Si algo aprendimos los periodistas tras la más reciente crisis económica española es que no se puede demonizar a las empresas que crean riqueza porque nunca estaremos a salvo del efecto dominó en la economía.
Partiendo de esta premisa, me permitiré opinar sobre nuestro buque insignia. Confieso que me ha llamado la atención que Melilla y Ceuta sean las únicas autonomías españolas en las que las compañías que más dinero facturan (Codere y Luckia Games, respectivamente) son del sector de las apuestas.
Uno revisa el mapa de las empresas punteras y ve que Inditex es líder en Galicia, Endesa en Sevilla, Balearia en Alicante, Repsol en Madrid, Mercadona en Valencia, Iberdrola en Vizcaya y Hefame en Murcia, por sólo citar algunos ejemplos potentes.
En Melilla es Codere, una multinacional fundada hace 39 años por la familia Martínez Sampedro, que cotiza en Bolsa desde 2007 y que está dedicada a las apuestas deportivas, además de gestionar bingos, casinos, hipódromos o juego online.
La empresa tiene negocios en España e Italia, pero también se ha hecho un hueco en Sudamérica con una expansión que llega a Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, Panamá y México.
A finales del año pasado, Ceuta y Melilla rebajaron el IPSI del 4% al 0,5% a las actividades de juego online. La idea era atraer a las empresas de apuestas con sede en Gibraltar que se veían amenazadas por el Brexit.
Fue una jugada maestra del ex ministro de Hacienda Cristóbal Montoro que además rebajó al 20% los impuestos sobre ingresos netos (dinero que se juega menos dinero entregado en premios).
Estos dos movimientos, la rebaja fiscal en Melilla y Ceuta y la acometida por el Ministerio de Hacienda convirtió de facto a las dos ciudades autónomas en paraísos fiscales para las apuestas.
Sin embargo, como todos habéis comprobado, a pie de calle no notamos los efectos de esta mega rebaja fiscal. Las casas de apuestas mueven, según El Confidencial, unos 13.000 millones de euros al año y sólo aportan 53 millones en impuestos.
Yo diría que son como los cruceros. Muy vistosos en el puerto, pero en la caja de los comercios y bares apenas se nota su impacto. Pero es que ni eso. A estos negocios les precede la fama de los efectos negativos del juego.
No creo que las casas de apuestas nos vayan a sacar de la crisis, pero no reniego de ellas porque ahora mismo, en el estado de crisis intensa que atraviesa nuestra economía no tenemos otro clavo ardiendo al que agarrarnos.
Aquí cada melillense tiene una propuesta para el cambio del mode lo económico que necesita esta tierra. A mí me gusta el que aboga por convertirnos en una ciudad de servicios sanitarios, universitarios... No estoy segura de que alguna universidad privada quiera abrir un campus en Melilla para formar a la nueva élite marroquí, pero creo que de ser así deberíamos apostar por las mejores. Y digo universidad como podría decir colegios o institutos privados.
Es evidente que no habrá posibles ni alumnos suficientes en Melilla para llenar sus aulas. Es una opción pensada para los hijos de la pujante clase media de Marruecos. Pero mientras esa idea cuaja o no, no nos queda otra que guardar un as en la manga: el del juego online.
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