca.
Marruecos ha destacado, en mi opinión intencionadamente, que en enero se producirá "la reactivación" de la relación bilateral entre Madrid y Rabat. Esto viene a confirmar que las relaciones no iban por el buen camino que marcó la Declaración conjunta del 7 de abril de Pedro Sánchez y Mohamed VI.
Solo es posible reactivar lo que no ha estado activo. En ese contexto es comprensible que el ministro Albares hable de abrir "una nueva etapa" que creíamos que se había abierto el 7 de abril.
En definitiva que sí, es buena noticia que se hable al menos de una fecha para la reapertura de la aduana de Melilla, pero no entendemos por qué no se abre antes o por qué no está abierta ya. Y tendremos esa duda al menos hasta que alguien explique los motivos de una dilación que ataca frontalmente los intereses de nuestra economía.
En cuanto a las contrapartidas, veo bien que España destine 20 millones de euros de los Fondos de Cooperación para conceder microcréditos a mujeres y jóvenes en Marruecos. Creo que es una buena inversión porque si funcionan adecuadamente influirán en la inmigración que hoy nos llega desesperada incluso a nuestras costas en busca de un futuro con el que del otro lado de la frontera no pueden ni siquiera soñar.
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