LA Africana se ha convertido en uno de los eventos deportivos más esperados por los corredores de nuestro país y en un revulsivo económico para los comercios, hoteles, bares y restaurantes de esta ciudad. Pero aunque a día de hoy seguimos siendo territorio libre de coronavirus, no ha habido más remedio que cumplir con las indicaciones de las autoridades sanitarias y suspender eventos que aglutinen a más de veinte personas.
El coronavirus está haciendo estragos en todo el mundo. En primer lugar, por las vidas que se está llevando por delante, pero también porque está ralentizando la economía mundial. Y nosotros estamos en el mundo. Somos parte de él y lo que le afecta a todos también nos afecta a nosotros. El problema es que nuestra economía no es la de Milán o la de Vitoria. No es lo mismo enfrentar un huracán durmiendo en una casa de ladrillos que hacerlo desde una chabola. Es un ejemplo muy bruto, pero supongo que ilustra lo poco que podemos permitirnos con nuestra precariedad económica.
La Africana siempre ha sido una brisa de aire fresco para los comercios de esta ciudad, como lo es la Semana Santa para Sevilla, Valladolid o Cartagena. Pero nuestros comercios intuyen que se nos viene encima un aguacero monumental. En Semana Santa, Melilla se queda vacía. Todo el que puede escaparse al extranjero (Europa), a Marruecos o a la península se va. Es sano para retomar la vuelta al trabajo con mayores bríos, pero es mortal para nuestros establecimientos comerciales.
Habrá que ver qué planes hacen este año los melillenses. Si optan por quedarse en casa, a resguardo del coronavirus o siguen adelante con sus vacaciones y salen de la ciudad a respirar aire puro, a pasear por los bosques, a conducir por autovías y autopistas…
El problema está en qué ofrecemos a quienes se queden, más allá del espectáculo de nuestras procesiones. Ahí, evidentemente, seguimos teniendo nuestro talón de Aquiles. Es inexplicable que con el dineral que lleva años manejando la Ciudad Autónoma llevemos décadas con una oferta cultural cuestionable y una oferta de ocio que poco o nada tienen que envidiarle al ajetreo que pueda haber en un cementerio.
Que no se celebre La Africana es, sin dudas, un palo para la economía y también para miles y miles de melillenses que ese día nos ponemos las zapatillas, salimos a andar o a correr o nos quedamos a pie de calle para disfrutar de la alegría que traen a esta ciudad las decenas de deportistas que eligen participar en esta carrera de referencia.
Por eso supongo que no ha sido fácil tomar la decisión de cancelar La Africana. Es otro golpe más para nuestra maltrecha economía. Lo peor es que este puñetazo en el estómago llega cuando intentábamos encajar la amenaza del fin del comercio atípico.
Para un amplio sector del empresariado de esta ciudad, hoy es más necesario que nunca el proyecto de ampliación del puerto o de la pista del aeropuerto local. Necesitamos infraestructuras que nos permitan crecer y dicen que a estas alturas no saben qué tiene en mente el tripartito.
Es cierto que Mustafa Aberchán ha retomado su proyecto de construir en la ciudad un aeropuerto intercontinental, pero una cosa es lo que queremos y otra muy distinta, es si podemos hacer realidad esos sueños.
Tenemos que sobrevivir al lastre heredado del PP en torno a la escasez de plazas hoteleras en nuestra ciudad y la necesidad de buscar salidas, como por ejemplo, a través de permutas con terrenos militares, entre los que el Cuartel de Caballería es uno de los emplazamientos más cotizados.
Otro de los puntos a debatir con el tripartito pasaría por reactivar los planes que el Ejecutivo tiene para recuperar el antiguo edificio de Correos. Para nadie es un secreto que atraer universitarios a nuestra ciudad podría ser una salida para el sector Servicios de Melilla. Pero hay que hacerlo ya. No dentro de un año o dos. Ya.
Mientras Marruecos nos asfixia, no vemos señales claras de que desde el Ejecutivo autonómico se busquen alternativas, por ejemplo, organizando misiones comerciales de empresarios de Melilla a Argelia para sondear el mercado de ese país toda vez que Rabat ha decidido que su única relación con nuestra ciudad pasa por ponernos las manos en el cuello y apretar hasta que nos falte el aire.
Podríamos aprovechar la excelente conexión entre los socialistas melillenses y la Moncloa para sugerir que Sánchez incluya a empresarios de nuestra ciudad en la misión diplomática que le acompañará el mes que viene a Argelia. Pero eso hay que pedirlo ya, si es que a estas alturas no se le ha pasado a la Delegación del Gobierno pensar en ello.
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