Opinión

Por fin, Motril

El Partido Socialista se ha apuntado uno de esos logros difíciles de olvidar en esta ciudad tras declarar la línea de Motril de interés público. Llevábamos años escuchando esa promesa electoral de PP y PSOE y cuando menos la esperábamos, llegó.

Ha llegado justamente cuando los melillenses tenemos que conformarnos con la peor conexión marítima que hemos tenido en esta ciudad, con sólo tres viajes con Málaga por la semana y una con Almería, en el mismo barco que hace la ruta del bacalao por los puertos de Marruecos y Argelia.

Tenemos, de momento, un contrato de emergencia. Algo parecido como un boca a boca que el Gobierno se ha dignado a dar a las compañías marítimas para que respiren y no dejen a Melilla completamente aislada.

Pues bien, el golpe de efecto del ministro José Luis Ábalos es tremendo. Pasarán años y escucharemos a los socialistas de Motril y Melilla repetir que ellos declararon esa línea Obligación de Servicio Público. El mérito es suyo y tapa, por tanto, todas las calamidades que hemos vivido, vivimos y vamos a vivir con los barcos a raíz de la pandemia.

Por curiosidad, revisemos el contexto en el que se ha tomado esta decisión.

El anuncio llega días después del aplazamiento para febrero de la Reunión de Alto Nivel con Marruecos, que se iba a celebrar este 17 de diciembre y en la que los melillenses teníamos la esperanza de que se abordara la asfixia económica a la que nos somete el Reino alauí.

Llega también cuando el diputado del PP, Gutiérrez Díaz de Otazu hizo pública la drástica reducción de las inversiones del Estado en esta ciudad en los presupuestos de 2021 que, previsiblemente, se aprobarán en el pleno extraordinario que se celebrará en el Congreso de los Diputados el próximo 29 de diciembre.

Pero llega también después de que Marruecos anunciara sus planes de desarrollo para Nador que incluían un tranvía de Monte Arruit a la Plaza de España, además de su interés en alcanzar un acuerdo de cosoberanía sobre las ciudades autónomas. Y esta intención se hace pública el mismo año que el Gobierno que hoy nos garantiza el servicio público en la línea de Motril vetó la visita de los Reyes de España a Melilla y Ceuta cuando Felipe y Letizia decidieron hacer un recorrido por todo el país para conocer de primera mano los efectos de la primera ola de la pandemia.

Digamos que los socialistas tenían, por tanto, la imperiosa necesidad de mover ficha y lo han hecho.

Me preocupa, como supongo que le preocupa a muchos, de dónde saldrá el dinero para la línea de Motril. Ya nos parecía poco lo asignado a las conexiones marítimas con los territorios extrapeninsulares. Era una cifra ridícula, comparado con lo que hemos tenido en el pasado. Pero bueno, aún están a tiempo de hacer retoques. Los presupuestos, como todos los folios en blanco, aguantan todo lo que se les ponga encima.

Por retorcer el colmillo, me pregunto si esta victoria, que lo es, y como tal debe ser entendida, se la atribuyen los socialistas de Melilla o los de Motril. A juzgar por la propaganda y el ruido que han hecho en redes y medios de comunicación yo diría, que se los llevan los de Granada, pero estoy convencida de que desde aquí se capitalizará, porque no nos engañemos, esta nueva OPS lleva el sello socialista. Al César, lo que es del César.

En un ‘annus horribilis’, por fin, un titular positivo y con trascendencia. Después de la gestión sanitaria de la pandemia que se ha hecho en Melilla, ya era hora de empezar a encarrilar los esfuerzos para conseguir titulares que pueden venderse y, de hecho, se venden solos como lo que son: promesas cumplidas.

A estos anuncios sumaremos en los próximos meses la Ley de Eutanasia que nos guste o no es una demanda social en este país y, como el matrimonio homosexual, ha pasado años ignorado en el debate político.

Los melillenses hoy tenemos motivos para celebrar, aunque hay que ver cuando empiece a funcionar la línea de Motril qué barco nos ponen porque los que vivimos los años de esplendor de Armas luego y luego renunciamos a irnos por Granada con FRS, sabemos lo que no nos gusta. El último barco que hemos tenido en ese trayecto parecía sacado de un cuento del siglo pasado. El servicio era bueno, pero el buque pedía a gritos una reforma. Daba asquillo sentarse en algunos sitios porque parecía que por ahí había pasado, antes de nosotros, medio Rif.

Digamos, por tanto, que nuestra alegría es contenida. Nuestros políticos nos han fallado tantas veces que cuando no lo hacen, desconfiamos. ¿Dónde estará la trampa?

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