Dedicado a todas las naciones del mundo que sufren por el uso de la violencia o las armas. Y compartir con ellas esta oración que contiene doce deseos de Paz, Amor y Tolerancia y con cuyo cumplimiento sueñan, a buen seguro, todas las personas de bien.
«Si el progreso no se confundiera con llenar el mundo de armas cada vez más destructivas, para que unos pocos culpables se enriquezcan a cambio de la muerte y el dolor de muchos inocentes.
Si el uso de la guerra dejara de ser la excusa de generales y políticos, cuya insana ambición de apropiarse de la tierra de otros, la muestran como si fuera el paso imprescindible para una convivencia en Paz.
Si comprendiéramos que las almas de todo lo viviente están interconectadas en nuestro universo, daríamos el salto cuántico de respetar la vida íntegra de la que somos parte.
Si los adultos mirasen al mundo –ese hermoso y misterioso jardín repleto de vida, amor y diversidad– como hacen los inocentes niños cuando contemplan con asombro y curiosidad todo lo que les rodea.
Si en lugar de construir fronteras de muros y alambradas entre los pueblos, paseásemos sin odio por caminos y puentes, unidos de las manos y de los corazones.
Si dejásemos de ver a personas, pueblos y naciones, bajo la polaridad de buenos o malos, amigos o enemigos, entonces la violencia dejaría de imponer su terror sobre el que llamas rival, pues él, en realidad, es tu hermano.
Si por encima de las diferencias ideológicas que buscan dividir y separar, nos diésemos cuenta de la importancia crucial del respeto a la diversidad y de la unidad de todos en el Amor y la Paz.
Si hoy, más que nunca, se acabara con la peor de la tiranías: la del laberinto burocrático basado en leyes que dilatan la justicia, pero exige, inflexible, la obediencia inmediata de su mandato.
Si la ONU fuese un organismo cuya autoridad moral se estableciera, sin hipocresías, por un acuerdo ético y un serio compromiso aceptado por todas las naciones del mundo para el bien común de todos los seres de la Tierra y sus resoluciones pudieran ser cumplidas sin demora y sin vetos.
Si dejásemos de lado la falsa sensación de sentirnos más hombres cuando nos imponemos a otros y los sometemos a nuestra voluntad por la violencia o el dinero, el verdadero poder de la colaboración y de la Paz iluminaría nuestros encuentros y no la prepotencia violenta de los poderosos.
Si las guerras religiosas se lidiaran en el cielo de los Dioses y no por los seres humanos en la Tierra, seguiríamos alegres y piadosos al vencedor, sin derramamiento de sangre».
Entonces, y sólo entonces, hermanos, rogaremos juntos a Dios o a la humanidad para que nuestros hijos hereden la PAZ EN LA TIERRA, este pequeño y pálido punto azul donde todos vivimos y que viaja cargado de vida por el espacio iluminado de ardientes estrellas. ¡Feliz años nuevo!
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