Hace un año, más o menos, los centros que imparten cursos de formación ocupacional tomaron la decisión de unir sus fuerzas. Habían sido y aún son competidores cada vez que se presentan a un concurso, pero vieron que hay problemáticas comunes a las que pueden buscar una solución todos juntos. El presidente de la Asociación de Centro de Formación de Melilla, Pablo Mouro, asevera que el objetivo no es luchar en contra de nadie, sino más bien al contrario, tejer una red para mejorar la situación de estos centros y su vinculación con la Administración.
Mouro explica que no eran un sector unido, como sí lo es, por ejemplo, la hostelería. Remarca que no quieren ser un arma arrojadiza contra nadie, sino aportar su visión sobre la formación ocupacional porque la conocen de primera mano. Apunta que pueden ser un buen enlace entre la Administración y la sociedad porque ven los resultados o los pueden intuir. Insiste en que la filosofía de la asociación es colaborar entre todos los agentes implicados en la formación ocupacional.
Durante este primer año se ha ido “engrasando” la maquinaria de la asociación, aunque apunta que no es fácil porque los centros tienen mucho trabajo por delante. Ahora son catorce socios y un asociado. Esta última figura es para los que no son entidades privadas, no tienen voto, pero sí que tienen voz para abordar los problemas y aportar soluciones al sector.
El presidente de la entidad apunta que algunos de los problemas que tienen los centros radican en las normativas tan estrictas que hay a la hora de aplicarlas sobre los cursos.
Mouro indica que tienen muy poco margen para sustituir a un alumno cuando se va de un proyecto de formación y si no se cubre esa plaza, se reduce la cantidad de dinero que recibe el centro de la Administración. Sin embargo, la inversión de esta empresa está hecha, porque sigue estando el profesor y el aula y en lo único en lo que sí se puede reducir el gasto es en la parte del material que se da al alumnado.
También tienen problemas cuando la formación es con una subvención porque está muy acotada la norma y para que se genere rendimiento económico debe ser el dueño de la empresa el que dé las clases. Las subvenciones son a coste cero y no se saca ninguna rentabilidad.
Otro problema que encuentran estos centros es que en muchas ocasiones coinciden todos los cursos en unos meses concretos. Una solución, indica Mouro, sería establecer un calendario para que las administraciones no solapen estas formaciones porque luego no es no puedan concursar en las licitaciones, sino que los alumnos van de una a otra entidad según les interese más o menos el curso y es muy complicado mantener la formación abierta.
Asimismo, el sistema está cerrado a propuestas que puedan salir de los centros de formación y es un asunto sobre el que se podría negociar con la Administración. El objetivo sería crear cursos que los centros ven necesarios y para los que hay alumnos.
En cuanto a la población que se forma, Mouro comenta que la mayor base de alumnos son personas con baja cualificación. Esto marca mucho la formación que se tiene que dar porque hay que recorrer un itinerario un poco más largo hasta llegar a los conocimientos específicos que se deben adquirir. “Es complicado formar esta población”, destaca no solo por la falta de conocimientos previos, sino por otros temas que tienen que ver con la educación o el comportamiento social.
En este sentido, comenta, como ejemplo, que se forma en contabilidad a una persona, pero de forma transversal también hay que indicarle cómo tratar a un cliente o comportarse con el jefe. “Mucha parte de nuestro alumnado tiene esa carencia de habilidades sociales”, apunta.
Mouro destaca que hay una población en la ciudad a la que se le puede llamar “la Melilla dormida”. Explica que “no buscan empleo porque no hay trabajo, tampoco logran el trabajo porque no tiene formación y finalmente, no se forman porque creen no tiene salida profesional”.
Por ello, subraya que hay que despertar y espabilar a esta Melilla dormida porque “no hay empleo sin mano de obra cualificada y motivada para trabajar”.
Además, indica que hay otro perfil de alumno que también vive en ese estancamiento y son aquellas personas que se conforman con las ayudas o becas que reciben por formarse. Afirma que pasan de curso en curso y hay una actitud de conformidad en esa situación. Para Mouro, se está generando la aparición de “cursillistas profesionales”. Hay quien busca las ayudas económicas y hay quien intenta no salirse del sistema haciendo esa formación.
El presidente de la asociación apunta que cuando se encuentran con alumnos que son obligados a hacer un programa de formación intentan hacerles ver que pueden sacar algo bueno de esa situación.
El trabajo de la asociación ahora continua con reuniones internas para establecer los objetivos que desean lograr. Además, han comenzado ya con reuniones con los diferentes partidos políticos de la ciudad y luego continuarán con los sindicatos y el resto de administraciones públicas.
Mouro indica que hay que hacer un estudio de las necesidades que tiene Melilla en temas de formación porque las empresas del sector tienen conciencia social y no solo buscan el rédito económico, sino que tienen una vocación de servicio a la ciudad. Concluye que hay que intentar que Melilla recupere la vitalidad de hace años y que eso se logrará si todos los sectores trabajan unidos con ese fin.
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