“Señor, sin marina no puede ser respetada la Monarquía española, conservar el dominio de sus vastos estados, ni florecer la península, centro y corazón de todo”.
Carta del Marqués de la Ensenada al Rey Felipe V
Este 19 de marzo se celebrará el 250 aniversario del levantamiento del sitio de los 100 días, el más duro que sufrió la ciudad en sus 538 años de historia.
Cierto es que los que lo padecieron, fundamentalmente fueron los que se encontraban en Melilla la vieja con el Mariscal Sherlock a la cabeza, pero en este articulo me gustaría aportar cual fue la contribución de la Armada, por la relevancia que tuvo en la Defensa de la Ciudad.
Antes de entrar en materia, creo conveniente poner en contexto la situación en la que se encontraba la Armada a comienzos del siglo XVIII y cómo fue su evolución para llegar a 1774 con un poder naval decisivo en el combate.
Al morir el rey Carlos II sin descendencia en 1700 se disputan la corona de España el archiduque Carlos de Austria y don Felipe de Borbón, lo que dio lugar a la Guerra de Sucesión que tras más de 13 años de lucha finaliza con la firma del Tratado de Utrecht, que consolida a Felipe como rey de España, iniciándose la dinastía borbónica.
El nuevo rey de España Felipe V, inicia una serie de reformas en la Administración española y se hace patente el estado de precariedad de la Armada y de sus estructuras orgánicas. Por poner un ejemplo, a principios del siglo XVIII España contaba tan solo con 17 navíos (realmente eran galeones) y 8 fragatas. Esta extrema limitación obligaba a recurrir a Francia para que fueran sus navíos los que escoltaran a nuestros convoyes que realizaban el comercio con América.
La primera medida será crear en 1714 la Real Armada, que aglutinará en una sola institución estatal las diversas fuerzas navales existentes hasta entonces que procedían de las cinco Armadas (Mar del Sur, Mar Océano, Carrera de Indias, Barlovento y la de Galeras del Mediterráneo).
Pero fue ya a partir de 1717 cuando primero Don Jose Patiño, como posteriormente su discípulo, Don Zenón de Somodevilla y Bengoechea más conocido como “El Marques de la Ensenada” pondrán las bases y darán el impulso definitivo para el desarrollo de una gran Real Armada que llegó a disputarse el segundo puesto del mundo con la francesa y con un concepto de poder naval del Marques de la Ensenada que tenía como objetivo que la suma de estas dos marinas, pudiera disputar el dominio del mar a la inglesa. No hay que olvidar que el siglo XVIII fue el de los pactos de familia.
Con esta política naval se pusieron en marcha nuevos planes expansionistas de la Armada y de mejoras en todos los ramos de la administración del Estado.
Estos dos grandes responsables de la Armada entendieron los buques como un sistema formado por tres elementos: los hombres, los barcos con su armamento y finalmente el sostenimiento. Así, con este este esquema de maniobra, acometieron importantes reformas.
En 1717 se crea la Real Compañía de Guardiamarinas, una autentica escuela de formación técnica, táctica y de liderazgo. También es de este año la creación de lo que después ha sido el cuerpo de intendencia de la Armada.
En 1748 se crea el colegio de cirujanos de Cadiz.
En 1753 nace el Real Observatorio de la Armada, que hoy proporciona la hora oficial de nuestra Nación.
El Marques de la Ensenada potenció la matrícula de mar, o método para reclutar marineros que procedían de la pesca, a cabio de importantes incentivos fiscales y con la compensación de tener exclusividad en capturas, una vez licenciados a los seis años de servicio.
Como se desprende de estas primeras reformas sobre el elemento “personas”, se mejoró el adiestramiento en el enfrentamiento, la eficiencia en la gestión de recursos y se pudo imponer una dirección centralizada y una ejecución descentralizada. Asimismo, mejoró el tratamiento que se ofrecía a los heridos.
En relación con el elemento “sostenimiento”, se crearon los Arsenales de Cadiz y Ferrol, al que posteriormente seguiría el de Cartagena. Todos ellos, junto con el de la Habana, se ubicarán en emplazamientos seguros y de esta manera, a lo largo del siglo irán perdiendo importancia otros (Pasajes, Guarnizo, etc).
En relación con el tercer elemento “los barcos y su armamento” decir que los tres Arsenales Peninsulares junto con el de la Habana, desarrollarán unos diseños de navíos y fragatas estandarizados, que se encontrarán entre los mejores del mundo en el Siglo XVIII.
