La pifia del Ingesa

Dice el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria de Melilla (Ingesa) que está haciendo todo lo posible para que los datos de la evolución del coronavirus en nuestra ciudad sean lo más fiables posible. A la vista está que deben hacer un poco más de “lo posible”. No es de recibo una excusa que pretende hacernos creer que un desfase de 500 casos curados entra dentro de la normalidad. No es normal y no vamos a aceptarlo como normal.

Hace un tiempo, cuando recibimos la noticia de que los datos de COVID no se iban a actualizar los fines de semana, el Ingesa sacó las uñas y endosó toda la responsabilidad a la Ciudad Autónoma. Ahora vuelve a lanzar su vaho contra los cristales de la Asamblea. Si antes coló, ahora ya no cuela.

No está probado científicamente que estén descartadas las reinfecciones de coronavirus porque se han dado casos. Pocos, pero los ha habido. Que no sepamos nada de un virus que mata, nos obliga a ser cuidadosos en extremo con todo lo que a él se refiere. Pero en Melilla, una vez más, despachamos las cosas a la ligera. Quince días y a la calle, que no pasa nada. Alegría.

Entiendo que los médicos de Atención Primaria hagan un muro de escudos para defenderse de la acusación de que son ellos los que han cometido el desliz de no contar bien los casos de curados de coronavirus en Melilla. Pero culparlos es casi lo mismo que matar al mensajero.

Si a un profesional le dicen que tiene que informar de todos los positivos dados de alta a diario, difícilmente obvie la orientación y vaya por libre. Lo puede hacer uno, pero no es creíble que lo hayan hecho todos. Es evidente que alguien de los despachos no hizo bien su trabajo desde julio. Estamos hablando de cuatro meses de desmadre en las cifras que ofrece el Ingesa. Prácticamente toda la segunda ola de la pandemia.

Entendemos que es normal que pueda haber errores. Todos nos equivocamos todos los días en nuestro trabajo. El traspié diario es admisible siempre que no se lleve por delante una vida, un proyecto, el cierre de una negociación… Hay errores y errores. Cuando un fallo afecta a la cuarta parte de los datos generales que se han estado ofreciendo a la población y suministrando a los organismos oficiales de nuestro país, lo decente es preguntarse por qué y cómo ha ocurrido. Siempre habrá alguien, como yo, que querría saber incluso más: quién es el responsable al que le estamos pagando un sueldo generoso y aún así no hace bien su trabajo. Simple curiosidad. Por ponerle cara.

Pero aquí somos muy europeos sólo para lo que nos conviene. No nos gusta ese tipo de caza de brujas. Entiendo, por tanto, que no hay un único responsable sino un rosario de irresponsables que están en puestos que no merecen y por eso no podemos ponerle nombre y apellidos a lo ocurrido.

Si el Ingesa cree que va a echar balones fuera con su superficial “hacemos todo lo posible” está muy, pero muy equivocado. Llevamos meses cargando las tintas contra la gestión que la Ciudad Autónoma está haciendo de la pandemia, cuando la realidad es que las competencias son del Ministerio de Sanidad, que aquí se encarna en la Dirección provincial del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria.

Pensábamos que íbamos a estar más preparados para afrontar la segunda ola de la pandemia, pero sabíamos que al registrar pocos casos en la primera, corríamos el riesgo de tener más positivos en un rebrote. Pero la realidad ha superado nuestras expectativas. La gestión ha sido un verdadero desastre.

El problema no es sólo de irresponsabilidad colectiva, que la ha habido y es innegable. El problema es también de falta de liderazgo en las instituciones. El Ingesa no ha estado a la altura. No hay una sola gestión destacada que podamos achacarle. Por lo tanto, no es descabellado concluir que el Ministerio de Sanidad nos ha fallado en Melilla. Una vez más. Sólo que esta vez no gobierna el PP. Salvador Illa, el ministro que nos negó el confinamiento, es del PSOE. El Ingesa depende de él y ahora me pregunto si estaba al tanto de nuestros números falsos cuando se opuso.

Decir a estas alturas que “en cualquier sistema de registro siempre hay datos desfasados” es intentar colarnos que lo que ha pasado aquí no tiene importancia. Que le pregunten a los hosteleros si la tiene. Hemos cerrado los bares atendiendo a unas cifras que no se corresponden con la realidad.

Doy por hecho que cuando hablamos de pacientes curados en Melilla nos referimos a personas que, además de no presentar los síntomas de enfermedad y sentirse mejor, se les ha hecho una prueba para confirmar que no tienen el virus y, por tanto, no pueden contagiar a nadie. En China, por ejemplo, sabemos que hablan de curados sin hacer las pruebas, atendiendo únicamente al testimonio del paciente que asegura sentirse francamente bien y a que lleve al menos tres días sin fiebre.

Aquí, por la opacidad informativa del Ingesa, no sabemos cuál es el procedimiento. Lo que sí sabemos es que su ineficiencia desvirtuó la fidelidad de la curva de contagios. No sabemos cuántos nuevos positivos y cuántos curados reales había cuando se decretó el toque de queda. No sabemos si estamos encerrados gracias a datos erróneos.