Paro, triunfalismo y asignatura pendiente

Mientras que los políticos socialistas, ufanos, se felicitaban ayer por la bajada del paro en Melilla en un 0,68% (en concreto, 62 desempleados menos que el mes anterior), las colas de nuevos parados se agolpaban en las puertas del SEPE, demostrando la falacia de una satisfacción que no tiene más fundamento que la grandilocuencia de las declaraciones de la Delegada del Gobierno, Sabrina Moh, o del nuevo diputado local por el PSME-PSOE y Secretario de Economía, Empleo e Innovación de las Juventudes Socialistas de Melilla, Mohamed Mohand.

“Los datos del paro evidencian que el empleo es una prioridad del Gobierno del PSOE”, sentenciaba todo contento el joven parlamentario local, olvidando que su líder y Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha estado gobernando con los Presupuestos que le dejó Rajoy y que tiene previsto prorrogarlos hasta 2020, amén de no haber realizado ningún cambio legislativo en materia laboral, salvo el aumento del salario mínimo que, por sí mismo, no es técnicamente ninguna medida tendente al fomento del empleo.

Si a lo anterior añadimos la situación de impasse institucional en la que el mismo Pedro Sánchez tiene sumido al país desde hace más de dos meses, habrá que pensar que los políticos de turno realmente creen que los ciudadanos somos lerdos y que se nos puede embaucar con un bonito titular.

La realidad, sin embargo, es tozuda y se agolpa en las puertas del SEPE para dejar claro que si hoy tenemos 68 parados menos que hace un mes, en total 9.102 desempleados, en breve aumentaremos esa cifra cuando todos los que han empezado a reinscribirse como desempleados desde el pasado día 1, vuelvan a engrosar los números y nos permitan calibrar con más veracidad cuál es en verdad el porcentaje de paro que tenemos.

El final de los Planes de Empleo, que han venido dando trabajo durante los últimos seis meses a unos 1.100 melillenses, es la causa de esa inscripción masiva de estos últimos días. Nada nuevo por otro lado. Siempre han tenido ese efecto de rebajar o aumentar en unos mil el número de inscritos en las listas del paro, según empiecen o acaben.

Aún así, hay que resaltar que el desempleo, afortunadamente, ha ido bajando progresivamente al menos hasta finales del pasado año, en que cerró con poco menos de 8.500 desempleados, afianzando una tendencia que sólo con una nueva comparativa anual seremos capaces de confirmar.

El registro de finales de diciembre pasado fue abrumador si lo comparamos con lo que dejó en Melilla el Gobierno Zapatero, cuando al cierre de 2011 contabilizábamos unos 10.300 parados, es decir mucho más del doble de cuando el socialista llegó al poder en 2004. Es cierto que habíamos entrado en barrena por una crisis que el PSOE se negó a reconocer y que hizo crecer de manera inusitada el padrón de la ciudad en casi 20.000 habitantes, con un mayoría de desplazados por la pérdida de sus empleos a causa de los efectos de la misma crisis económica.

En esos años tan duros, que nos llevó a ponernos rápidamente por encima de los 12.000 parados, se marcó una pauta de trabajo que consiguió ir rebajando el paro hasta dejarlo en torno a los 10.000, con un progresión de descenso que, ahora, sólo podrá comenzar a valorarse en su justa medida cuando se contabilice el final de los Planes de Empleo. y las estadísticas de principios de agosto nos ofrezcan nuevos datos.

Todo lo demás son nuevos fuegos de artificio, cargados de buenas palabras y de ansias por ponerse medallitas que no corresponden.

Evidentemente, como dice la Delegada del Gobierno y un sinfín más de voces, Melilla requiere un cambio de modelo económico, pero invocarlo, desearlo o demandarlo no es suficiente para conseguirlo. Tampoco la esperanza en lo que pueda venir con el nuevo color político en la Ciudad Autónoma o el sectarismo negacionista de las medidas que fue adoptando el PP en los últimos años.

El Gobierno anterior marcó una pauta, una apuesta por las nuevas tecnologías con el Centro de I+d+i, el segundo cable de fibra óptica y la captación y prestación de soporte a empresas del mundo de la telemática. Apostó por el desarrollo de las conexiones entre Melilla y el resto de España, y por la visibilización de las excelencias y atractivos de nuestra ciudad. Fortaleció y aumentó, entre otras medidas, nuestras interesentes ventajas fiscales.

Ahora bien, ni fue ni es suficiente porque a todas esas iniciativas hay que añadir la necesidad de afrontar la gran asignatura pendiente, y que no es otra que diseñar qué tipo de ciudad queremos. Si lo que pretendemos es seguir con el monocultivo de un comercio atípico como principal fuente de riquezas, es evidente que estamos llamados a fenecer o a mantenernos cuanto podamos como una ciudad subsidiada por el Estado. Si en cambio apostamos por otro tipo de actividad en la que haya resquicio para algo de industria y producción propia, habrá que replantearse nuestro status en el seno de la Unión Europea y especialmente de cara a formar parte de la Unión Aduanera.

Un reto difícil, que algún día tendremos que afrontar y que o bien encaramos por iniciativa propia o ya, a la fuerza, cuando no quede otro remedio.

Pero para ello, primero tenemos que tener un Gobierno y ayer, un día más, nos acostamos sin novedades en este largo impasse que comenzó hace ya mas de quince días cuando Eduardo de Castro se convirtió en el nuevo Presidente de la Ciudad.