Editorial

La política de fronteras debe cambiar

Tras los lamentables acontecimientos perpetrados por Marruecos en Ceuta, con la llegada de miles de marroquíes espoleados por el Gobierno del país vecino a la ciudad hermana, Melilla prepara sus infraestructuras para poder estar lista en caso de que un hecho similar se repita en nuestra ciudad.

A pesar de que la normalidad se va retomando en Ceuta donde miles de inmigrantes han sido devueltos a su país y la gendarmería marroquí vuelve a colaborar en el control de la frontera, es pertinente que todas las medidas necesarias para paliar una eventual marcha sobre Melilla pudiera ser controlada.

Pero a pesar de los esfuerzos de las administraciones local y central para enfrentarse a un hipotético asalto a nuestro territorio, la realidad es que actualmente Melilla, como le ha pasado a Ceuta, no cuenta con las herramientas para gestionar una crisis de este calado.

La llegada de miles de personas a una localidad del tamaño de nuestra ciudad es inasumible para nuestros recursos, y lo más probables es que nos viésemos sobrepasados.

Desde el punto de vista humanitario no contamos con medios físicos y humanos para atender a una cantidad tan grande de personas, y menos cuando nuestros centros de acogida se encuentran ya por encima del límite de su capacidad.

Tampoco desde el punto de vista de la seguridad tenemos suficientes agentes, no ya para impedir la entrada de una muchedumbre como la vista en Ceuta, si no para poder organizar y controlar a tan elevado número de personas una vez entren.

Si el Gobierno central quiere tomarse en serio la amenaza que supone ahora mismo la capacidad de Marruecos para movilizar a miles de sus ciudadanos y darlos vía libre para entrar en la ciudad, debe, sin dilación, aumentar el número de efectivos permanentemente en ambas ciudades autónomas.

Además, es preciso dar un giro de 180 grados respecto a la gestión de la frontera. El control del flujo migratorio hacia Melilla y Ceuta, y por lo tanto al resto de España y a Europa, se encuentra ahora mismo en manos de Marruecos. Durante años se ha desviado la responsabilidad de vigilar nuestras fronteras al país vecino, otorgándole de esta manera una posición de fuerza en las relaciones con nuestro país. Un situación que Rabat ha sabido aprovechar y exprimir al máximo.

Los sucedido esta semana en Ceuta debe marcar un punto de inflexión en la política de nuestro país y de la UE. Europa no puede externalizar la gestión de sus fronteras, debemos ser nosotros los responsables de blindar nuestro territorio y no estar a expensas de los chantajes de terceros países. Llevamos demasiado tiempo pagando a Marruecos por una seguridad que no es real, que depende de sus intereses, no de los nuestros. Es hora de tomar una determinación, no arrinconar en la memoria lo que ha pasado en la ciudad hermana y cambiar de política. Si no, nos volveremos a ver en un aprieto igual o mayor del que hemos vivido.

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