Hombre, cuando en en arrabal de la vida profesional, ya sobrepasado hace un año, el Rey de España te dice: 'Olé, Pepe Belmonte, has triunfado'... caramba, hay que sentirse honrado y, sobre todo, por haber sido un profesional de la Policía, oficio incomprendido, por cierto.
Algunos ven en los agentes a personas represivas, autoritarias, mandones vaya; pero el policía es solidario, cumplidor y cómplice –para bien– de la sociedad y el policía es emprendedor, responsable y exponente de la bondad del ser humano porque una cosa es hacer cumplir la ley, como es su obligación, y otra entender perfectamente al ser humano, con todas sus bondades y, también, sus vilezas... que las tenemos todos.
Don José Belmonte Carretero –Pepe Belmonte– ha sido reconocido con la Medalla de Plata al Mérito Civil y no ha sido por gusto, porque Pepe y sus familiares –qué dos hijazos tiene, Rául y Sandra, qué esposa de lujo, María del Carmen Jiménez– dedican su vida a hacer el bien a los demás derrochando cariño, afecto y camaradería.
Pepe dice que el galardón es para su familia. Bueno, vamos a repartirlo un poco porque eso de ser un policía de bien durante tantes años tiene su mérito, Pepe. No equivocarse en el trabajo ni un solo día, no cometer falta alguna es extraño y no sólo en el caso de los policías sino en todos los ámbitos.
Me ha contado Rodrigo García –constructor acreditado melillense él– que Belmonte tiene un amigo en la provincia o Comunidad de Madrid, como leche se diga, que es hostelero y se llama Gregorio. De hecho tiene cuatro restaurantes de prestigio en los que te puedes encontrar al Real Madrid con Florentino, o a Felipe González e incluso al mismo señor que ha otorgado la Medalla a Pepe, Su Majestad el Rey. También me ha contado Rodrigo que Pepe Belmonte es incondicional de la casa de su amigo y que hasta Gregorio abre los días de descanso del personal para ponerle la cena a Pepe Belmonte y a su familia. ¿Qué tendrá el señor Belmonte que le tratan tan bien?
Pues tiene humanidad. No hay velos para cubrir el alma cuando ésta es transparente y nada tiene de qué abochornarse el alma. El alma se muestra tal y como es, blanca.
Belmonte, felizmente jubilado, joven e ilusionado ha sido un policía de alma blanca, siempre dispuesto a comprender y a respetar al prójimo.
Bueno, ya nos está dejando herencia: Raúl y Sandra, sus hijos. El periodista no puede ser objetivo cuando quiere a los referidos, así que no me da la gana de ser objetivo. A veces la buena siembra no se convierte, como debiera, en buena cosecha sino en todo lo contrario. En este caso puede afirmarse con absoluta contundencia: De casta le viene al galgo.
Pero con Medalla o sin ella, don José Belmonte seguirá siendo el mismo, el ser humano sensible, padre amantísimo de sus dos obras de arte y melillense sin más que se pega una vuelta, se toma una cerveza con María del Carmen y que ama, en plena sinceridad y a ‘quore apertto’ sus más próximas gentes.