En cuanto a los diseños, comenzó el siglo con el modelo de Gaztañeta que será el imperante hasta entrados los años 40. Decir que este modelo, genuinamente español, era excelente. De hecho, cuando el navío Princesa fue capturado por los ingleses en 1740, lo llevaron a sus astilleros en Plymouth y estudiaron su casco en detalle para copiar el diseño.
Una vez que los ingleses nos cogieron la delantera, el Marques de la Ensenada envía a uno de los marinos más ilustrados de la historia naval Jorge Juan, apodado el sabio español, aunque yo lo definiría como el Leonardo Da Vinci del siglo XVIII (fue cartógrafo, físico, matemático, astrónomo, ingeniero naval, jefe de escuadra, etc) y lo envió de espía a Inglaterra para obtener las mejoras que habían introducido los ingleses en sus buques. Dos años después, regresó a España con ingenieros británicos, irlandeses y escoceses, todos ellos católicos, y los distribuyó entre los Arsenales peninsulares y el de la Habana. A partir de este momento se abandona el modelo Gaztañeta y pasamos al Jorge Juan o inglés. Estos diseños fueron excepcionales por su maniobrabilidad y capacidad de combate. Más adelante apareció el diseño Gautier que no tuvo mucho éxito, pero que si coincidió con la creación, en 1770 del Cuerpo de Ingenieros Navales de la Armada. A partir de 1784 se impone el sistema de construcción Romero Landa que fue considerado el mejor del siglo XVIII. Los barcos que salieron de los astilleros con este sistema, ya enarbolaban el nuevo pabellón naval borbónico con los colores rojigualda, que fue establecido por Real Orden de 1785, y que a la postre se convertirá en la Bandera de nuestra Nación (este año la Jornada histórica de la Armada estará dedicada a esta efeméride en su 240 aniversario).
He querido detenerme un poco en este apartado del diseño de buques por su importancia y porque he oído en muchas ocasiones que en ese momento de la historia Inglaterra nos superaba en número de barcos y en diseños, y si bien es cierto lo primero, nuestros historiadores navales sostienen que los barcos españoles del Siglo XVIII nada tienen que envidiar a los ingleses.
Muy brevemente me referiré a los cañones. Por razones logísticas e industriales, tuvieron que normalizarse. De las culebrinas, sacres, pasavolantes y tantas otras variantes del siglo anterior, pasamos a cañones de 24, 16, 12, 8 y 4 libras de bala. Se estandarizaron los Navíos de línea de 74 cañones. con calibres que a partir de 1765 llegarían a ser de 36 libras (el Caminante que determinó las fronteras de Melilla era de 24 libras) y en España, la Armada fue innovadora en el paso de los cañones de bronce a los de hierro.
Tras este análisis de la transformación de la Armada en los barcos, en las dotaciones y en el sostenimiento, podemos decir que gracias a Jose Patiño y al Marques de la Ensenada, la Armada española alcanzó su edad de oro durante la segunda mitad del siglo XVIII. De esta forma se consolidó como una marina de guerra que ofrecía gran relevancia y una disuasión creíble, capaz de operar en todos los mares del mundo conocido y de alcanzar una independencia jurisdiccional que empleó para posicionarse en la vanguardia tecnológica internacional e implementar estrategias más ofensivas.
Así llegamos a finales de 1774, con una Armada capaz de ejercer el dominio del mar en el Mediterráneo donde había eliminado la amenaza de los corsarios argelinos. Mientras, su gran enemigo, Inglaterra, orientaba su esfuerzo principal hacia América donde ya se estaba cocinando la guerra de independencia de las 13 colonias que comenzaría en 1775 y culminaría con el reconocimiento ingles de la independencia de EEUU en 1783.
A finales de 1774, el Sultán de Marruecos, Muley Mohamed Ben Abdallah, decidió, unilateralmente, que el Tratado de Paz suscrito con España solo afectaba al mar, pero no a tierra, disponiendo que se atacase a las Plazas españolas del norte de África.
El Rey Carlos III envió a Melilla a ejercer el mando de la Plaza al prestigioso Mariscal D. Juan Sherlock.
El día 10 de diciembre, comienzan los ataques masivos del sultán sobre la plaza de Melilla.
Había dos embarcaciones de servicio en la Plaza y tripuladas por los Pelotones de Mar (hoy Compañía de Mar de Melilla); el Jabeque Purísima Concepción, cuyo patrón Juan Trinquini fue el que se desplazó a Málaga para dar la voz de alarma, y la Falúa Nuestra Señora de la Victoria.
