Hay cosas que, para bien o para mal, son siempre previsibles.
El pasado domingo se emitió el tradicional mensaje navideño a los españoles de SM el Rey Felipe VI. Como, para bien, era previsible, el Rey nos habló de varias cosas, pero de dos fundamentales: la Constitución y España. En cuanto a la Constitución, nos habló de las Instituciones, del cumplimiento de las responsabilidades de cada una de ellas y del respeto que debía reinar entre las mismas. En cuanto a nuestra nación nos habló de la necesidad de cultivar la “verdad” sobre ella y no contribuir a la distorsión de su imagen. Nos habló finalmente, todo ello para bien, de convivencia y de concordia.
También, como era previsible, para mal, los secesionistas, aliados del Gobierno, emitieron sus puntos de vista sobre el mensaje navideño de SM el Rey. EH-Bildu actuó, incluso antes de la emisión del propio mensaje, promoviendo un boicot al mismo para que los vascos ni siquiera lo escuchasen desde sus casas. Libertad abertzale a domicilio. El PNV, de manera previsible, reprochó al rey la referencia en exclusiva a “su” nación, la española, sin citar a otra nación, que, a decir de Aitor Esteban, portavoz del PNV no es ni mejor ni peor que la española, pero es “diferente”. El hecho de que Felipe VI sea el Jefe del Estado de la nación española, la “única” contemplada en nuestra Constitución, para el PNV es irrelevante, como es irrelevante todo lo que diga el Rey tanto para Junts como para ERC. En realidad, nada de lo que dicen los secesionistas a este respecto sería relevante si el presidente del gobierno, por necesidad, que él cree haber hecho virtud, no los hubiera convertido en socios prioritarios del gobierno de España.
Los partidos que componen el gobierno denominado de coalición emitieron, para mal, un punto de vista, lamentablemente disonante, sobre el mismo mensaje. Mientras la representante del Partido Socialista, Cristina Narbona, respaldaba las palabras del Jefe del Estado, si bien atribuyéndoles un sesgo sobre las actuaciones del gobierno en el campo de lo social, el otro socio del Gobierno, Sumar, por medio de su portavoz Marta Lois, se posicionó, por el contrario, de una manera crítica por estimar que el Rey habló de cosas que no preocupan a los españoles, como España y la Constitución y poco de lo que sí les preocupa, como son, precisamente, las cuestiones sociales.
Por su parte, los dos principales partidos de la oposición, Partido Popular y VOX, se manifestaron, en este caso, como, igualmente era previsible, para bien, a favor de las palabras del Rey, respetando sus puntos de vista sobre algo, que, a priori, no debería ser objeto de crítica negativa, en buena lógica, por ningún español: “nuestra” Constitución y “nuestra” nación.
También ha tenido lugar esta semana, precisamente el miércoles, el último Consejo de Ministros del año, con posterior rueda de prensa del presidente del gobierno, desde el Palacio de la Moncloa. En el turno de preguntas, una asistente del presidente iba dando la palabra nominalmente a cada periodista, sin que cupiese ningún tipo de discrecionalidad por parte del presidente a la hora de elegir interlocutor. Al final de cada respuesta, no se volvía a los periodistas para ver quién sería el siguiente, sino a su asistente, para saber a quién había decidido conceder el turno de pregunta. Poco espontánea manera de seleccionar al interlocutor.
Como era previsible, en este caso para mal, el presidente dedicó la mayor parte de su intervención a exponer un panorama triunfalista y autocomplaciente de la, en su opinión, buena situación de la economía española, exponiendo datos mayoritariamente macroeconómicos poco aptos para el cuestionamiento por parte de los periodistas. Lamentablemente para él, recordaba, de manera extraordinariamente semejante, al presidente José Luis Rodríguez Zapatero exponiendo ante los españoles la buena situación de la economía española y sobre todo de su sector financiero, que, como ustedes recordarán, jugaba en la Champions League de la economía mundial, seis meses antes de que convocase elecciones y abandonase sus responsabilidades, dejando la economía española a punto de ser intervenida por la Unión Europea.
Eso sí, como era previsible, también para mal, el presidente Sánchez no desaprovechó su intervención para culpar al Partido Popular de aquella crisis, protagonizada por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, que desde 2008 a 2011 se negó a admitir la evidencia de la crisis y a adoptar medidas en consecuencia. La culpa la tuvo la “aplicación de las recetas neoliberales del gobierno del PP”. De forma también absolutamente previsible, igualmente para mal, aprovechó para acusar, una vez más, gratuitamente, a aquel gobierno, de corrupción.
En el turno de preguntas de los periodistas, cuando le preguntaron por las declaraciones del presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña el día anterior en las que había afirmado que 2024 será el año de la consolidación de la amnistía y del inicio del camino hacia el referéndum de los catalanes por la independencia, respondió que eso era previsible (imagino que para mal) y que no había “nada nuevo bajo el sol”. O sea que ya saben, Año Nuevo, todo igual.
Preguntado por la polarización, se despachó, como era previsible, para mal, con que había unos que insultaban, que eran los de la “derecha y la extrema derecha” y otros que eran insultados, que eran ellos, los pobres socialistas. Declaró que no le parecía aceptable que se utilizase la expresión por parte de algunos de que “no les gusta la fruta”. No mencionó, sin embargo, la utilización de la tribuna del Congreso de los Diputados, durante su discurso de investidura para poner en tela de juicio la honorabilidad de un ciudadano, al que los tribunales han exculpado de toda responsabilidad, que se da la circunstancia de que es hermano de una dirigente autonómica del Partido Popular. Nobleza y responsabilidad institucional indiscutibles, desde luego.
Como dijo el propio Pedro Sánchez, “nada nuevo bajo el sol”. Año Nuevo, Vida inmutable. Todo extraordinariamente previsible, para bien o para mal.
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