De nada o poco salva la Patria cuando es simplemente un enardecimiento de las emociones y un uso de estas, en su ensalce, para determinar los que la aman y los que no, a la Patria. Este concepto, que deriva en el llamado patriotismo y que con frecuencia algo cansina contiene solo el enaltecimiento de los símbolos, es una de las armas arrojadizas de mayor uso cuando se quiere afear al contrario y tantas veces diferenciarlo.
La Patria, en realidad y en versión profunda, es un día a día, continuo proceder en la búsqueda de una sociedad mejor y de ahí su fortaleza. El recuerdo de la historia (o de su interpretación), la alabanza de la identidad, la sintonía de los ritos solemnes están bien, pero sin una vida en común más justa, solidaria, con suficientes dosis de esperanza y de una manera de soportarse que aspire realmente a convivir, solo queda el espectáculo puntual, ocasional y, con el debido respeto, oportunista en ocasiones.
La “indumentaria” de un pueblo en forma de expresión e impulsada por instituciones atraen y convocan a la sensibilidad, también a la curiosidad y entretenimiento, pero lo que verdaderamente es imprescindible es el cuerpo social, su vivencia cotidiana y terca que necesita de estructura mucho más que de coyuntura.
Hacer Patria es, como concepto genuino y práctico, aquello por lo que se protege hasta, si es necesario, en extremo el respeto al dinero público; en su gestión y uso. Patriotismo y corrupción son antagónicos. Mirar, sobre todo ver, lo que es de todos como algo que se distribuye y repercuta de manera justa y acentuada a lo más necesario, no como una parcela propia que pertenece “por derecho” y se dispone por antojo.
Patria es aquello de lo que hacer gala cuando la juventud en general ve esperanzas de futuro y posibilidades de presente en el lugar que nacieron y crecieron, no como una puerta de salida a la diáspora. Cuando emanciparse, ante sobre todo la viabilidad de vivienda, va tornando a ese lugar de las cosas excepcionales por la escasez de probabilidades en hacerlo realidad. Cuando el reto de trabajar, construir una familia, tener descendencia y vivir con un razonable bienestar no se convierte, en tantos casos, es una auténtica utopía.
Patria es aquello por lo que rasgarse las vestiduras cuando al rendir homenaje (que es justo sin duda) a quienes servidores públicos como guardias civiles, policías o militares dedicaron su vida e incluso la perdieron en el ejercicio de su cometido, se hagan disponer de más medios en la realidad actual para que su cumplimiento profesional y tantas veces vocacional sea más óptimo. Entre otras características de su labor es portar la casa a cuestas durante su vida en activo.
Patria es también ese lugar donde, de una vez por todas, la racionalidad vaya codo con codo con la humanidad en lo que respecta al fenómeno de la migración. Por encima de los intereses partidistas coyunturales y de oportunidad, patriotismo es velar primero por las personas y después por el partido y sus estrategias.
Patria es aquella por la que enorgullecerse cuando el regreso optimo y general al cole de los peques, la atención a la dependencia de los mayores, la conciliación real o la protección exhaustiva de la sanidad pública sin perjuicio de la libertad empresarial y elección pero sin privilegios y rentas ocultas, entre tantos asuntos, sean una realidad más tangible.