Con respecto a la Armada, se ordenó que se concentrase en Cádiz una “escuadra de socorro a Melilla” al mando del CN Francisco Jose Hidalgo de Cisneros cuya composición fue de 2 navíos de línea, 6 fragatas y 9 jabeques. Todos los barcos de mayor porte estaban en su primer tercio de vida.
El CN Hidalgo de Cisneros izó su insignia en el Santa Lucia, mientras que el Brigadier Antonio Barceló, jefe de la escuadra de jabeques de poniente lo izó en el Rayo.
El día 12 de diciembre, el general Sherlok aprovechó la escala en Melilla de un mercante francés que transportaba material de construcción, para embarcar a la mayor parte de mujeres y niños que vivían en la fortificación.
Pocos días después llegaba la escuadra de Hidalgo de Cisneros pero debido a los fuertes temporales de levante y poniente, tuvo que abortar hasta en cuatro ocasiones el intento de desembarco de fuerzas, cañones, munición y víveres. Para protegerse de los temporales ocuparon las Islas Chafarinas, para usarlas como puerto de refugio.
Durante todo el asedio estas fuerzas realizaron, principalmente, labores de escolta de convoyes ya que el Sultán carecía de marina. Pero también cooperaron en la defensa usando su artillería. Así los días 9, 10 y 16 de enero, las fragatas Santa Lucia y Santa Dorotea se acercaron a tierra en el sector de La Puntilla (al Norte de melilla) con todas sus luces apagadas, iniciando en el crepúsculo matutino un bombardeo de las trincheras marroquíes, coordinado con el Mariscal Sherlock, que además de causarles mucho daño, sirvió de distracción para que fuerzas terrestres hicieran una salida e hicieran operaciones de contraminado. El 27 de enero es el navío San Jose, el que realiza los bombardeos sobre las posiciones del sultán.
En la primera semana de febrero, el navío San Genaro de noche y remolcado por botes se aproximó al límite de su calado dentro de la ensenada y comenzó a realizar bombardeos masivos con sus cañones de 36 libras. Fue tal el éxito de la acción que el Sultán tuvo que levantar su emplazamiento y trasladarlo más de un kilómetro hacia el interior para quedar fuera del alcance de las piezas.
Pocos días después, y ya en la zona sur, se realizan simulacros de desembarcos con el fin de mantener al enemigo en tensión y dispersar sus fuerzas (los defensores eran aproximadamente 3000 y los sitiadores más de 30.000).
También tuvo una participación relevante nuestra Infantería de Marina. Después de que el enemigo diera un golpe de mano contra algunas de las embarcaciones fondeadas en la Rada de Melilla, el capitán de navío Hidalgo de Cisneros ordenó el desembarco de 5 piquetes de Infantería de Marina con la misión de defender el fondeadero y servir de fuerza embarcada en las lanchas con las que se hacían todos los días las descubiertas y la protección de las embarcaciones mercantes.
Finalmente, me gustaría poner en valor otra misión muy importante que fue llevada a cabo por uno de los grandes héroes que ha tenido la Armada en su historia, no en vano, la última fragata de la serie F-110 actualmente en construcción llevará su nombre. Me refiero al Brigadier Antonio Barceló. Como el Sultán no tenía el dominio del mar, la única manera de mantener su cadena de suministros para una fuerza tan numerosa, era por vía terrestre, tanto desde Tetuán como desde Argel. Pues bien, con sus continuos bombardeos desde la mar, Barceló cortó la cadena Logistica de suministros. Asimismo, hay numerosas menciones a que se impidió que un convoy ingles pudiera llegar con refuerzos a Melilla. Al no ser responsable de este bloqueo ninguna de las fragatas de la Escuadra de Hidalgo de Cisneros, ni de los Jabeques de Barceló, es probable que fuera algún otro buque de la Real Armada el que llevase a cabo esta acción. Finalmente decir que Barceló, fue responsable del socorro al Peñón de Alhucemas que estaba siendo fuertemente asediado durante el mes de marzo de 1775. El día 23 logró liberarlo.
Como epilogo me gustaría destacar que, fue la acción conjunta de nuestros militares del Ejército de Tierra y de la Real Armada, la que contribuyó a que el 19 de marzo de 1775 el sultán decidiera levantar el sitio a la plaza, y 250 años después, Melilla siga siendo una ciudad española, crisol de culturas y orgullosa de su historia.
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