Opinión

El país que no vemos

Los camioneros marroquíes han montado mucho ruido en España porque en el control de la Guardia Civil de Algeciras los multan si llevan más de 200 litros de gasolina en el tanque. Los medios nacionales no paran de sacar sus quejas y sus denuncias sobre el supuesto acoso al que son sometidos por saltarse una normativa europea.

Les molesta no poder ahorrarse hasta 240 euros en repostar durante su tránsito por las carreteras españolas y a eso hay que sumarle las multas que van de los 200 a los 900 euros. Se les acabó el chollo.

Me pregunto por qué si la normativa es de 2012, se empieza a aplicar con seriedad ahora. Quienes lo han permitido no han atendido la queja justa de los transportistas españoles, que han denunciado la competencia desleal de sus colegas marroquíes.

Los camioneros del país vecino no tienen suficiente con entrar en España con el tanque de combustible lleno hasta la bandera sino que, además, en ocasiones han sido sorprendidos con depósitos ilegales rebosantes de combustible. Sólo les interesa abaratar aún más los gastos del camino hacia Europa. España, que se aguante. Somos el vecino rico. No nos damos cuenta de lo que nos quitan y por eso ahora lo reclaman como si se tratara de una ofensa.

Los marroquíes no es que nos hayan reventado los precios del mercado con sus frutas y sus tomates baratos que, encima, no están obligados a pasar todos los controles que pasan los nuestros. Es que, además, les sale barato un viaje que a los nuestros les cuesta mucho más. La pregunta obligada es ¿quién es el responsable de que hayamos hecho la vista gorda con este tema durante ocho años?

No nos alegramos de que en un momento especialmente delicado para la economía mundial, los transportistas marroquíes se vean obligados a recortar el margen de beneficio de sus viajes por Europa. Ni mucho menos. Lo que no queremos para los nuestros, no lo queremos para nadie. Pero creo que con todo lo que nos han arañado desde hace ocho años deberían estar más que satisfechos.

También me pregunto por qué los melillenses no conseguimos que los altavoces del pesar infinito de los camioneros marroquíes se hagan eco del sufrimiento de los empresarios de nuestra ciudad, que han tenido que cerrar sus negocios de venta al por mayor en las inmediaciones de la frontera de Beni Enzar desde que Marruecos interrumpió, sin aviso previo, el paso de viajeros y mercancías.

Por qué no se hacen eco del estrangulamiento económico de Melilla y Ceuta; del peligro que corremos de quedarnos sin barco y, por tanto, incomunicados con la península por la vía más barata.

No hablan de la mala gestión de la pandemia, con competencias que en nuestro caso no están transferidas y dependen al 100% del Gobierno central.

Me río cuando escucho al súperconsejero decir que vamos por el camino correcto y que las medidas aplicadas empiezan a dar sus frutos. Eso lo suelta sin pudor alguno como si no supiéramos que tenemos casi 2.000 casos activos, aparte de la evidencia de que el cierre de bares y restaurantes no impidió que se registrara un aumento del 60% en los nuevos contagios de coronavirus en nuestra ciudad.

Menos mal que estamos bien, porque si nos da por estar mal, no sé qué habría sido de nosotros.

Pero hablar de lo mal que van las cosas en Melilla no interesa a nadie. ¿Y saben por qué? Porque el lobby pro marroquí es el que marca qué interesa y cuándo interesa decirlo. Por eso no leemos nada en la prensa sobre las victorias judiciales del Frente Polisario; por eso no se mencionan, ni por casualidad en nuestros telediarios, temas relacionados con lo que está pasando en tiempos de COVID en el Sahara occidental. Desgraciadamente, las cosas no pasan hasta que salen en los periódicos y los informativos. Es terrible, pero es una realidad.

Pero mira por dónde, la Guardia Civil hace su trabajo en la frontera de Algeciras y levanta ampollas por todos lados. Es como si los lectores se levantaran por la mañana deseando conectarse a internet para saber qué está pasando con los camioneros marroquíes. No se preguntan, en cambio, por qué no vemos en la televisión pública española las imágenes que la terrible crisis social de esta pandemia nos está dejando en nuestro país.

Seguimos sin enterarnos de lo duro que está siendo un año prácticamente perdido para restaurantes, peluquerías, comercios, navieras y aerolíneas. ¿De qué creen que viven esas familias? ¿De lo que reparten en las colas del hambre frente a los Bancos de Alimentos? Hay gente que lo está pasando mal, como nunca, pero como no sale en la tele, parece que no está pasando. Nadie quiere saber qué desayuna una familia que tiene a todos sus miembros en paro. Nadie quiere saber qué historia se inventarán los padres este año para explicar a sus hijos que Melilla está tan aislada que hasta los Reyes Magos han dicho que por aquí no pasan.

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