Oualad, el guardián de la Dársena

Oualad, el hombre que vive en la Dársena de Pescadores, el hombre que vela por ese primigenio muelle de Melilla. Dicen algunos historiadores que don Pedro de Estopiñán no atracó en la Ensenada de los Galápagos sino en la Dársena de Oaualad. Quienes más se acercan a la lógica aseguran que la mitad de la flotilla de la casa ducal de Medina Sidonia echó anclas en Galápagos y la otra mitad frente a la Puerta de la Marina, pero eso le importa poco a Oualad, él sólo sabe que la Darsena de Pescadores es su imperio, desde donde gobierna a su voluntad y que nadie pone en duda su gran labor.
A él le da igual porque Oualad está al servicio de la Dársena con o sin las naves del capitán contador del duque cumplidor y financiero de la Corona. Anda que no le echaron jeta Isabel  y Fernando; bueno, esa es otra historia.  El amigo de las personas de buena fe es amigo, también de los animales de aquel rincón cercano a la Pérgola de Juan Manuel y habla con ellos. Habla con palomas, gaviotas y alcotanes, los mismos que se acercan para recoger las migas de pan que les ofrece este hombre endurecido por la vida y por los años que, sin embargo, se levanta cada día con la renovada ilusión por hacer el bien.
Habla con los alados porque coloca la garganta hueca y sopla para adentro diciendo algo así como ‘uuuh, uuuh’ y el efecto es inmediato. Allá aterrizan cientos de aves para tomar el desayuno o la merienda. Hacen un hueco en sus labores de cuidado de los nidos construídos en los recovecos de las murallas de la anciana Rusadir para ser fieles a la llamada cómplice de Oualad. Los pájaros le conocen tanto que cuando se aerca a ellos, ninguno se menea o huye. Se limitan a disfrutar de su amistad y de sus migas de pan.
Sólo hay una especie que no soporta Oualad, ‘las personas que miran de reojo’. No pide nada a cambio de su labor de custodia pero, cuando alguien trata de tomarle el poco pelo que le queda, se rebota. Sin embargo, el carácter pacífico de las personas de bien, como él, evita el cuerpo a cuerpo. Oualad se va al chiringuito de su amigo Chato y trata de pescar un pulpo. Chato le comprende, le ofrece un poco de agua y disfruta de sus historias y de su compañía. Hacen un dúo marinero de prestigio
Esa es otra. Jóder cómo pone el arponazo al cefalópodo el bueno de Oualad. “Yo los suelo ver llegar al dique, los dejo tranquilos que coman algún sarguillo y, a los tres días más o menos, voy a por ellos”. ¿Qué hace con los descendientes de Pol?. “Si es grande los vendo por cinco euros y, si es chico hasta los regalo”. Tiene corazón para eso y para más.
¿Cómo se gana la vida este experimentado que fue marinero?. “Mantengo los barcos, voy a por combustible, traigo comida, limpio las lanchas. Estoy para todo y lo que me den es suficiente. Yo no pido nada”. Además tiene una palabra para referirse a sus verdaderos amigos: 'Noble'. Para este viejo zorro de mar ser 'noble' es ser sincero, honrado y amigo.
Este ser de un mundo felizmente imaginario existe; se llama Oualad y es el guardián de la Dársena la mejor garantía del funcionamiento de un espacio melillense que mira al mar. Y, además, es un ser más que entrañable que tiene la virtuosa manía de encarar a cualquier melillense con la mejor y más honesta de sus sonrisas.