Nueve de cada diez anuncios de alimentos dirigidos a menores son de productos poco saludables -ricos en grasas saturadas, azúcares refinados o alimentos procesados-, cuyo consumo aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión arterial o colesterol elevado.
Por este motivo, la plataforma de Infancia ha puesto en marcha la campaña #PubliConCoco para pedir al Gobierno y al Ministerio de Consumo una normativa específica y eficaz que regule la publicidad de alimentos dirigida a los menores.
Para saber la opinión de los melillenses, El Faro ha realizado una encuesta a pie de calle en la que ha preguntado a los encuestados si creen que habría que endurecer la normativa al respecto. La medida no ha convencido del todo aunque la gran mayoría apuesta por una regulación más férrea. En lo que sí han coincidido es en afirmar que la publicidad dirigida a los más pequeños funciona y que estos cada vez comen menos sano.
"En el momento en el que prueban algo de azúcar, ya tenemos un problema", afirma Paco que añade "y ahí estamos, siempre en guerra". Este encuestado opina que habría que regular la publicidad dirigida a los niños que promueven hábitos poco saludables ya que llaman mucho la atención de los niños aunque aún no sepan ni hablar.
Por su experiencia, dice, los más pequeños al ver un anuncio que le gusta señalan la televisión y los que ya pueden hablar directamente lo piden y si no lo consiguen, "montan un berrinche". En este sentido, recalca la importancia de no flaquear y optar por opciones más sanas, sobre todo ahora en verano.
Él cree que los padres deberían sustituir los helados, algo que atrae mucho a los niños, por alternativas de helados caseros de frutas por ejemplo.
También en esta línea de opinión hemos encontrado a Pedro. Según este melillense, el problema principal es que a partir de la infancia es cuando las personas comienzan a crear sus hábitos y si desde entonces empiezan a comer mal, de adultos también lo harán. Él cree que los niños cada vez comen peor debido a la falta de tiempo de sus padres, que en lugar de "entretenerse a hacer un bocadillo para el colegio, cogen porquerías por el camino". Por consiguiente, él también optaría por una mayor regulación.
Al contrario de lo que opinan ellos está Javier, un encuestado que aboga por dejar libertad a los consumidores aunque advirtiendo de las consecuencias que tiene un consumo habitual de esos productos. Un sistema, aclaró, parecido al que aparece en las cajetillas de tabaco. A pesar de que opina que hay que promover la salud entre las personas, insiste en que él se inclinaría más por la opción de informar en lugar de prohibir directamente.
Por su parte, Almudena Escorial, responsable de Incidencia Política de la Plataforma Infancia explica que "actualmente no existe una normativa específica para este tipo de publicidad, tan solo hay un código de corregulación que no es de obligado cumplimiento". Asimismo, lamenta que ese modelo "ha demostrado ser ineficaz para promover una alimentación saludable".
La experta asevera que "la evidencia científica es clara, cuanta más publicidad de alimentos no saludables, mayor consumo, sobre todo en la infancia y la adolescencia".
Esto no quiere decir que todos los niños o adolescentes se alimenten únicamente de productos de este tipo. Al menos es la experiencia de Marcos, un niño que apenas superaba los diez años y que ha explicado a este diario que sus compañeros de clase no suelen desayunar bollería industrial o productos parecidos a la hora del recreo.
Aunque sí señala que en ocasiones algunos niños de su clase llevan galletas de chocolate o "galletas sanas", no suele ser habitual. Mucho menos en él, comentó, porque no le suelen gustar este tipo de alimentos, por lo que opina que verlos en la televisión no hace que se le antojen.
España es uno de los países de la Unión Europea en los que la tasa de riesgo de pobreza infantil y la de obesidad muestran una correlación más alta, destaca la campaña.
La pobreza y la desigualdad social en la infancia tienen una relación directa con la malnutrición y el exceso de peso. El porcentaje de niñas, niños y adolescentes con obesidad se duplica en los hogares con menos ingresos (un 23,7 %) en comparación con los que tienen unos ingresos más elevados (un 10,5 %).
La plataforma ha recogido las propuestas de niños y adolescentes sobre esta cuestión para aportar su visión y medidas para mejorar.
Los menores piden que los componentes dañinos de alimentos y bebidas estén más claros en el etiquetado, que se organicen charlas en los centros escolares sobre la publicidad de alimentos o que los reglamentos sean más estrictos.
Desde la Plataforma insisten en la urgencia de aprobar una norma vinculante que regule la publicidad de alimentos dirigidos menores, la prohibición de anuncios de productos no saludables dirigidos a la infancia y establecer sanciones, como han hecho otros países de la Unión Europea como Portugal.
Cabe recordar que la obesidad es una enfermedad que afecta de lleno a Melilla, ciudad con una incidencia tan alta que el año pasado se convirtió en la autonomía con mayor índice de obesidad infantil. En concreto, un 19,5% de la población melillense tiene sobrepeso y el 19,3% de los niños también. Son datos aportados por el Centro Nacional de Epidemiología y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.
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