La foca monje del Mediterráneo está en peligro crítico de extinción en nuestro país. En realidad, es casi como si hubiera desaparecido pero tienen que pasar cincuenta años para que se considere a una especie extinta en un territorio. ‘Peluso’ es considerado como el último ejemplar de nuestro país y estuvo muy cerca de las costas de Melilla, concretamente en las islas Chafarinas. “Fue muy famoso y estuvo hasta los noventa”, recuerda la bióloga Mercedes Muñoz Cañas, que hoy viernes, en el Real Club Marítimo, dará una charla, a las 19:00 horas, sobre la conservación de este animal. La ponencia se enmarca dentro de los actos de Melilla Náutica 2018 y ha sido organizada por el colegio Enrique Soler, dentro de la programación de su IX Semana Verde Cultural.
No obstante, posteriormente a la desaparición de ‘Peluso’, se halló en Palma de Mallorca un ejemplar de esta especie en 2008, aunque de la misma forma que apareció misteriosamente en la isla, desapareció después sin dejar rastro, explica Muñoz Cañas, que está implicada desde 2004 en el programa de conservación de la foca monje del Mediterráneo, gestionado por el grupo conservacionista y sin ánimo de lucro CBD Habitat.
La experta explica a El Faro los esfuerzos que están haciendo para evitar la desaparición de esta especie. “La foca monje del Mediterráneo estuvo en nuestras costas pero está en peligro desde 2015”, señala.
La mayor colonia
De hecho, detalla que la mayor parte de los ejemplares que quedan están en el Atlántico Oriental. Por ello, concreta que esta fundación conservacionista está desarrollando trabajos de protección y seguimiento de esta especie principalmente en la península de Cabo Blanco (Mauritania-Marruecos), donde hay 300 ejemplares de los 700 que se estiman que hay en todo el mundo. La sede de CBD Hábitat está en Madrid y las actuaciones que llevan a cabo en esta zona las realiza un equipo local, aunque ellos se desplazan periódicamente desde la capital española para realizar un control de la situación. Los otros dos lugares donde se reparten el resto de focas de esta especie son las islas Madeira y en la zona de Grecia-Turquía.
Cuevas más pequeñas
Además de en Mauritania, este grupo conservacionista también desarrolla otro proyecto en las islas Madeira, donde quedan entre treinta y cuarenta ejemplares. Se creó una reserva pero viven en cuevas pequeñas y cuesta más llevar a cabo el seguimiento.
Una enfermedad que fue atacando a esta especie en la década de los noventa y la persecución humana están detrás de la merma de este mamífero. Ahora habitan en cuevas y esto también provoca una mayor mortandad de las crías. “Antes estaban en las playas, que es lo óptimo”, indica Muñoz Cañas. “Lo ideal es que se extienda sola por la costa de Mauritania”, desea. Y en eso están. Por el momento, han conseguido duplicar la población de focas en los últimos diez años.
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