Algunos -éramos pocos- le recordamos en la sede de Unión del Pueblo Melillense (UPM) -calle del Ejército Español- cuando lloraba desconsoladamente.
Había dado tanto por el extinto partido político que el descuido de su negocio le ponía en la tesitura de política o empresa. Las lágrimas eran de impotencia y de adiós cargado de cariño, y resultaron contagiosas. Antes había hecho mucho por Melilla y por muchos melillenses pero el alejamiento de la política activa era más que obligatorio.
Pepe Imbroda fue el inventor de la Feria de Melilla. Y lo hizo en el Parque Hernández. Supo, desde un principio que Melilla tenía que oler a Andalucía y creó un nuevo negocio: el momento dulce de las academias de baile por sevillanas. La Feria era otra porque pasó de las casetas regimentales militares a enclaves de ocio a disposición de los melillenses de buena fe que, hoy por hoy, en San Lorenzo, mantiene el tono ‘pepeimbrodista’ de aquellos tiempos pasados.
Como presidente de la Semana Internacional de Cine de Melilla colocó el certamen en lo más alto de su historia añadiendo a su éxito la democratización de las decisiones del jurado porque la mejor película era elegida –votando- por los espectadores. Él siempre en la sombra, manejando a la perfección, con mucha soltura, unos vericuetos para él –hasta entonces- desconocidos. Y siempre tenía alguna sorpresa en su magnífica chistera de organizador nato y desinteresado. Cuando fue concejal de Festejos no se cobraba, ahora es distinto.
La vida sigue, pasan los años y hay que pensar algo para mejorar la eficacia en Festejos y ahí está él, dando el primer paso de voluntario. Crea una Comisión de Festejos para dar ideas nuevas, para tener siempre expectantes a los melillenses bajo el patrocinio de dos ideas que, desde que nación, han presidido su vida: Gestión y amistad porque ¿quién no es amigo de Pepe Imbroda?.
Ha sabido y sabe de todo como todo buen hombre de mar. Pepe Imbroda no sabe vivir sin el mar cerca y mucho menos de su familia, a la que adora desde la admiración. El buen tono, ese buen humor, que también es contagioso, preside su vida, aunque sea para contarte que anda algo pachucho. Jamás ha pedido nada a cambio de nada y su trabajo le ha salido de las entrañas sin condiciones de ningún tipo. Buenos días, Pepe, que todo vaya bien.
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